Universidades, colegios, poderes. AAVV

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relación con otros investigadores. Esta comunidad se divide en sectores, no cerrados, sino amplios, flexibles; cada investigador se relaciona con quienes cultivan su campo y otros cercanos. Son como «colegios invisibles» que se reconocen entre sí; no incluyen a todos los titulares de una asignatura, sino a quienes laboran con resultado en un sector –que se extiende al plano internacional–. Por razones geográficas y cercanía del campo investigado se forman grupos –los programas del ministerio también cohesionan equipos, a veces una revista–. Nada que ver con los grupos de presión y reparto de puestos que había en nuestras universidades; menos aún con las antiguas cátedras jerarquizadas… En historia de las universidades se formaron varios grupos, con una investigación continuada, crítica, sin apologías provincianas –cosa que no suele ser usual–.

      En Valencia hubo dos etapas: en la primera conectamos con especialistas de historia de otras facultades y universidades. La segunda se inició en el congreso de 1987 –Claustros y estudiantes– gracias a la concesión de un programa del ministerio, conectado con el CSIC, que nos permitió reunirnos y viajar a México, Argentina, Chile… Se fijaron objetivos39 y se alcanzó un buen nivel de investigación sobre la historia de Valencia y de otras universidades… El grupo se consolidó, relacionado con otros centros. Ahora abordamos la primera etapa, dejamos la segunda para el futuro, donde veremos la formación y trabajo de estos grupos en distintas universidades.

      ***

      Recordaremos la prehistoria del grupo surgido en Valencia. En fecha temprana Mariano y José Luis Peset iniciaron sus estudios sobre las estructuras y enseñanzas de Valencia y Salamanca. Leyeron, ordenaron materiales de archivo y publicaron primeros resultados.40 Eran buenos tiempos para los historiadores, aunque por aquel entonces arreciaba la rebeldía de los estudiantes contra Franco. En la facultad de letras había profesores valiosos, Joan Reglà, Emili Giralt… Jóvenes doctorandos, Alfons Cucó, Sebastián García Martínez, Manolo Ardit, que creían y colaboraban en investigación. José María López Piñero formaba un grupo de medicina y ciencia, de bibliografía.41

      En 1969 López Piñero convocó a todos los historiadores al tercer congreso de historia de la medicina –con puertas abiertas, ponencias libres–.42 En él aparecieron algunos trabajos sobre historia universitaria. Un par de años después se convocó el primer y único congreso de historia del país valenciano, también abierto a todos.43 El almirante Julio Guillén Tato, conocedor de la historia náutica, abrió las sesiones para respaldar el uso del valenciano o catalán. Hubo de nuevo ponencias sobre historia de la universidad… Es curioso que en estos congresos se admitiera hasta tres ponencias por persona, señal de la dificultad de publicar que había. La universidad además de vigilada carecía de medios… A finales de la década, Juan García González mejoró las publicaciones, hasta entonces reducidas a mínimos: los discursos de apertura y los Anales.44

      Por estas fechas los hermanos Peset analizaron los índices condenatorio y expurgatorio del cardenal Gaspar de Quiroga para precisar el aislamiento y decadencia de la ciencia hispana.45 La inquisición contra judíos, erasmistas y protestantes limitó la circulación de libros, de ideas y pensamiento. Por otra parte, las universidades sufrieron honda caída de sus rentas, la corona no fundó ya nuevos estudios generales. Las cátedras de Salamanca, Valladolid y Alcalá eran ocupadas por los colegiales mayores, que pasaban pronto a mejores destinos en los consejos y audiencias, en cabildos y prelaturas: a fines del XVII se elimina la votación por los estudiantes… En Valencia se crearon pavordías en leyes, cánones y teología, clérigos con altos salarios de diezmos de la catedral que brillaron poco, aspirantes a canónigos y obispos. Decadencia y aislamiento en un marco general de crisis económica y guerras interminables,46 que culminarán con la invasión napoleónica y la independencia americana, y continuarán con guerras carlistas, alzamientos y juntas en los cambios de partido –en el XX, dos dictaduras y la guerra civil–. Brevísimo resumen de la historia de España.

