Decadencia. Adrian Andrade

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Decadencia - Adrian Andrade


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muerte de su hija, mucho menos permitir tal tragedia. No cabía duda que algo había muerto en el interior de Loick.

      La última vez que había llorado había sido cuando su esposa murió. Ante la ausencia de una madre, Loick no tuvo opción que hacerse cargo de Letty y arrebatarle su típica adolescencia en conjunto con sus planes universitarios al integrarla a la plantilla laboral del CISP.

      Poco sabía de su relación secreta con Drex, de hecho era una relación prohibida porque Letty apenas era una menor mientras Drex casi le doblaba en edad. Hasta eso era un buen hombre, obediente hasta la última palabra, a excepción de la orden de no tener ninguna clase de contacto con su hija, una orden extraoficial para ser justo ya que en sí eran celos de padre.

      Unos pasos se detuvieron cerca de Loick. Tras alzar la mirada se encontró con Romina, quien no tenía la menor idea de cómo procesar lo que tenía enfrente. Al menos toto el escandalo generado por las alarmas y las luces emergentes se habían detenido.

      —Lo lamento mucho Loick.

      Romina se dejó llevar por el sentimentalismo y le tocó el hombro en señal de comprensión. Ambos detestaban el contacto físico pero la gravedad de la situación lo ameritaba. Loick mantuvo la mirada en su hija, ahogándose en su dolorosa incapacidad de poder sostenerla en sus brazos.

      —Averiguaré la identidad de ese maldito desgraciado y te juro que lo quemaré vivo. No descansaré hasta verlo consumirse por su propio infierno.

      —Y yo estaré a tu lado para cumplirlo —agregó Romina mientras Loick se alzaba de pie—. No estás solo.

      Antes de que Loick pudiera rechazar su innecesaria compasión, una oleada de gritos de horror revuelta con gruñidos semejantes a bestias fueron desatados detrás de los muros del cuadrante suroeste del CISP.

      —¿Qué es eso?

      —Eso Capitana Torres, es el sonido de la muerte aproximándose. Romina sostuvo la ametralladora en alto.

      —¿Sus órdenes Jefe?

      —Nos surtiremos de armas, explosivos, raciones, todo lo que podamos encontrar y cargar y ayudaremos a los sobrevivientes con los que nos topemos rumbo al norte.

      —¿El Cuarto de Pánico del Cuadrante Noroeste?

      —Así es.

      —¿Crees que todavía funcione?

      —No tenemos alternativa —susurró.

      —A la orden Señor.

      De inmediato Romina se colocó en su papel de soldado y junto con Loick corrieron hacía la Bóveda de Armamento establecido detrás del Sector de Monitoreo y Seguridad.

      —Debemos apurarnos, no tenemos mucho tiempo.

      —Dame un minuto —tras proveerse personalmente, tomó una bolsa y la repletó de distintas armas hasta que no cupo nada más.

      Un tumulto continuaba reinando alrededor del Centro de Operaciones del cual ahora se encontraba aún más invadido a consecuencia de que las fronteras entre los distintos cuadrantes habían sido abiertas.

      —¡Silencio!

      Ante la advertencia de Romina, la muchedumbre guardó silencio.

      —CISP ha sido neutralizado, y para nuestra desventaja —señaló hacía el cuarto con las cápsulas de escape—, la plataforma de evacuación está obsoleta y fuera de nuestra reparación. Nuestra alternativa es dirigirnos hacía el norte.

      Ante el estremecimiento del suelo, Loick detuvo su plan de acción. Romina observó hacía algunos de los programadores presentes tratando de conseguir una respuesta en sus inquietantes rostros.

      —¡Qué diablos! —dejó escapar Loick al sentirse otra vez.

      —Son los conductos de gas por debajo de nosotros ¡se sobrecalentaron!

