Besos de seda. Verity Greenshaw

Читать онлайн книгу.

Besos de seda - Verity Greenshaw


Скачать книгу
olvidar o ser olvidada, así que era mejor prevenir. Claro, podría decirle que se había confundido con otra persona si llegase a reconocerla, pero no le apetecía explicarse. Ya tenía bastante con elucubrar una excusa para que no la echaran de allí.

      —Okey. Estoy en un asunto importante, así que no hagas ruido al limpiar lo que queda pendiente. Llega temprano en tu próximo turno y díselo a tu compañera o compañero que esté en el cronograma del edificio. —Bianca asintió—. Si vuelves a incurrir en un atraso o descuidas la pulcritud de mi sitio de trabajo, no volveré a mostrarme benevolente. Hazlo saber a tus compañeras que formen parte de la plantilla usual delegada para la limpieza en Jupiter Resources. ¿Queda claro? —preguntó cruzándose de brazos. Esa mañana llevaba el cabello rojizo en un tocado bajo que hacía relucir sus ojos celestes, y los pómulos altos de su rostro.

      —Muy claro, señorita Morgan-Scott —murmuró mirando de soslayo a Jacynth—. Gracias por su comprensión.

      Hailey asintió.

      —Bianca, ¿puedo llamarte así? —preguntó sentándose tras el escritorio con superficie de vidrio templado y detalles de madera blanca.

      Hailey era una mujer que destacaba por su elegancia, así como por la tonalidad de su cabello. La estructura ósea que le había otorgado la naturaleza le hubiese servido mucho si hubiera elegido ser modelo de lencería o actriz. Sin embargo, eran los negocios, la adrenalina de las posibilidades y las estrategias para conseguir sus metas, lo que ella anteponía a la belleza. Su ropa, su postura, así como sus maneras frente a los demás eran parte de una máscara bien trabajada.

      Casi nadie la conocía de verdad.

      Existía gracias a su motivación profesional, pero se sentía más sola que nunca, a pesar de vivir en una propiedad que costaba más de veinte millones de dólares en el Upper East Side de Manhattan. Su mejor amigo, Marlo, solía ser su paño de lágrimas y su motor motivacional, sin embargo, procuraba no aprovecharse de ese hecho y trataba de salir a flote por su propia cuenta. También colaboraba como asesor externo en la compañía para asuntos de ética ambiental, pero lo hacía más bien porque para ella era importante contar con el respaldo o el consejo de Marlo cuando sus días resultaban atroces. Él pasaba la mayor parte del tiempo como profesor en NYU, aparte era gran amigo de la familia Morgan-Scott y una excelente tapadera cuando la madre de Hailey intentaba hacerla cambiar de opinión sobre tener hijos y casarse.

      —Sssí, claro —replicó Bianca con una sonrisa tímida. Se sentía un poco deslumbrada, y trataba de esconder esa reacción.

      Por otra parte, no quería tener otro contratiempo laboral. Necesitaba el dinero, y el mercado era competitivo, en especial si la preparación académica no llegaba hasta el grado universitario. Cuando te convertías en una paria social, las puertas conocidas se cerraban en tus narices y las oportunidades en relación a los trabajos que podías elegir eran limitados, mal pagados y sin condiciones legales apropiadas.

      —Bien, puedes llamarme Hailey, como hace todo el mundo aquí —dijo con frialdad—. Eso es todo por el momento. —Rodeó el escritorio y procedió a encender el ordenador. Miró a Jacynth—: Registra lo que tengo que hacer para el resto de la jornada, porque nos queda por delante un día complicado y ya voy retrasada.

      Empezó a darle las instrucciones del día a su asistente, tratando de ignorar las ganas de saber más de la mujer que empezaba a moverse con agilidad en las inmediaciones de su oficina. Iba a pedir el archivo de esa compañía de limpieza, Smiley Cleaning, al final del día, decidió, mientras Jacynth verificaba notas en el iPad.

      ***

      Bianca activó el auricular a través del cual su coordinadora le marcaba el momento en que tenía que abandonar una estancia o piso para continuar con el siguiente. Era una forma eficiente por si a alguna de las empleadas se les iba el tiempo de las manos. Ella, que solía soñar despierta, consideró que era más que bienvenido ese modo de comunicación adicional.

