Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud

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tener una descarga por más pequeña que ella sea, y debe existir alguna manera de llenar las neuronas perceptivas con cantidades (Qh), en la escasa medida que les es imprescindible. La descarga se realiza, como toda otra descarga, en la dirección de la motilidad, debiéndose recordar aquí que la conversión motriz entraña, evidentemente, la pérdida de toda característica cualitativa, de toda peculiaridad periódica. La repleción de las neuronas perceptivas con cantidad sólo puede hacerse desde y, puesto que no estamos dispuestos a admitir ninguna conexión directa de este tercer sistema con j. No atinamos a indicar cuál puede haber sido el primitivo valor biológico de las neuronas perceptivas.

      Hasta ahora, empero, sólo pudimos describir muy parcialmente el contenido de la consciencia, pues además de las series de cualidades sensoriales encontramos en ella otra serie muy distinta: la de las sensaciones de placer y displacer, que ahora habremos de interpretar. Dado que hemos establecido con certeza una tendencia de la vida psíquica hacia la evitación del displacer, estaríamos tentados de identificarla con la tendencia primaria de la inercia. En tal caso el displacer coincidiría con un aumento del nivel cuantitativo (Qh) o con un aumento cuantitativo de la presión: equivaldría a la percepción sensación cuando se produce un aumento de cantidad (Qh) en y. El Placer sería la [correspondiente] sensación de descarga. Dado que se supone que el sistema W debe ser llenado desde y, se desprende que la catexis aumentaría en W al elevarse el nivel en y y disminuiría al caer éste. Placer y displacer serían entonces las sensaciones correpondientes a la propia catexis de W, a su propio nivel, funcionando W y y, en cierto modo, como vasos comunicantes. De idéntica manera también llegarían a la consciencia los procesos cuantitativos en y, o sea, una vez más, como cualidades [véase el parágrafo 7].

      Las sensaciones de placer y de displacer entrañan la pérdida de la capacidad de percibir las cualidades sensoriales, que están localizadas, por así decirlo, en la zona indiferente entre placer y displacer . Esto podría traducirse así: las neuronas perceptivas (wN) exhiben una capacidad óptima para admitir el período del movimiento neuronal cuando tienen una catexis determinada, mientras que al elevarse ésta surge el displacer, y al debilitarse, el placer, hasta que la capacidad receptiva se extingue por completo cuando falta toda catexis. Sería preciso concebir la forma de movimiento [en cuestión] que corresponda a estos datos.

      PODEMOS formarnos ahora la siguiente concepción sobre el funcionamiento del aparato constituido por j y w.

      Desde el exterior inciden magnitudes de excitación sobre las terminaciones del sistema j, topándose primero con los aparatos teleneuronales, que los fragmentan en fracciones cuyo orden de magnitud probablemente sea superior al de los estímulos intercelulares (¿o quizá aun del mismo orden?). Aquí nos encontramos con un primer umbral: por debajo de determinada cantidad no puede constituirse ninguna fracción eficaz, de modo que la efectividad de los estímulos está limitada en cierto modo a las cantidades de magnitud mediana. Al mismo tiempo, la naturaleza de las envolturas nerviosas actúa como una criba, de manera que en las distintas terminaciones nerviosas no todos los tipos de estímulos pueden ser efectivos. Los estímulos que realmente llegan a las neuronas j poseen una cantidad y una característica cualitativa ; en el mundo exterior forman una serie de la misma cualidad [que los estímulos] y de creciente [magnitud de] cantidad, desde el umbral hasta el límite del dolor.

      Mientras los procesos forman en el mundo exterior un continuo bidireccional -[ordenado de acuerdo] con la cantidad y con el período (cualidad)-, los estímulos que les corresponden se hallan, de acuerdo con la cantidad, reducidos primero y luego limitados por selección, y en cuanto a su cualidad son discontinuos, de modo que ciertos períodos ni siquiera pueden actuar como estímulos.

      La característica cualitativa de los estímulos se propaga ahora sin impedimentos por j, a través de y, hacia w, donde genera la sensación; está representada por un período particular del movimiento neuronal, que no es, por cierto, el mismo que el del estímulo, pero que guarda con él determinada relación, de acuerdo con una fórmula de reducción desconocida por nosotros. Este período no se mantiene durante largo tiempo y se extingue hacia el lado de la motilidad; además, como puede pasar sin impedimento, tampoco deja tras de sí ninguna memoria.

