Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud

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Sigmund Freud: Obras Completas - Sigmund Freud


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nos conduce tiene que ser siempre un acontecimiento externo -e importante-, o si un suceso interior, o sea, el recuerdo de un suceso psíquicamente importante, o un proceso mental, puede asimismo llegar a constituirse en estímulo onírico. Los numerosos análisis realizados nos permiten contestar a esta interrogación en sentido afirmativo. El estímulo de un sueño puede ser un proceso interior que nuestra actividad intelectual diurna ha actualizado. Creo es éste el momento de agrupar en un esquema las fuentes oníricas descubiertas:

      La fuente de un sueño puede ser:

      1) Un suceso reciente y psíquicamente importante, representado directamente en el sueño.

      2) Varios sucesos recientes e importantes, que el sueño reúne en una unidad.

      3) Uno o varios sucesos recientes e importantes, representados en el contenido manifiesto por la mención de un suceso contemporáneo, pero indiferente.

      4) Un suceso interior importante (recuerdo, proceso mental) representado siempre en el sueño por la mención de una impresión reciente, pero indiferente. Vemos, pues, que en el contenido manifiesto de todo sueño existe siempre un elemento que repite una expresión del día inmediatamente anterior. Este factor, destinado a ser representado en el contenido manifiesto, puede pertenecer al acervo de representaciones del verdadero estímulo del sueño -como parte esencial o nimia del mismo- o proceder del círculo de ideas de una impresión indiferente, enlazado con el del estímulo onírico por relaciones más o menos numerosas. La aparente multiplicidad de las condiciones depende aquí únicamente de una alternativa, esto es, de que hayan tenido o no lugar un desplazamiento; alternativa que nos permite explicar los contrastes del fenómeno onírico con igual facilidad que a la teoría médica el progresivo despertar de las células cerebrales.

      Observamos, además, en el esquema antes consignado que el elemento psíquicamente importante, pero no reciente (el proceso mental o el recuerdo), puede ser sustituido en el sueño pro un elemento reciente, pero psíquicamente indiferente, siempre que en la sustitución se acaten dos condiciones: 1ª, que el contenido del sueño sea puesto en relación con los recientemente vividos por el sujeto; y 2ª, que el estímulo onírico sea siempre un proceso psíquicamente importante. En un solo caso, 1), quedan cumplidas ambas condiciones por una misma impresión. Si reflexionamos, además, que aquellas impresiones indiferentes que son utilizadas por la elaboración del sueño mientras conservan la propiedad de ser recientes pierden esta aptitud en cuanto envejecen un solo día (o varios como máximo), habremos de decidirnos a suponer que la actualidad de una impresión le da de por sí determinado valor psíquico para la formación de sueños, valor que equivale en cierto modo al de los recuerdos o procesos mentales saturados de afecto. Posteriores reflexiones de orden psicológico nos permitirán adivinar en qué puede fundarse este valor de las impresiones recientes para la formación de los sueños.

      Secundariamente es atraída aquí nuestra atención sobre el hecho de que durante la noche, y sin que nuestra consciencia lo advierta, pueden tener efecto importantes transformaciones de nuestro material de recuerdos y representaciones. El consejo de «consultar con la almohada», esto es, de dejar pasar una noche antes de tomar decisión ninguna importante, se halla plenamente justificado. Pero observamos que con estas consideraciones hemos pasado de la psicología del sueño a la del estado de reposo, acto para el que aún han de presentársenos numerosas ocasiones.

      Existe, sin embargo, una objeción que amenaza echar por tierra estas últimas conclusiones. Si las impresiones indiferentes sólo mientras son recientes poseen acceso al contenido onírico, ¿cómo hallamos también en éste elementos de tempranas épocas de nuestra vida que cuando fueron recientes carecieron, según la expresión de Strümpell, de todo valor psíquico y debían, por tanto, hallarse olvidados hace ya mucho tiempo elementos que no son ni recientes ni psíquicamente importantes?

      Pero apoyándonos en los resultados obtenidos en psicoanálisis de individuos neuróticos podemos salvar por completo esta objeción. La explicación es que el desplazamiento que sustituye el material psíquicamente importante por otro indiferente (tanto en el sueño como en el pensamiento despierto) ha tenido ya efecto, en estos casos, en dichas tempranas épocas, habiendo quedado fijo desde entonces en la memoria. Tales elementos, originalmente indiferentes, no lo soy ya desde que han adquirido, por desplazamiento, el valor del material psíquicamente importante. Aquello que en realidad ha permanecido indiferente no puede tampoco ser reproducido en el sueño.