      En cuanto uno de los programadores alertó, el ovalado centro sufrió unas rupturas momentáneas de las cuales brotaron llamaradas de humo y fuego hirviente seguido de un letal desprendimiento hacía la profundidad desconocida.

      El pánico volvió a retomarse entre los sobrevivientes quienes hacían lo posible por sostenerse de las colpasantes extremidades antes de ser acarreados por el inevitable desplome.

      —¡Agárrate fuerte!

      Loick tenía bien sujetada a Romina entre el rotundo caos.

      —¡Te voy a columpiar hacía los extremos! ¡Estás lista!

      —¡Siempre!

      Loick dio su máximo esfuerzo y tras varias columpiadas, Romina logró sujetarse de un borde todavía intacto. La plataforma volvió a estremecerse y las grietas comenzaron a extenderse.

      —¡Debemos irnos pero ya!

      Ante el emergente apuro, Romina sólo se levantó para volverse tropezar y en su descuido la mochila de armas y municiones salió disparada hacía el otro extremo.

      —¡La mochila!

      —¡Déjala! —Loick la alzó de uno de sus brazos y casi la jaloneó en su regreso a Recepción.

      —Todavía podemos…

      —¡No hay tiempo!

      El estremecimiento regresó con una implacable furia de la cual nadie de los presentes en aquella central logró zafarse. Ni siquiera Loick y Romina pudieron ser la excepción, cuando menos lo anticiparon, el camino se les había derrumbado y en cuestiones de segundos habían desaparecido entre los constantes torbellinos de humo y polvo que brotaban de la nueva fosa.

      I

      El profundo sueño de Heros había sido interrumpido ante el estallido de diversos sucesos ocurriendo con simultaneidad entre sí. Las mamparas se estremecían a su alrededor junto al resto de los muebles y sus pertenencias, tanto personales como laborables, de su alojamiento privado.

      La desafiante insistencia de las alarmas no lo dejaba asimilar el reciente infierno en donde parecía haberse despertado. Apenas podía recordar lo de anoche, por lo que pensar en el presente se le dificultaba, así que optó por dejarse llevar por los instintos e inmediatamente se vistió con el uniforme de guerra.

      La mayoría a bordo del Sentry Shuttle solía vestir de pantalón y camisa blanca con los accesorios básicos de color gris para crear un agradable contraste. Heros también portaba el mismo uniforme blanco pero con la implementación de varias líneas verticales alrededor de su atuendo, combinándose con su chaleco ligeramente metalizado.

      Del mismo modo sus botas, guantes, cinturón, rodilleras, coderas y lentes compartían aquel tono grisáceo que conforme le daba la luz, se desenvolvía en matices que iban de lo claro a lo oscuro. Por el debido momento, los múltiples bolsillos en su armadura donde guardaba toda clase de instrumentos o herramientas se encontraban vacíos dado que este evento desafortunado lo había agarrado desprevenido.

      Los únicos quienes diferían de portar estos colores, eran los oficiales de mando, para ellos se les habían asignado el color azul para diferenciarlos ya que nadie solía prestarles atención a las insignias brillosas. Conforme el azulado iba tornándose en cobalto, marino o petróleo; representaba el grado de superioridad del tripulante.

      Encontrarse a un hombre enteramente vestido de un negro formal podría significar estar ante la presencia de un Almirante o Vicealmirante. Con respecto a las demás divisiones de la Facción Replicante, la distinción se daba mediante el empleo de otros colores bajo el mismo modelo claroscuro.

      Heros trató de mantenerse con rectitud conforme se deslizaba por el pasillo de los camarotes. Le parecía lo bastante complicado porque la nave no dejaba de zangolotearse. Las explosiones eran constantes e impredecibles, que hubo momentos que tuvo que aferrarse de uno de los tubos para no caerse como fue el caso de uno que otro despistado.

      Bajo esta clase de circunstancias no se era prudente tomar el elevador, aunque tampoco se recomendaba aventurarse por las escaleras


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