La historia cultural. AAVV

Читать онлайн книгу.

La historia cultural - AAVV


Скачать книгу
en Francia a finales de los años cincuenta. El desarrollo de la historia cultural contribuye a desplazar los compartimentos disciplinarios que ya no se siguen correspondiendo con las prácticas de los investigadores, aunque conserven toda su legitimidad y eficacia académicas.28

      Historia cultural, Linguistic Turn y Cultural Studies

      Los trabajos de Jean-François Sirinelli ilustran una de las formas de historia cultural y política en lo sucesivo perfectamente instaladas en el paisaje historiográfico francés. Hay un gran desfase con las corrientes anglosajonas influenciadas por el Linguistic Turn y los Cultural Studies, principalmente norteamericanos. La introducción en Francia a principios de los años noventa del debate americano en torno al Linguistic Turn («giro lingüístico») comparte ante todo un cuestionamiento de la historia social clásica, y son pocos los historiadores (exceptuando a Roger Chartier) que reivindiquen la historia cultural cuando toman partido sobre el asunto. La historia no es más que un género literario como cualquier otro y la crítica del texto se impone como práctica preferente. La alianza con la filosofía se acompaña de una vuelta a la prioridad de la teoría. También en este caso la influencia real de este replanteamiento merece ser evaluada en su justa medida: en conjunto, bastante modesta en el paisaje historiográfico francés. Como respuesta, varios historiadores franceses (François Bédarida, Roger Chartier, Antoine Prost) subrayan la diferencia fundamental entre literatura e historia: la exigencia de verdad demostrada. El pasado que la disciplina se da como objeto es una realidad totalmente exterior al mero discurso. Esta realidad debe ser controlada y comprobada por procedimientos intelectuales –el método histórico– que se encuentran en el corazón de cualquier planteamiento científico.

      La escasa acogida de los Cultural Studies es, asimismo, especialmente sorprendente. Sólo dos de los clásicos de los Cultural Studies serán traducidos al francés y finalmente de forma muy tardía. El libro esencial de Edward P. Thompson, La formation de la classe ouvrière anglaise, obra fundadora de la historia «desde abajo», que desplaza la mirada hacia las condiciones de cristalización de un grupo social, esperará veinticinco años para ser presentada al lector francés (1963/1988). Igualmente, The Uses of Literacy, publicada por Richard Hoggart en 1957, no se tradujo hasta 1970. Además, las modalidades de traducción de la obra de Richard Hoggart, publicado en la colección «Le sens commun», dirigida por Pierre Bordieu en Éditions de Minuit, y precedida por una larga presentación de Jean-Claude Passeron, contribuyen a proponer a los lectores una perspectiva esencialmente sociológica de La culture du pauvre. El desfase cronológico es también sorprendente: la recepción francesa tiene lugar a principios de los años setenta, precisamente cuando la influencia de Hoggart se atenúa dentro de la corriente de los Cultural Studies. En esta fecha la lectura de Hoggart ofrece a los historiadores franceses una puerta de salida para el debate sobre la «cultura popular». Ésta permite «caracterizar, subraya Jacques Revel, las prácticas populares por medio de las actitudes y los usos que se podían describir e interpretar sin haber de apelar a una autenticidad popular ni, a la inversa, a los meros efectos de la dominación sociocultural».29 La primera selección de textos de Stuart Hall no ha sido traducida hasta el año 2007.30

      Erik Neveu aventura cuatro razones importantes para explicar esta débil acogida en Francia: la lengua, que sigue siendo una barrera indiscutible y que no facilita la difusión de los trabajos nacidos en los márgenes del sistema universitario británico; un terreno ocupado por algunas revistas, como Communications y Actes de la Recherche en Sciences sociales; las diferencias nacionales en materia de división de las especialidades académicas, y la singular articulación del compromiso político e intelectual.31 Sobre este último punto, las palabras de Pascal Ory, que reconoce el éxito de los Cultural Studies por «la mala conciencia americana», rechazando una postura que consistiría en «otorgar cualquier tipo de prioridad moral a la investigación sobre el dominado por el simple motivo de que lo ha sido», confirman la distancia de posturas ideológicas entre la mayoría de los historiadores franceses de lo cultural y los practicantes de los Cultural Studies.32 Señalemos, no obstante, que la corriente de los Cultural Studies ya no es totalmente ignorada, como lo confirman diversas iniciativas editoriales y científicas recientes.33 Asimismo, algunos «mediadores» se afanan en presentar el giro lingüístico a los lectores franceses sin que sean perceptibles de forma sólida asimilaciones reales en las prácticas de los investigadores.34 Todavía son pocos los historiadores franceses que se identifican o que se leen desde la perspectiva de estas tradiciones historiográficas procedentes, principalmente, de los «nuevos mundos».35

