Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud

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Sigmund Freud: Obras Completas - Sigmund Freud


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y está expuesto a cantidad (Qh) desde las vías endógenas de conducción, y en condiciones anormales (aunque todavía no patológicas, lo está en aquellos casos en que cantidades excesivas (Q) irrumpen a través de los dispositivos de pantalla en j, o sea, en el caso del dolor. El dolor produce en y: 1) un gran aumento del nivel [de cantidad], que es sentido como displacer por W: 2) una tendencia a la descarga, que puede estar modificada en determinados sentidos; 3) una facilitación entre esta tendencia a la descarga y una imagen mnemónica del objeto algógeno. Además, es indudable que el dolor posee una cualidad especial que se manifiesta paralelamente al displacer.

      Si la imagen mnemónica del objeto (hostil) [es decir, algógeno] es recatectizada por un motivo cualquiera (por ejemplo, por nuevas percepciones), surge un estado que no es el del dolor, pero que guarda con él cierta semejanza. Este estado incluye el displacer y la tendencia a la descarga que corresponde a la vivencia de dolor. Dado que el displacer significa un aumento del nivel [de cantidad], surge la cuestión de origen de esta cantidad (Qh). En la vivencia del dolor propiamente dicha, era la cantidad exterior (Q) irrumpiente la que elevaba el nivel en y. En su reproducción -en el afecto- la única cantidad (Qh) que se le agrega es la cantidad [Q] que catectiza el recuerdo, siendo evidente que ésta es de la misma índole que cualquier otra percepción y que no puede resultar, pues, en un aumento general de cantidad (Qh).

      Nos vemos obligados a admitir así que la catectización de los recuerdos desencadena displacer en el interior del cuerpo, o sea, que hace surgir nuevas cantidades de displacer. El mecanismo de este desencadenamiento sólo cabe imaginarlo de la siguiente manera. Tal como existen neuronas motrices que en presencia de cierto grado de repleción conducen cantidades (Qh) hacia los músculos, descargándolas, deben existir también neuronas «secretoras» que al ser excitadas causan en el interior del cuerpo la generación de algo que actúa como estímulo sobre las vías endógenas de conducción hacia y, o sea, que influyen sobre la producción de cantidades endógenas (Qh) y, en consecuencia, no descargan cantidad (Qh), sino que la aportan por vías indirectas. A estas neuronas secretoras las llamaremos «neuronas llave» . Es evidente que sólo son excitadas a partir de cierto nivel en y. Merced a la vivencia dolorosa se establece una excelente facilitación entre la imagen mnemónica del objeto hostil y estas neuronas llave, en virtud de la cual se libera entonces displacer en el afecto.

      Esta hipótesis tan desconcertantes pero indispensable, es confirmada en cierta manera por lo que ocurre en la liberación de impulsos sexuales. Al mismo tiempo se nos impone la presunción de que los estímulos endógenos estarían constituidos en ambos casos por productos químicos cuyo número y variedad bien puede ser considerable. Dado que la liberación de displacer puede ser extraordinariamente grande, aun frente a una minúscula catexis del recuerdo hostil, es dable concluir que el dolor deja tras de sí facilitaciones particularmente abundantes y extensas. Es en este conexo cómo llegamos a presumir que la facilitación depende totalmente de la [magnitud de la] cantidad [Qh] alcanzada, de modo que el efecto facilitante de 3Qh puede ser mucho mayor que el de 3 x Qh [Qh repetida tres veces].

      LOS residuos de los dos tipos de vivencias [de satisfacción y de dolor] que acabamos de considerar son los afectos y los estados desiderativos, que tienen en común el hecho de entrañar un aumento de la tensión cuantitativa en y, producido en el afecto por un desprendimiento repentino, y en el deseo, por sumación. Ambos estados tienen la mayor importancia para el pasaje de cantidad en y, dado que dejan tras de sí motivaciones de tipo convulsivo en favor de dicho pasaje. El estado desiderativo produce algo así como una atracción positiva hacia el objeto deseado, o, más bien, hacia su imagen mnemónica, mientras que de la vivencia dolorosa resulta una repulsión, una aversión a mantener catectizada la imagen mnemónica hostil. He aquí, pues, la atracción desiderativa primaria y la defensa [rechazo] primaria .

