Castillos en la arena - La caricia del viento. Sherryl Woods

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Castillos en la arena - La caricia del viento - Sherryl Woods


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      –Pues claro, ¿por qué me preguntas eso? –no entendía la actitud de su hermana.

      –Porque eres humana, igual que todos los demás, y la verdad puede doler a veces. ¿Te acuerdas de cuando hablamos por teléfono la semana pasada, y me molesté cuando bromeaste diciendo que soy igualita a papá? Es la pura verdad, pero no me hizo ninguna gracia escucharlo.

      –¡Pero si hace años que te lo decimos! ¿Por qué te molestaste?

      –Porque en los últimos tiempos he empezado a sentirme insatisfecha. Creo que quiero algo más que un trabajo estresante que me absorbe día y noche.

      –¿Lo dices en serio?

      A Emily le costó creer que aquellas palabras hubieran salido de boca de una mujer cuya dedicación al trabajo siempre había sido total; de las tres hermanas, Gabi siempre había sido la más centrada en su carrera profesional, y eso que ni Samantha ni ella misma eran unas flojas a la hora de ir a por sus metas.

      –Es increíble, ¿verdad? –comentó Gabi.

      –¿Es por el tipo ese con el que estás saliendo? ¿Estás enamorada?, ¿estás planteándote fundar una familia con él?

      Su hermana vaciló por un instante, pero al final negó con la cabeza y admitió:

      –No, creo que no; a ver, a lo mejor podríamos ir en esa dirección, y ha sido fantástico contar con alguien que está ahí al final de la jornada, alguien que entiende lo importante que es mi trabajo para mí y que no se enfada si tengo que quedarme hasta tarde en el despacho. Nos llevamos bien, es una relación cómoda y sin complicaciones.

      –No has mencionado la pasión.

      Gabi se ruborizó, pero admitió sonriente:

      –Hay pasión de sobra, te lo aseguro.

      –Parece una relación ideal.

      –¿Verdad que sí?

      Emily frunció el ceño al ver que no parecía demasiado convencida.

      –Si todo es tan ideal, ¿por qué no se te ve más contenta?

      –No tengo ni idea.

      –Eso quiere decir que hay algo que no acaba de convencerte, yo creo que tendrías que intentar averiguar lo que es.

      –Sí, tienes razón. Bueno, dejemos el tema. Has conseguido desviar la conversación para que dejáramos de hablar de ti, así que está claro que no te apetece demasiado que te dé mi opinión acerca de cómo has cambiado.

      –Tendría que haberme dado cuenta de que no ibas a olvidarte del tema, tu cerebro es como uno de esos teléfonos nuevos tan sofisticados que te avisan cuando tienes alguna tarea pendiente.

      Gabi se echó a reír.

      –Esos trastos son un regalo caído del cielo… y sí, mi mente es así. A ver, ¿quieres que te dé mi opinión? ¿Sí o no?

      –Sí –aunque se sentía un poco reacia, tenía la sensación de que le vendría bien oír las opiniones de su hermana. Se sentía capaz de encajarlas bien, aunque la cosa habría sido muy distinta si se tratara de Samantha en vez de Gabi.

      –Yo creo que has llegado a un punto de inflexión en tu vida, uno muy importante. Puedes tener una carrera profesional extraordinaria, hacer como yo y dedicarle las veinticuatro horas del día al trabajo, o puedes intentar buscar un equilibrio.

      –¿Seguro que ya no estamos hablando de ti?

      –Sí, lo que pasa es que puede aplicarse el mismo concepto –le sostuvo la mirada al añadir–: La diferencia está en la dulzura que tenías años atrás, cuando estabas con Boone. Sí, eras ambiciosa, pero estabas locamente enamorada de él, y eso atemperaba esa ambición. Ahora estás centrada al cien por cien en tu trabajo. Se te ve tensa, te has vuelto un poco dura. Estoy segura de que, si alguien te encargara un gran proyecto de diseño de interiores que tuviera que estar listo en poquísimo tiempo, lo harías sin inmutarte.