      De las consideraciones que preceden deducirá el lector justificadamente que no existe, a mi juicio, estímulo onírico alguno indiferente y, por tanto, tampoco sueños inocentes. Tal es, en efecto, mi opinión, rotunda y exclusiva, salvo con respecto a los sueños de los niños y quizá algunas breves reacciones oníricas a sensaciones nocturnas. Fuera de estos casos, todo lo que soñamos, o se demuestra psíquicamente importante de un modo manifiesto, o se halla deformado y sólo podemos juzgarlo después de realizar el análisis, el cual nos revelará siempre su importancia. El sueño no se ocupa nunca de cosas nimias, ni nosotros consentimos que nuestro reposo quede alterado por algo que no valga la pena. Los sueños aparentemente inocentes demuestran no serlo en cuanto nos preocupamos de interpretarlos. Siendo ésta nuevamente una afirmación contra la que habrán de elevarse innúmeras objeciones, someteré aquí al análisis una serie de sueños «inocentes», aprovechando al mismo tiempo la ocasión para mostrar prácticamente la labor de la deformación onírica.

      I. Una señora joven inteligente y distinguida, pero muy reservada en su vida de relación y hasta un tanto «agua mansa», me refirió un día: «He soñado que llegaba tarde a la plaza y no encontraba ya nada en la carnicería ni en la verdulería.» Este sueño muestra, desde luego, un contenido inocente; pero como el relato que de él me hace la sujeto no me parece reflejado con exactitud, le ruego que me lo exponga con más detalle. He aquí el nuevo relato. «Va al mercado con su cocinera, la cual lleva la cesta. El carnicero, al que piden algo, les contesta: ‘No queda ya’, y quiere despacharle otra cosa diferente, observando: ‘Esto también es bueno’. Ella rehúsa la oferta y se dirige al puesto de la verdulera, la cual quiere venderle una extraña verdura atada formando manojo y de color negro. Ella dice entonces: ‘No he visto nunca cosa semejante. No la compro’. La conexión de este sueño con la vida diurna es facilísima de hallar: La sujeto había llegado tarde aquella mañana al mercado y tuvo que volver a su casa sin haber podido comprar nada. Para describir este suceso podríamos usar la frase «la carnicería estaba cerrada». Pero, ¡calle!, ¿no es esta frase -o mejor dicho, la contraria afirmación- una grosera locución con la que se alude a una determinada negligencia en el vestido masculino? Por lo demás, la sujeto no ha empleado la frase en su relato, sino que, por el contrario, ha evitado quizá pronunciarla. Intentemos interpretar los detalles del contenido manifiesto.

      Todo lo que en el sueño presenta un carácter verbal, siendo dicho u oído y no solamente pensado -cosa que casi siempre podemos diferenciar con toda seguridad-, procede de aquello que en la vida despierta hemos oído o dicho, aunque la elaboración onírica, considerándolo como materia prima, lo modifique a veces y lo desglose siempre de su contexto (presentándolo aislado). Estos elementos verbales pueden ser tomados como punto de partida de la interpretación. ¿De dónde proceden, pues, las palabras del carnicero? Soy yo mismo quien las pronunció hace días, al explicar a la sujeto «que en la memoria del adulto no queda ya nada de los antiguos sucesos infantiles, pues han sido sustituidos por «transferencias y por sueños». Soy yo, por tanto, el carnicero, y lo que la paciente rechaza es la posibilidad de tales transferencias al presente de ideas y sentimientos pretéritos. ¿De dónde proceden las palabras que ella pronuncia en el sueño: No he visto nunca cosa semejante. ¡No lo compro! Analicemos por separado cada una de estas dos frases. No he visto nunca cosa semejante es una exclamación que la sujeto pronunció realmente el día del sueño riñendo a su cocinera. pero en esta ocasión había añadido: «¡Hágame el favor de conducirse más correctamente!» Se nos evidencia aquí un desplazamiento. De las dos frases que dirigió a su cocinera ha escogido en su sueño la que carece de importancia, reprimiendo, en cambio, la otra -Hágame el favor de conducirse más correctamente-, que es precisamente la que forma sentido con el contenido onírico restante. Esta frase es la que se dirigía a alguien que se atreviese a hacer proposiciones indecorosas y olvidase «cerrar la carnicería». La concordancia


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