Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud

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Sigmund Freud: Obras Completas - Sigmund Freud


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hecho la había llevado a perder su confianza en sí misma, apareciéndose como una persona degradada y capaz de todo. Esta retraducción de la representación obsesiva a lo sexual alcanzó pleno éxito. La paciente confesó llorando su miseria conyugal, por tanto tiempo ocultada, y me comunicó más tarde varias representaciones penosas de carácter sexual no modificado, tales como la sensación frecuentísima de que se le entraba algo por debajo de las faldas.

      Terapéuticamente he aprovechado estas repetidas experienciaspara orientarme, a pesar de las protestas del enfermo, en los casos de fobias y representaciones obsesivas hacia las representaciones sexuales reprimidas, y cegar, cuando ello es posible, las fuentes de que provienen. Naturalmente, no puedo afirmar que todas las fobias y todas las representaciones obsesivas nazcan en la forma aquí descrita, pues, en primer lugar, mi experiencia no comprende sino un número de formas muy limitado en comparación con las muchas que toman estas neurosis, y en segundo, sé muy bien que estos síntomas « psicasténicos» (según la calificación de Janet) no son todos equivalentes. Hay, por ejemplo, fobias puramente histéricas. Pero, a mi juicio, el mecanismo de la transposición del afecto es propio de la gran mayoría de las fobias y representaciones obsesivas, y creo que estas neurosis, que tan pronto hallamos aisladas como combinadas con la histeria o la neurastenia, no deben ser confundidas con la neurastenia, en la que no sé puede suponer un mecanismo psíquico como síntoma fundamental.

      EN los dos casos hasta ahora examinados, la defensa contra la representación intolerable tenía efecto por medio de la disociación de su afecto concomitante. La representación permanecía en la consciencia, si bien aislada y debilitada. Pero hay aún otra forma de la defensa mucho más enérgica y eficaz, consistente en que el yo rechaza la representación intolerable conjuntamente con su afecto y se conduce como si la representación no hubiese jamás llegado a él. En el momento en que esto queda conseguido sucumbe el sujeto a una psicosis que hemos de calificar de «locura alucinatoria». Un único ejemplo aclarará esta nuestra afirmación.

      Una muchacha ha ofrendado a un hombre su primera inclinación amorosa, y cree firmemente ser correspondida, en lo cual se equivoca, pues si el joven frecuenta su casa es por distinto motivo. Pronto comienza a sufrir desilusiones. Al principio se defiende de ellas convirtiendo histéricamente la experiencia dolorosa, y conserva así su fe en que el amado volverá un día y pedirá su mano. Pero a consecuencia de una conversión imperfecta y de constantes impresiones penosas se siente desgraciada y enferma. Su esperanza se concentra, por último, en determinado día, en el que se celebra en su casa una fiesta familiar. Mas el día transcurre sin que el joven acuda. Pasados todos los trenes en los que podía llegar, cae la sujeto en una locura alucinatoria: su amor ha llegado; oye su voz en el jardín y baja a recibirle. A partir de este momento vive por espacio de dos meses en un dichoso sueño: el joven está siempre a su lado; no la abandona un instante, y todo ha vuelto a ser como antes (como en época anterior a las desilusiones, tan trabajosamente rechazadas). La histeria y la depresión de ánimo han quedado vencidas. Durante toda la enfermedad no habla la sujeto para nada de la última época de dudas y sufrimientos. Es feliz mientras se la deja tranquila, y sólo se exalta cuando alguna medida de sus familiares le impide realizar alguna lógica consecuencia de sudichoso ensueño. Esta psicosis, incomprensible en su tiempo queda explicada diez años más tarde en un análisis hipnótico .

      El hecho sobre el que yo quiero llamar la atención es el de que el contenido de una tal psicosis alucinatoria consiste precisamente en la acentuación de la representación, amenazada por el motivo de la enfermedad. Puede, por tanto, decirse que el yo ha rechazado la representación intolerable por medio de la huida a la psicosis. El proceso que lleva a este resultado escapa tanto a la autopercepción del sujeto como el análisis psicologicoclínico. Debe ser considerado como la expresión de una elevada disposición patológica y puede, quizá, describirse como sigue: el yo se separa de la representación intolerable, pero ésta se halla inseparablemente unida a un trozo de la realidad, y al desligarse de ella, el yo se desliga también, total o parcialmente, de la realidad. Esto último es, a mi juicio, la condición para reconocer a las propias representaciones vida alucinatoria, y con ello cae el sujeto, una vez alcanzada la repulsa de la representación intolerable, en la locura alucinatoria.