      Esta historia cultural, con un desarrollo genuinamente francés, participa, sin embargo, de los intercambios internacionales que se han venido acelerando desde los años sesenta. En este sentido, comparte algunos de los objetos que habitualmente se agrupan en el epígrafe de New Cultural History. Ciertos historiadores franceses –Roger Chartier desempeña un papel indiscutible de «mediadores»–36 han contribuido a la formulación de esta corriente transnacional. Sin embargo, nos parece que la historia cultural tal como se practica en Francia sigue siendo ampliamente comprendida como una modalidad de la historia social. Este French Style es percibido claramente por la crítica anglosajona.37

      ¿Hacia una historia sociocultural?

      Otra singularidad francesa sigue siendo la relación entre la historia cultural y la historia social, sustentada por la mayoría de los historiadores. Jean-François Sirinelli por parte de los contemporaneístas es, junto con Jean-Pierre Rioux y Pascal Ory, el cabeza de filas de una historia cultural que se proclama como una forma de historia social; una «historia social de las representaciones», destaca Pascal Ory,38 con persistencia desde hace tres décadas. Roger Chartier, como hemos visto, alude a una «historia cultural de lo social».

      Las relaciones con la historia social están en el centro de un debate que atañe a la legitimidad de esta forma de historia y al reconocimiento de sus virtudes heurísticas.39 En realidad, la historia cultural es tanto un dominio de investigaciones como una visión que permite hacer más fértiles otros sectores de la disciplina. La noción de «cultura de guerra» ha permitido principalmente una relectura de la historia militar y de la historia de los conflictos, especialmente de la Gran Guerra.40 Es obligado constatar que los objetos de la historia cultural se plantearon a partir de entonces –sin ser siempre reivindicados– por parte de historiadores que se proclamaban representantes de la historia social. Desde hace una década las entregas de Mouvement social y de La Revue d’histoire du xix siècle, entre otras, dan testimonio del afianzado anclaje de una historia «sociocultural» que mantiene objetivos cercanos a una historia total. Asimismo, la revista Clio, que fue lanzada en 1988, desarrolla, a partir de una historia de las mujeres, una historia cultural de los fenómenos sexuados. En este sentido, tener en cuenta las representaciones es algo cada vez más evidente para comprender fenómenos y procesos históricos. Frente a la afirmación de la historia cultural, la resistencia de la historia social, más o menos abierta, rara vez explicitada pero ampliamente difundida en el seno de la comunidad de historiadores, va camino de pertenecer al pasado. Dominique Kalifa, que sucedió a Alain Corbin en la Universidad de París I-Panthéon Sorbonne, aboga por una historia social sensible a

      un enfoque etnoantropológico de las sociedades, preocupado por reproducir las apreciaciones, las sensibilidades, los valores, las creencias, los imaginarios, pero también las experiencias subjetivas de los actores, en resumen, el conjunto de las vías mediante las que los individuos y los grupos perciben, piensan y dan sentido al mundo que los rodea. Una historia, en resumen, que considera la cultura como un interrogante, como una mirada, un paradigma centrado en el estudio de la producción, de la circulación y de los efectos de sentido, y no como un dominio.41

      De igual modo, Loïc Vadelorge, que practica una historia urbana sensible a las cuestiones culturales, subraya que

      la historia cultural ha demostrado su capacidad de ampliar el campo de los estudios históricos, ha mostrado también que ningún tema de historia podía librarse de un estudio de las representaciones. Sin embargo, es cierto que no debe constituir el único objetivo de las investigaciones históricas. Si queremos


Скачать книгу