      Estaba agotada, no solo física, sino también mentalmente. Llevaba horas sin dormir, y no había tenido tiempo de desayunar. Llegó tarde a limpiar las oficinas de Jupiter Resources, porque no era su turno hacerlo ese día, sino que recibió la llamada súbita a las siete de la mañana para reemplazar a una de sus compañeras. Echar bajo el bus a su empleadora y coordinadora, Mallory, por ser desorganizada, no era en absoluto un movimiento inteligente, así que cuando Jacynth le dijo que iba a despedir a la empresa de limpieza, entró en pánico. Hailey Morgan-Scott tenía fama de ser fría e indolente, por eso Bianca consideraba que había corrido con suerte esa mañana. Bien pudo haberla despedido. Las mujeres en esa posición privilegiada, recordaba muy bien a su madre, solían ser indiferentes a las necesidades de quienes subsistían a base del día a día.

      Tampoco es que Bianca tuviera solo dos empleos de media jornada, no. Trabajaba en tres sitios distintos, y uno de ellos incluía los fines de semana. Las fiestas en hoteles o casas particulares generaban muy buenos ingresos financieros si eras una camarera eficiente, recordabas las órdenes de comida o bebida de los invitados, y te movías sin causar distracción. Ella era experta en ganarse la sonrisa y apreciación de los comensales. Sonreía por fuera, porque su historia era más bien de aquellas que era preferible olvidarlas porque las cicatrices no eran leves.

      Con lo que ganaba, Bianca lograba pagar la renta, el boleto del metro, y también la calefacción en los meses de invierno. Lo más importante era que el dinero le servía para afrontar la residencia de ancianos de sus abuelos. No podía dejarlos en la calle, menos cuando fueron quienes le tendieron la mano y la acogieron el día en que su mundo, tal como lo conocía desde que tenía conciencia, se hizo añicos.

      No permitir que echaran a sus abuelos maternos, Moira y Bruno, de la casa de cuidados era el único motivo por el que toleraba los abusos que, en relación a horarios laborales, solían cometerse con ella o sus compañeras de trabajo que tenían una situación financiera tirante. Llevaba casi dos semanas sin visitar a sus familiares, porque aceptó un par de trabajos extra por horas como camarera en un par de eventos y los horarios de visitas no coincidían con los momentos que Bianca tuvo libre.

      Moira tenía artrosis, y Bruno sufría de demencia senil. Ambos habían sido considerados «parias» por el padre de Bianca, Brentt, al haber apoyado a su única nieta, y heredera del imperio cosmético Levesque, cuando esta anunció que estaba cansada de vivir bajo los estándares de la sociedad, que no podía esconderse y pretender ser feliz cuando le gustaban las mujeres, y no los hombres.

      Eso fue seguido de la ruptura de su compromiso matrimonial con Vladimir Petrovsky, un acaudalado ruso con múltiples negocios internacionales y con base en Estados Unidos. El escándalo apareció en todos los tabloides de sociedad. La declaración, hecha en una noche de Navidad, había marcado el inicio de una larga batalla emocional de Bianca. Vladimir, contrario a lo que ella hubiera esperado, a pesar del shock que representó la situación, la apoyó y se alejó amigablemente de ella.

      Sin sus abuelos maternos, ella no hubiera podido sobrevivir. Por eso, ahora que podía pagarles de algún modo su amor y apoyo, le parecía incluso muy poco lo que era capaz de entregarles en comparación a lo que el bienestar de ambos representaba en su existencia día a día. Y es que los horribles momentos que siguieron aquella noche de Navidad todavía escocían….

      Ella necesitaba el dinero de sus empleos como aire para respirar. Imaginaba que ese desespero por llegar a fin de mes sería, durante un par de años más, la tónica de su vida. Su sueño de ser diseñadora de moda resultaba una burla cuando apenas tenía ingresos para comprar material. «Algún día», solía decirse a sí misma para no perder la ilusión. «Al fin y al cabo, soñar es gratuito».

      —Bianca, ya te toca ir al piso cinco. Los lavabos y aseos —le dijo por el auricular la coordinadora que se encargaba de que todas las empleadas de Smiley Cleaning siguieran la ruta correcta cada día—. Me alegro de que no te hayan despedido hoy. Estoy segura de que el dueño estará satisfecho de no perder a Jupiter Resources.

      —De acuerdo. Son buenas noticias, supongo —murmuró Bianca en tono bajito.

      Apagó el discreto auricular, porque no le apetecía


Скачать книгу