      La atracción desiderativa se explica fácilmente admitiendo que la catexis del recuerdo amable en el estado de deseo supera ampliamente en cantidad (Qh) a la catexis en el caso de la simple percepción, de modo que en el primer caso existe una facilitación particularmente buena entre el núcleo y y la correspondiente neurona del pallium.

      Más difícil de explicar es la defensa [rechazo] primaria o represión, es decir, el hecho de que una imagen mnemónica hostil sea abandonada lo más rápidamente posible por la catexis. Sin embargo, su explicación bien podría residir en el hecho de que las vivencias dolorosas primarias fueron resueltas y terminadas por una defensa refleja. La emergencia de otro objeto, en lugar del hostil, actuó entonces como señal de que la vivencia dolorosa había terminado; ahora el sistema y, aprendiendo por su experiencia biológica, trata de reproducir el estado en y que indicó otrora el cese del dolor. Con la expresión aprender por la experiencia biológica acabamos de introducir una nueva base de explicación que habrá de gravitar por sí sola, aunque al mismo tiempo no excluye. sino que requiere, la reducción a principios mecánicos. es decir. a factores cuantitativos . En el caso que estamos considerando, bien podría ser el aumento de cantidad (Qh), producido invariablemente cada vez que se catectizan recuerdos hostiles, el que impulsa forzosamente a una intensificación de la actividad de descarga y con ello al drenaje [de cantidad] también de los recuerdos.

      CON nuestra hipótesis de la atracción desiderativa y de la tendencia a la represión ya nos hemos referido de hecho a un estado de y no considerado todavía, pues estos dos procesos indican que en y se ha establecido una organización cuya presencia dificulta pasajes [de cantidad] que al ocurrir por primera vez se realizaron de una manera determinada [es decir, que fueron acompañados por satisfacción o por dolor. I.]. Esta organización se denomina el yo. Resulta fácil imaginarla si consideramos que la recepción regularmente repetida de cantidades endógenas [Qh] por determinadas neuronas (del núcleo) y la consiguiente acción facilitante emanada de esa recepción repetida, darán por resultado un grupo de neuronas que retiene una catexis constante [véase parágrafo 10], o sea, que corresponde al portador de la reserva [de cantidad] que, según vimos, se deduce perentoriamente de la función secundaria . El yo debe ser definido, pues, como la totalidad de las catexis y existentes en un momento dado, siendo necesario distinguir en ellas una porción permanente y otra variable. Resulta fácil comprender que las facilitaciones entre neuronas y también forman parte del dominio del yo, ya que representan otras tantas posibilidades de determinar la extensión que de momento en momento habrá de tener el yo cambiante.

      Aunque este yo debe tender por fuerza a librarse de sus catexis por la vía de la satisfacción, no consigue hacerlo de otra manera, sino determinando la repetición de vivencias de dolor y de afectos, proceso que debe cumplir por la siguiente vía, que en términos generales se califica como la de la inhibición.

      Una cantidad (Qh) que irrumpa desde cualquier parte en una neurona se propagará a través de la barrera de contacto que esté más facilitada y dará lugar a una corriente dirigida en dicho sentido. Expresándolo más claramente: la corriente de cantidad (Qh) se distribuirá hacia las distintas barreras de contacto en proporción inversa a sus respectivas resistencias, y cuando una fracción [de cantidad] incida sobre una barrera de contacto cuya resistencia sea superior a aquélla, no pasará prácticamente nada a través de ésta. Es fácil que tal distribución sea distinta para cada magnitud de cantidad (Qh) que se halle en la neurona, ya que en tal caso podrán formarse fracciones que excedan los umbrales de otras barreras de contacto. Así, el curso adoptado dependerá de las cantidades (Qh) y de las intensidades relativas de las facilitaciones.

      Hemos llegado a conocer, empero, un tercer factor poderoso. Si una neurona adyacente está catectizada simultáneamente, ello actúa como una facilitación transitoria de las barreras de contacto entre ambas neuronas, modificando así el curso [de la corriente], que de otro modo habría seguido la dirección de la única barrera de contacto facilitada. Así, pues, una catexis colateral actúa como inhibición para el pasaje de cantidad (Qh). Imaginemos el yo como una red de neuronas catectizadas y bien facilitadas entre sí: aproximadamente así:

      En tal caso, una cantidad (Qh) que, habiendo penetrado desde el exterior (j) en [la neurona] Ó, hubiese seguido


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