      La cantidad del estímulo j excita la tendencia a la descarga en el sistema nervioso al convertirse en una excitación motriz proporcional. El aparato de la motilidad está directamente acoplado a j; las cantidades así convertidas producen un efecto que les es cuantitativamente muy superior, pues ingresan en los músculos, las glándulas, etc., actuando en ellos por liberación [de cantidad], mientras que entre las neuronas sólo tiene lugar una transferencia [de cantidad].

      A nivel de las neuronas j terminan también las neuronas y, a las que es transferida una parte de la cantidad (Qh), pero sólo una parte; quizá una fracción correspondiente a la magnitud de los estímulos intercelulares. Llegados aquí podríamos preguntarnos si la cantidad [Qh] transferida a y no sería por ventura proporcional a la cantidad [Q] que corre por j, de modo tal que un estímulo más considerable produzca también un efecto psíquico más considerable. Aquí parece actuar un dispositivo especial que, una vez más, mantiene cantidad (Q) apartada de y. Las vías sensitivas de conducción en j poseen, en efecto, una estructura peculiar, ramificándose continuamente y presentando vías de variable grosor que concluyen en numerosos puntos terminales, lo que quizá tenga el siguiente significado:

      un estímulo más poderoso sigue una vía distinta que otro más débil. Así, por ejemplo, Qh1 recorrerá únicamente la vía I y en el punto terminal a transmitirá una fracción a y. Qh2 [es decir, una cantidad dos veces mayor que Qh1] no transmitirá en a una fracción dos veces mayor, sino que podrá pasar también por la vía II, que es más delgada, y abrirá un segundo punto terminal hacia y [en b]; Qh3 abrirá la más delgada de las vías y transferirá asímismo por el punto terminal g [véase la figura]. De tal manera, la vía j única quedará aliviada de su carga y la mayor cantidad en j se traducirá por el hecho de catectizar varias neuronas en y, en lugar de una sola. Cada una de las catexis de las distintas neuronas y puede, en tal caso, ser de magnitud aproximadamente igual. Si Qh en y produce una catexis en y, entonces Qh3 se expresa por catexis en y1 + y2 + y3. Así, cantidad en j se expresa por complejidad en b. De tal manera la cantidad (Q) queda apartada de y, por lo menos dentro de ciertos límites. Esto nos recuerda mucho las condiciones postuladas por la ley de Fechner , que de tal modo admitiría una localización [determinada].

      De esta manera, y es catectizada desde j con cantidades (Q) que normalmente son pequeñas. Mientras la cantidad de la excitación j se expresa en y por la complejidad, su cualidad se expresa por la topografía, dado que, de acuerdo con las relaciones anatómicas, los distintos órganos sensoriales sólo se comunican a través de j con determinadas neuronas y. Pero y también recibe catexis del interior del cuerpo, de modo que sería admisible dividir las neuronas y en dos grupos: las neuronas del pallium, que son catectizadas desde j, y las neuronas nucleares, que son catectizadas desde las vías endógenas de conducción .

      LA porción nuclear de y está conectada con aquellas vías por las cuales ascienden las cantidades endógenas [Q] de excitación. Sin excluir la posibilidad de que estas vías estén conectadas con j, debemos seguir sustentando nuestra presunción original de que hay una vía directa que lleva del interior del cuerpo a las neuronas y. Esto implica, empero, que y se halla expuesto sin protección alguna a las cantidades (Q) procedentes de esa dirección, y en este hecho [como veremos en la página siguiente] radica precisamente el impulso motor del mecanismo psíquico.

      Cuanto sabemos acerca de los estímulos endógenos puede expresarse en la hipótesis de que son de índole intercelular, que se generan en forma continua y que sólo periódicamente se convierten en estímulos psíquicos. La idea de su acumulación es inevitable y la intermitencia de su efecto psíquico conmina a admitir que en el curso de su conducción tropiezan con resistencias superables únicamente al aumentar la cantidad [de excitación]. Las vías de conducción se encuentran, pues, articuladas en serie, con varias barreras de contacto intercaladas hasta llegar al núcleo y. Por encima de


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