      No dispongo sino de muy pocos análisis de psicosis de este género; pero creo ha de tratarse de un tipo muy frecuentemente utilizado de enfermedad psíquica pues en ningún manicomio faltan los casos, análogamente interpretables, de la madre que, enajenada por la muerte de su hijo, mece incansablemente en sus brazos un trozo de madera, o de la novia despreciada, que todos los días espera, durante años y años, la llegada de su novio, y se compone para recibirle.

      No es, quizá, superfluo acentuar que las tres formas de la defensa aquí descritas, y con ellas las tres formas de enfermedad, a las que la defensa lleva, pueden presentarse reunidas en una misma persona. La aparición simultánea de fobias y síntomas histéricos, tan frecuentemente observada en la práctica, es uno de los factores que dificultan la separación de la histeria de las demás neurosis, y obligan a establecer las «neurosis mixtas». La locura alucinatoria no es con frecuencia compatible con la perduración de la histeria, ni por lo regular con la de las representaciones obsesivas. En cambio, no es nada raro que una psicosis de defensa irrumpa episódicamente en el curso de una neurosis histérica o mixta.

      Recordaré, por último, con pocas palabras, la idea auxiliar, de la cual me he servido en esta descripción, de las neurosis de defensa. Tal idea es la de que en las funciones psíquicas debe distinguirse algo (montante del afecto, magnitud de la excitación), que tiene todas las propiedades de una cantidad -aunque no poseamos medio alguno de medirlo-; algo susceptible de aumento, disminución, desplazamiento y descarga, que se extiende por las huellas mnémicas de las representaciones como una carga eléctrica por las superficies de los cuerpos.

      Esta hipótesis, en lo que se basa ya nuestra teoría de la «derivación por reacción», puede utilizarse en el mismo sentido que los físicos utilizan la de la corriente de fluido eléctrico. De todos modos, queda por lo pronto justificada por su utilidad para la síntesis y la explicación de muy diversos estados psíquicos.

      R

      Neurol. Zbl., 13(10), 362-4 y (11), 402-9.

      État mental des hystériques, París, 1893 y 1894. Quelques définitions récentes de l’hysterie, en «Arch, de Neurol.», 1893, XXXV-VI.

      Véase «El mecanismo psíquico de los fenómenos histéricos», en estas Obras Completas.

      Primera aparición del término «Análisis psíquico», según Strachey. (Nota del E.)

      Caso de Isabel R., ver «Estudios sobre la histeria» en estas Obras Completas.

      Caso de Miss Lucy, igual referencia a la anterior. (Nota del E.)

      Primera aparición del concepto de «conversión», según Strachey. (Nota del E.)

      Oppenheim: La histeria es una manifestación intensificada de la emoción. La «manifestación de la emoción» representa aquel montante de excitación psíquica que experimenta normalmente una conversión.

      En el segundo capítulo de su excelente estudio Quelques définitions, etc., se ha ocupado también Janet de la objeción que a sus asertos supone el que la disociación de la consciencia sea propia, igualmente, de la psicosis y de la llamada psicastenia; pero, a nuestro juicio, no ha conseguido resolverla. Esta objeción es la que le lleva, principalmente, a declarar que la histeria es una forma de la degeneración. Pero no consigue diferenciar por alguna característica especial la disociación histérica de la consciencia de la disociación psicótica, etc.

      El mecanismo psíquico arriba expuesto no es aplicable a aquel grupo de fobias típicas cuyo prototipo es la agorafobia. Por el contrario, el mecanismo de la agorafobia difiere en un extremo decisivo del de las representaciones obsesivas y las fobias a ellas reducibles. No existe en ella representación reprimida alguna de la que haya sido separado el afecto angustioso. La angustia de estas fobias tiene un distinto origen.


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