      –Dicho así, no suena demasiado positivo.

      –Es positivo si esa es la vida que quieres tener, pero a mí me gustaría volver a verte realmente feliz. Me encantaría verte reír como cuando estabas con Boone, cuando os escabullíais en medio de la noche. No sé cómo explicarlo, pero se te veía… relajada, feliz. Eras una mujer plena.

      –¿Estás insinuando que no puedo sentirme plena si no hay un hombre en mi vida? –le preguntó Emily con indignación.

      –Claro que no. Lo que digo es que tú, Emily Castle, no puedes sentirte plena sin esa profunda felicidad que irradiabas cuando estabas con Boone. No sé, puede que el trabajo logre proporcionártela algún día, pero por ahora me parece que no es así –se encogió de hombros antes de admitir–: A mí me pasa lo mismo, y créeme cuando te digo que yo soy la primera sorprendida.

      Emily reflexionó sobre lo que acababa de oír. Gabi había acertado al pensar que sus palabras iban a herirla, pero era innegable que reflejaban la realidad. Hacía mucho que no era feliz al cien por cien, que no sentía esa felicidad embriagadora y liberadora. Era increíble que no se hubiera dado cuenta, que no se hubiera percatado de que ni todos los éxitos del mundo ni todos los encargos que recibía gracias a su talento la hacían sentir realmente plena. Los trabajos que aceptaba ponían a prueba sus aptitudes, pero no le daban la satisfacción que, en su opinión, debería proporcionar una profesión.

      Gabi posó una mano sobre la suya antes de preguntar:

      –No te has enfadado conmigo, ¿verdad?

      –Claro que no, te has limitado a decir lo que ves.

      –A lo mejor me equivoco –insistió su hermana, en un claro intento de quitarle hierro a sus palabras.

      –Me gustaría que fuera así, pero la verdad es que has acertado de lleno. El problema es que no sé cómo cambiar las cosas, no puedo pasar a tener una nueva vida solo con chasquear los dedos.

      –¿Estás segura de eso? Puede que solo tengas que chasquearlos cuando la persona adecuada esté cerca.

      –¿Te refieres a Boone?

      –Exacto.

      –¿Aún piensas que es el hombre adecuado para mí y que yo soy la mujer adecuada para él, teniendo en cuenta el daño que le hice y todo lo que ha sufrido en los últimos tiempos?

      –Da igual lo que yo piense… y también da igual lo que piensen la abuela y Samantha, aunque te adelanto que las dos están de acuerdo conmigo. Lo único que importa es lo que pienses tú.

      –Y Boone. Su opinión también es fundamental en todo esto, y está bastante molesto conmigo.

      –Es comprensible.

      –Sí, pero justo por eso estamos hablando de una batalla muy dura.

      –La Emily con la que me crie no se achantaría ante las dificultades.

      –Pero esa Emily ya no existe, tú misma acabas de admitirlo.

      –Yo creo que aún sigue ahí, solo tienes que encontrarla –le aseguró Gabi, sonriente–. Has aprendido a luchar para conseguir trabajos cada vez más grandes, ¿no? Pues ahora tienes que recordar cómo se lucha por una relación.

      –¿Y qué pasa con Boone?, ¿crees que aún existe el hombre que estaba locamente enamorado de mí?

      –Claro que sí, cielo, eso lo sabe cualquiera que os vea juntos. Las chispas que saltan entre vosotros bastarían para incendiar el pueblo entero, lo que pasa es que él está luchando con todas sus fuerzas por contenerlas.

      –Y con razón –admitió Emily, descorazonada–. ¿Qué pasa si al final no puedo renunciar a mi carrera y vuelvo a irme?

      –Si hicieras eso, serías una idiota. Yo no creo que vayas a perder nada; al contrario, puedes ganarlo todo –le apretó la mano en un gesto cariñoso, y añadió–:


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