¿Depresión? No, gracias. Juan Antonio Guerrero Cañongo

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¿Depresión? No, gracias - Juan Antonio Guerrero Cañongo


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en la vida es porque tienen suerte o alguien les ayudó, ya que es imposible que lo hayan hecho por sí mismos.

      • Piensa que tu destino está escrito, ya no puedes cambiar nada en tu vida.

      • Procura estar muchas horas viendo televisión, cree todo lo que te dicen y nunca lo cuestiones.

      • Camina agachado, sin ganas de avanzar.

      • Nunca mires a los demás a los ojos.

      • Siempre repítete frases negativas sobre el mundo y tu persona.

      • Desconfía de todos.

      • No aceptes tu cuerpo, repítete lo feo que eres, lo gordo, chaparro o alto.

      • Almacena rabia, rencor y odio.

      • Nunca te relajes, siempre debes estar tenso.

      • La culpa de todo es de tus padres, ellos eligieron que nacieras.

      • Eres tu peor enemigo.

      • Repítete que tu felicidad depende de los demás.

      • Nunca te dediques tiempo para ti mismo.

      • No te arriesgues.

      Empieza con cualquiera de ellas. Pero si haces lo contrario, tienes el éxito, la prosperidad, la salud y la felicidad asegurados de por vida. Si decidiste tomar el control de tu vida, escribe estas pautas de manera inversa y en primera persona (por ejemplo: «Vivo en el presente»), y repítetelas a diario, todo el día.

      Hace unos años veía un documental de la vida animal con un amigo, en él se comentaba por qué los animales enfermos son abandonados y eliminados por sus congéneres. Una de las conclusiones a las que llegaban era que lo hacían para no poner en peligro a la manada. Entonces, me volví y pregunté a mi amigo: «¿Los humanos hacemos lo mismo cuando no somos felices?… Es decir, ¿si tú no eres feliz, los demás se alejan de ti para evitar poner en peligro su propia felicidad?». Guardó silencio un gran rato. Después de varios minutos, respondió: «Deberíamos hacerlo».

      Cuando no eres feliz, los demás lo perciben, es tu actitud, son tus movimientos y tu comunicación verbal los que te delatan. ¿Acaso te acercas a una persona que tiene gripe con la intención de enfermarte? Tal vez lo hagas si eres investigador de esa enfermedad, pero si no, lo dudo; es lo mismo cuando no eres feliz: los demás prefieren evitar estar contigo para no contagiarse de tu «enfermedad» y no padecer de infelicidad.

      Conozco a muchas personas que al parecer no tienen amigos. Cuando les pregunto que por qué, sólo atinan a decir: «No sé», con un tono frío, carente de vida, de sentimientos. Yo tampoco los escogería como amigos. En lo particular (y quiero pensar que no soy el único), prefiero estar con personas que me motivan, me hacen reír y me enseñan algo que no sé, nunca estaría con alguien que se la pasa quejándose de la vida y sufriendo por cualquier cosa. Cuando somos infelices, la comunicación que recibimos de los demás es muy dura, tratan de evitarnos, de hundirnos. Frases como «Pobre de ti…» son palabras altamente destructivas que, además, te repites cuando dices: «Pobre de mí».

      Cuando hablo de este tema me gusta que hagan un ejercicio, ahora te lo propongo:

      Recuerda cómo te entristeces, colócate en la misma posición física que adoptas para ello, tal vez agaches tu cabeza, te encorves y dejes caer tus brazos. Recrea alguna vez que lo hayas hecho.

      Date cuenta de cómo te sientes, observa tu postura, escucha tus voces internas.

      Ahora, colócate erguido, con el mentón de la barbilla en alto. Ve hacia el frente, adopta una posición de éxito, recuerda alguna vez que estuviste motivado, que sabías que podías hacer lo que te propusieras y que lo lograrías sin problema alguno.

      ¿Cómo te sientes con esta postura de éxito?, ¿cambian tus imágenes y tu voz interior respecto a la anterior posición?

      ¿Cuál te gusta más?

