Actores sociales, acciones colectivas y transformación social. Brayan Álvarez Valeria
Читать онлайн книгу.en la comunidad y la prioridad de estas, se logra reconocer líneas de acción interna y externa que comprometen directamente a los involucrados para cumplir de forma asertiva con los propósitos y objetivos establecidos colectivamente. Por lo tanto, la labor del investigador no resulta ser efímera; por el contrario, genera un valor o aporte práctico en el manejo y gestión de los recursos, la planeación de los proyectos y las actividades futuras de la comunidad.
Del mismo modo, es posible establecer que los espacios académicos de Proyecto I, II y III permiten un acercamiento de los estudiantes a la perspectiva metodológica de la IAP dentro de sus procesos de formación profesional, en la que pueden desarrollar habilidades que les permiten generar procesos de planificación, gestión e implementación conjunta con las comunidades u organizaciones, además de desarrollar nuevos esquemas procedimentales que permitan dar respuesta a diferentes problemáticas sociales que involucren a todos los actores necesarios para su implementación. En este sentido, la proyección social en la Facultad de Sociología se perfila como un complemento dentro de la formación integral de los sociólogos tomasinos.
Conclusiones
Las metodologías participativas exponen los diversos cambios en la forma de comprender la investigación social, encontrando de entrada la manera de concebir el papel del investigador pasando de una relación sujeto-objeto a la de sujeto-sujeto, que enfoca la investigación en el poder transformador del conocimiento situado dentro de una relación más emancipatoria.
En términos éticos, se cambia la relación con las comunidades más allá del extractivismo epistemológico, pues el investigador asume un rol comprometido con el cambio social, llevando un proceso con las comunidades y retornando los hallazgos y resultados de la investigación permanentemente.
En la parte metodológica, este proceso ha permitido explorar otro tipo de técnicas y herramientas de investigación acordes a las realidades sociales latinoamericanas desde un componente que parte de las prácticas, los relatos y las vivencias de los sujetos, dando mayor importancia en la mayoría de los casos al enfoque cualitativo. Es claro en este caso el uso de la cartografía social, el mapeo de actores, las historias de vida, los registros de campo y los talleres.
Lo ontológico brinda una nueva forma de concebir las problemáticas sociales en la que los análisis de corte histórico-hermenéutico vuelven a tomar fuerza desde las perspectivas críticas latinoamericanas, que permiten comprender la vida humana y que orientan las prácticas y las experiencias hacia la formación de teorías y metodologías basadas en estructuras simbólicas de cada realidad particular.
Finalmente, tener en cuenta cada uno de los elementos mencionados permite comprender la investigación social desde otros lugares de enunciación académica, que propenden por relaciones más horizontales, abiertas y democráticas entre la academia y las comunidades, dando posibilidades de encuentro en torno al bien común e, incluso, a la reciprocidad. Esto tiene lugar a través de un constante reto en la Facultad de Sociología de la Universidad Santo Tomás, al procurar tener en mente la articulación entre la teoría y la praxis en compromiso con la comunidad y de acuerdo con lo que se concibe como Proyección Social.
Referencias
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Pedagogías para la construcción de paz desde la escuela
CATHERINE DAIARA PINILLA PALACIOS
JHON ALEXÁNDER IDROBO VELASCO
Introducción
La idea de paz y su construcción social se ha revisado desde diferentes puntos de vista con ciertas similitudes en cuanto a su significado; en este documento, se va a asumir la paz como producto de los esquemas sociales, liberales y con principios morales que todo individuo tiene derecho a gozar, incluyendo los derechos humanos y de su cultura, evitando los actos violentos (Jares, 1999, citado por Meneses & Reyna, 2015). En ese sentido, se hablará de la generación de condiciones de posibilidad en las que cada sujeto pueda desarrollarse en el marco de la libertad, evitando ser lesionado en cualquiera de los aspectos. Esta forma de comprender la paz permite la articulación con los escenarios escolares en los que las formas de ser individuales transitan por la normatividad institucional y, de entrada, ya hay un tipo de reacción frente a la forma de presentar el “ser libres” o incluso la noción de “convivencia”, que ha exigido transformarla en la “vivencia con el otro”; en otras palabras, permite generar un discurso que no pasa por algún tipo de imposición, sino que es alternativa a los propios contextos.
Adicionalmente, al referirse al concepto de paz, se deben tener en cuenta tres ámbitos de interacción, como lo menciona Galtung (citado por Meneses & Reyna, 2015): la paz como sinónimo de justicia social; la paz como superación de la violencia en realidades sociales perversas, comenzando por la que tiene relación con las necesidades básicas, deseos y objetivos personales y, finalmente, la paz como total realización y mejoramiento de las potencialidades humanas. Allí se puede evidenciar la relevancia del trabajo en la escuela y la importancia de generar espacios de construcción colectiva de este tipo de apuestas. Teniendo en cuenta los tres ámbitos propuestos por Galtung, estos se viven de forma marcada en los espacios educativos, dando la oportunidad de trabajar en la transformación de ciertas prácticas sociales que hasta ahora se han venido naturalizando. De este modo, la sociedad no solo debería pensar en “algo que decir”, sino también en “algo que hacer” con relación a la construcción de la paz; debería ser un derecho y un deber de cada uno, de tal forma que se pueda materializar la paz como una responsabilidad moral que pueda exigirse a nivel local, regional y global.
En vista de que la paz lleva consigo un aprendizaje social, es necesario que la educación proporcione herramientas para que los y las estudiantes entiendan el complejo mundo en el que viven, haciéndolos partícipes de forma realmente democrática, y que se les forme para que puedan construir conjuntamente un sistema de valores en el que estén integrados la tolerancia, la justicia y el respeto a las diferencias, con el fin de vivir en armonía (Monclús & Sabán, 2008). Esto sería adicional a lo que usualmente se imparte en la educación formal, puesto que en todos sus niveles (Preescolar, Primaria, Bachillerato, Básica Media y Universitaria) ha sido un factor fundamental en el desarrollo socioeconómico, político y cultural de los países e incentiva el aumento de las posibilidades competitivas internacionales a futuro (Aguirre, 2016), pues así se forma para la producción y no para la felicidad. Esta última alternativa parece