      En la Europa del XVII se formaron academias científicas, contrapuestas al viejo saber, amurallado en las universidades. Hubo academias filosóficas y de arte desde el renacimiento en Florencia o Roma, pero los primeros avances de la nueva ciencia se debieron en buena parte a hombres aislados, como Copérnico o el canciller Francis Bacon, Descartes… La filosofía moderna surgió en estrecho contacto con las matemáticas y la física fuera de las aulas: Kepler, Gassendi, el oratoriano Malebranche y Pascal, Spinoza y Leibniz… En 1589 Gian Battista Della Porta reunió en Nápoles la primera Academia secretorum naturae. Años después el príncipe Aquasparta creó en Roma la Academia dei Lincei, más ambiciosa, que pretendía extenderse por todo el continente. La condena de Galileo las condicionó, aunque se fundaron otras, en 1714 la academia de ciencias romana en el palacio Poggi… Hubo tertulias o reuniones de científicos en los colegios de Oxford y Cambridge. En 1662 se unieron en la Royal Society of Sciences, aprobada un año después por Carlos II Estuardo «para gloria de Dios creador y utilidad del género humano», bajo la presidencia de Isaac Newton –solo Holanda y Estados Unidos adoptaron el modelo inglés–. En 1666 Luis XIV funda la Académie des sciences de París, más centralizada. Ambas instituciones orientarán las ciencias, junto a otras numerosas academias –también las escuelas militares–. En Alemania se crea en 1657 una academia en Schweinfurt, sin sede fija, itinerante; aceptada por el emperador se denominaría «Leopoldina». En Berlín, Federico I –a propuesta de Leibniz– erige la academia prusiana de las ciencias (1711), que engrandecería Federico II –en Gotinga otra ligada a la universidad–. En Rusia Pedro I inicia la academia imperial de las ciencias en San Petersburgo, aprobada por Catalina I en 1725. Después, la academia sueca en 1739 y la danesa en 1742; siguieron Múnich (1759), Bonn (1777). Portugal abrió su academia de ciencias en 1779. Víctor Amadeo III de Saboya en 1783 erigió la Accademia delle scienze. Una red múltiple y extensa, mientras las universidades procuraban introducir en sus aulas las nuevas ciencias.47

      En España hubo algunas tertulias o academias que se reunían y debatían sobre la nueva ciencia. La Regia sociedad de medicina y demás ciencias de Sevilla fue aprobada por Carlos II en 1700 y revalidada por Felipe V. El primer Borbón fundó las reales academias de la lengua y de historia, y aparecieron otras, la academia de medicina matritense o la medicopráctica de Barcelona, en Valladolid la Real academia de medicina y cirugía; en el colegio jesuita de Cordelles se reunían alumnos en una conferencia de física experimental, que con la expulsión se convirtió en academia de ciencias y artes. Pero hasta 1847 no se creó una academia de ciencias central, aunque hubo intentos del marqués de la Ensenada y del conde de Floridablanca. Se construyó el edificio del Prado, que al fin fue museo de bellas artes.48 La ciencia pugnó por entrar en las universidades, en los planes de Olavide o de Blasco, con escaso resultado; hasta Pidal no se separa una sección de ciencias en la facultad de filosofía, Moyano crea la facultad. Las polémicas de la ciencia española no deben ser desdeñadas, a pesar de las exageraciones en uno y otro bando.49

      Fue importante que José Luis Peset fuera a doctorarse a Salamanca, que trabajase sus claustros y papeles durante el reinado de Carlos IV.50 Y en 1974 Mariano y José Luis publicaron La universidad española (siglos XVIII y XIX),51 época que no alcanzaban las viejas historias de nuestras universidades, Vicente de la Fuente o Ajo Zúñiga; solo Antonio

      Álvarez de Morales había cubierto ese periodo.52 En aquel libro, tras una primera caracterización de las principales universidades, examinaban las reformas ilustradas –después las liberales–, centrados sobre todo en las facultades, en los profesores y escolares, en las ciencias y saberes que enseñaban y aprendían… En derecho sirvió de ayuda Gregorio Mayans, sus cartas, escritos y planes de estudio,53 junto a Vinio o Heinecio, mientras que en medicina se enfrentaron con Andrés Piquer, Herman Boerhaave o Cullen; el padre Tosca proporcionó física y matemáticas, mientras que en teología recurrieron a la bibliografía. En el XIX liberal, se orientaron a través de manuales y apuntes, Juan Sala o Pedro Gómez de la Serna, Pedro Mata o Letamendi, Bails… Una universidad no es solo una estructura –una osamenta institucional–, ni las biografías de sus profesores, sino unos conocimientos que aprenden y enseñan, su actividad conforme a derecho, o mejor, en la realidad, que puede ser distinta… Interesa en todo caso la ciencia que cultiva, con mayor


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