      

      Si te gusta más la postura de éxito, ¿por qué no la mantienes todo el día? Esta simple forma de actuar podría cambiar por completo tu vida. Todos los días camina erguido, con seguridad y aplomo; esta estrategia es un excelente motivador interno.

      ¿Quieres lograr algo? Adopta la postura de como si lo hubieras logrado. En menos tiempo del que imagines, lo conseguirás. Si quieres ser exitoso, camina como si fueras exitoso; si quieres estar saludable, adopta la postura de como si lo estuvieras.

      La actitud es muy importante. Victor Frankl menciona que conoció a una joven en el campo de concentración, la cual sabía que en pocos días iba a morir, pero tenía una actitud jovial, irradiaba felicidad. Cuando le preguntó el porqué, le dijo: «Estoy muy satisfecha de que el destino se haya cebado en mí con tanta fuerza. En mi vida anterior yo era una niña malcriada y no cumplía en serio con mis deberes espirituales. ¿Ve ese árbol? Aquel árbol es el único amigo que tengo en esta soledad, muchas veces hablo con el árbol. Él me dice, «Estoy aquí, estoy aquí, yo soy la vida».

      Muchas veces omitimos las grandes pruebas de vida que existen frente a nosotros, pruebas de que estamos vivos, de que podemos hacer lo que queramos, de que podemos comportarnos como si tuviéramos salud, éxito y dinero.

      Date cuenta de lo que te rodea, todo está ahí señalándote, lo fácil que es vivir, lo sencillo que es adoptar una postura de éxito, sea cual sea tu situación personal, económica o sentimental.

      Siempre adopta una postura de éxito, ésta te acarreará sólo cosas buenas a tu vida. Al hacerlo, tu cerebro entenderá lo que le estás pidiendo y lo realizará.

      Recuerda que, mientras más hables, escuches, sientas y visualices lo malo que es algo, crearás más de eso. Si sólo piensas en la pobreza, eso tendrás; si piensas lo desafortunado que eres, seguirás siendo desafortunado. Mientras más te repitas las cosas, sucederán una y otra vez. ¿Por qué no lo cambias? ¿Por qué no sólo piensas en las cosas buenas que deseas? Si lo haces, en algún momento sucederán.

      También evita ver y escuchar noticias negativas (que, por desgracia, abundan en los canales de televisión y estaciones de radio). Si lo haces, sólo te traerá rencor, ira y depresión.

      Y son varios los estudios que sustentan lo anterior. El doctor Richard Restak, en su libro Nuestro nuevo cerebro, afirma que:

      La mera visualización de imágenes de violencia o agresión, como las que rutinariamente nos presentan la televisión y el cine, es suficiente para activar la corteza prefrontal. Esta región está en contacto con los centros de emotividad del cerebro, los cuales son los responsables de que un humano tenga reacciones, ya sean violentas o apacibles.

      En las personas con actitud optimista, la actividad cerebral más intensa se ubica en la corteza prefrontal izquierda. También se observa una inhibición de las amígdalas cerebrales, las cuales desempeñan un papel importante en la regulación de las reacciones emocionales. Mientras, en las personas infelices y vulnerables, sucede todo lo contrario: aumento en las funciones de las amígdalas y de la corteza prefrontral derecha. El hemisferio cerebral derecho está especializado en trabajar con imágenes, mientras que el izquierdo, con palabras, por eso, si se contemplan imágenes de accidentes o catástrofes, ello trastorna más la estabilidad mental que leer la descripción de los mismos acontecimientos en el periódico.

      Según recientes estudios en Neurología, las imágenes impresionan tanto al cerebro que el sujeto puede sentirse ansioso, deprimido o agresivo ante las personas que lo rodean. La sentencia que se desprende de todo lo anterior es clara: mientras más horas pasan viendo la televisión, más infelices, ansiosas, deprimidas o agresivas se encuentran las personas.

      El aumento de la agresividad y de los crímenes violentos se explica por lo mismo: el sujeto, al acostumbrarse a ver imágenes de sucesos violentos, se desensibiliza y tiene una sensación de que no es real lo que ve (o hace). Entonces, se produce una forma de distanciamiento, donde la persona ve una tragedia real como


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