La derrota de lo épico. Ana Cabana Iglesia

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La derrota de lo épico - Ana Cabana Iglesia


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de damnificados. Si calla o potencia el silencio es por causas que le sobrevienen, mucho más poderosas que ella, que sigue arrastrando sine die la debilidad del espacio y del momento que la convirtió en tal víctima. Representar así a las víctimas de algún tipo de represión es, paradójicamente, deshistorizarlas, esencializarlas y petrificarlas en su condición. En este sentido, la idea de que el olvido y el silencio son siempre fruto de presiones negativas sobre el sujeto no es veraz en todos los casos. Esta decisión no es el resultado unidireccional de la relación víctima-perpetrador. El silencio parece obedecer también al papel jugado por individuos que no quieren recordar deliberadamente, que no ambicionan ser percibidos como disidentes de las disposiciones franquistas, que no se reconocen en el papel de víctimas porque eso supone un lastre para su presente y potencial futuro, el cual pasa, muchas veces, por la promiscuidad con el antes «enemigo».

      La visión de una Galicia pasiva y resignada fue construida a partir del análisis de la documentación producida para consumo público por las autoridades franquistas y por la ausencia de insubordinación popular después de 1936, pero la extensión de la desobediencia y de las expresiones de descontento es mayor de lo que previamente se podía imaginar.

      Una de las tareas más importantes que debían acometer los gobernadores civiles era asegurarse la adhesión inquebrantable de la población y la paz social. De ese entusiasmo dependía su continuidad en el puesto y futuros ascensos en el cursus honorum. De esta manera, la norma era que en sus informes anuales declarasen una adhesión generalizada. Sin embargo, son tantos los matices que relatan y las contradicciones en las que incurren que todo parece indicar que los descontentos abundan y que las disidencias son percibidas, de una o de otra manera, por las autoridades. Que había un descontento masivo y un ambiente frío para con el régimen por las diversas imposiciones políticas contrarias a los intereses de los pequeños propietarios agrícolas, por la corrupción rampante y por la escasez material en la que se circunscribía la vida cotidiana es indiscutible y fácilmente perceptible al revisar la documentación interna de las diferentes autoridades franquistas, que contradice los comentarios triunfalistas que reinan en la prensa. Los propios jefes provinciales de Falange reconocían en sus informes la preocupación por la impopularidad del «Movimiento» entre la población rural gallega.

      El jefe provincial de la Falange en A Coruña lo reconoce sin miramientos en un informe interno que envía a la sede central del partido en 1942, con motivo del día de la fiesta de la Victoria:

      Lo que se constata es que, a pesar del miedo y las sanciones, algunas personas se negaron a obedecer ciertas normas y mantuvieron una posición renuente y repetida de desobediencia en momentos en que dicho comportamiento era definido como delito. Y esto los convirtió en «disidentes», en los protagonistas de la resistencia civil, porque el franquismo los tildó de tales al entender que todo acto o actitud fuera de lo establecido constituía una muestra de «no conformidad» con el sistema. Las comunidades rurales van a defender aquello que consideran sus derechos de esta manera, evidenciando su no conformidad. En su día a día muestran su indignación y descontento, aunque no actúan de modo que pongan en riesgo el orden establecido. Entendemos así el término disenso en un sentido amplio y comprensivo de toda forma de desacuerdo y actitud negativa, que puede transformarse en apatía, desobediencia civil, protesta o posición contraria, y que convive con el consentimiento respecto a otros aspectos.

      La dura represión acabó con muchas de las posibilidades de una rebelión, pero la protesta descansó en una cultura popular autónoma que no era factible (o, cuando menos, no era fácil) reprimir. En ella se encuentran muchas muestras cotidianas de descontento, ya difuso y excluido, ya articulado y verbalizado, con la situación sociopolítica imperante, que si bien pocas veces se traducía en un posicionamiento consciente y comprometido de oposición al régimen, requería la toma de decisiones y la realización de acciones que en ningún caso remiten a la pasividad, a la resignación o al acatamiento. El grado de resistencia parece estar definido por las posibilidades existentes en cada momento, que podían ir desde acudir a reuniones esporádicas


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