El desarrollo y la integración de América Latina. Armando Di Filippo

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y politólogos de la Cepal

      También quedó abierta la posibilidad de examinar a partir de los desequilibrios económicos anticipados, los temas de la equidad en la distribución de los frutos del progreso técnico como una condición necesaria para la ampliación y profundización del proceso de democratización.

      Este fortalecimiento de los procesos democráticos era evidente en Europa Occidental a partir de los años cincuenta, estimulado por el surgimiento de la Comunidad Económica Europea, y por el proceso de descolonización impulsado al amparo de los principios de la Carta de las Naciones, de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, y de otros manifiestos semejantes, de decisiva gravitación en el mundo de posguerra. La Cepal, dada su pertenencia a la ONU no podía ser ajena a este influjo.

      Capitalismo y estructura social

      En estos trabajos Medina primero acepta la necesidad de la industrialización latinoamericana a partir de lo que denomina “los métodos del industrialismo occidental”; segundo, introduce el concepto de capitalismo y de estructura social, fortaleciendo por esta vía la referencia a un tipo ideal que había sido fugazmente mencionado por Prebisch en el primer capítulo del Estudio. Lo hace aplicando la visión weberiana a la realidad latinoamericana: “Todo lo que, con distintos giros, se dijo acerca de la actividad económica en sus relaciones con los caracteres y motivaciones humanos, y con los usos, tradiciones y vigencias de una sociedad, equivalía a plantear en forma inversa, y a veces puramente descriptiva, el tema que hizo clásica la investigación Weberiana con referencia al capitalismo. ¿Cuáles son las condiciones sociales que hacen posible el funcionamiento de este sistema? Reiterar la misma pregunta desde el punto de vista del desarrollo económico de nuestros días supone continuar una tradición de rigurosa precisión conceptual”.

      Medina, además, introduce el concepto central y multidisciplinario de instituciones, incluyendo en ellas “las estructuras morales y

      Contribuciones a la ELD no vinculadas a la institucionalidad de Cepal

      Entre las más importantes contribuciones a la ELD no directamente vinculadas a la institucionalidad de la Cepal deben mencionarse los trabajos de Sergio Bagú (1949 y 1952), historiador argentino, que contribuyó tempranamente a formular las bases históricas de la corriente, así denominada, “dependentista” de América Latina a la que aludiremos en próximas secciones de esta reseña.

      Sergio Bagú fue el primero en rechazar categóricamente el trasplante mecánico y acrítico de las categorías de análisis europeas a la comprensión del desarrollo latinoamericano. Rechazó ante todo la idea de una América Latina feudal, popularizada por algunos autores marxistas (Puigróss 1940) y acuñó el término capitalismo-colonial para referirse a las modalidades de estructuración de las zonas de exportación de materias primas desde el período colonial: “La economía que las metrópolis ibéricas organizaron en América fue de incuestionable índole colonial, en función del mercado centro-occidental europeo. El propósito que animó a los productores luso-hispanos en el nuevo continente tuvo igual carácter” (…). “No fue feudalismo lo que apareció en América en el período que estudiamos, sino capitalismo colonial. No hubo servidumbre en vasta escala, sino esclavitud con múltiples

      matices, oculta a menudo bajo complejas y engañosas formulaciones jurídicas” (…). “Iberoamérica nace para integrar el ciclo del capitalismo naciente, no para prolongar el agónico ciclo feudal” (Bagú 1993: 85-86).

      1 Esta explicación es coherente con algunas desarrolladas posteriormente por la escuela regulacionista francesa en relación con el régimen fordista europeo. Una preocupación central de esta corriente de pensamiento ha sido el tema de las ganancias de productividad, sin embargo, ninguno de sus autores principales reconoció a la ELD, o a Prebisch en particular, las aportaciones mucho más tempranas efectuadas sobre ese tema.

      2 Tras largos y ácidos debates entre los economistas neoclásicos de los centros y los “estructuralistas” de América Latina, la veracidad de la tesis del deterioro de los términos del intercambio pasó a ser una cuestión fundamentalmente empírica, y en la polémica fueron estos últimos, los que emergieron victoriosos. En efecto, posteriormente, los datos demostraron la tendencia al deterioro de la relación real simple de intercambio (precios relativos) de los productos primarios respecto de las manufacturas. Respecto de la relación doble factorial de intercambio, (la que pretendía comparar los cambios en la productividad (e ingresos) de los productores con los cambios en los precios de los productos), las dificultades de medición eran mayores, pero también se acumuló evidencia tendiente a verificar las hipótesis del deterioro formuladas por Prebisch, principal inspirador de las ideas de la Cepal en este período (Di Filippo 1987).

      3 En el prólogo del propio Medina a la reedición de dicho trabajo en el año 1973, se observa: “Empiezo así por destacar dos hechos que me parecen significativos o merecedores al menos de alguna atención. Uno –el más importante sin duda– es el que se refiere a las fechas en que estos trabajos fueron siendo publicados. El primero data del mes de agosto de 1955, lo cual significa, hecha la adición del tiempo consumido en las tareas preparatorias y no solo las de orden de pensamiento, que la Cepal se adelantó enérgicamente a otros organismos en la tarea de enfrentarse y tomar en cuenta la vertiente social del desarrollo económico, como había de reconocer la propia Flacso en el breve prefacio de la edición mencionada y admitirse más tarde en otras declaraciones de propios y extraños. El segundo hecho que interesa poner de relieve concierne al carácter prevenido con que aparecían estas primeras aportaciones, cautela que hoy pudiera juzgarse excesiva y que delataba el mismo término de “aspecto”, preferido notoriamente por aquel entonces. Puede ahora declararse sin apocamientos que tales cautelas o prudencias obedecían a la exigencia táctica de penetrar en lo que aparecía como el coto cerrado de los economistas”. José Medina Echavarría. 1973. Aspectos Sociales del Desarrollo Económico, Cepal, Serie conmemorativa del XXV aniversario, Santiago, febrero, página xi.

      4 “El desarrollo económico es un proceso de cambio inducido que obliga a preguntarse no solo por los efectos primarios o queridos, sino asimismo por los secundarios o imprevistos. O, como antes se dijo, el cambio económico repercute, quiérase o no, en las demás instituciones que componen la estructura social. ¿Son previsibles esas repercusiones? Para no insistir en estos planteamientos abstractos, que luego habrán de reiterarse, el problema más concreto respecto de la situación de los países subdesarrollados se ha visto de diversas maneras, pero una de las fórmulas más plásticas y directas se formula así: es necesario que esos países logren modernizarse con los métodos del industrialismo occidental, sin que por ello tengan que pagar el precio que abonaron las naciones de Occidente por su revolución industrial. Dicho en otra forma, conviene que la “industrialización no destruya la estructura moral y social de los recién llegados, como fue el caso en los viejos países industriales” (E. Heimann). “Esta es la idea que, en una u otra forma preside la preocupación por los efectos sociales del desarrollo económico” (Medina 1973: 12 y 13).

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