El león y el unicornio y otros ensayos. Джордж Оруэлл

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El león y el unicornio y otros ensayos - Джордж Оруэлл


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irascible. Toca el organillo o lleva una daga.

      Sueco, danés, etc.: amable, estúpido.

      Negro: cómico, muy fiel.

      La clase obrera sólo tiene entrada en estas publicaciones en calidad de cómicos o semivillanos (corredores de apuestas, etcétera). En cuanto a las fricciones de clase, el sindicalismo, las huelgas, las crisis económicas, el fascismo y la guerra civil, ni siquiera una mención. En algún momento, a lo largo de los treinta años de ambos semanarios, tal vez sea posible hallar la palabra “socialismo”, pero sólo después de mucho buscarla. Si se hace alguna referencia a la Revolución Rusa, será de manera indirecta, mediante la palabra “bolshy” para designar a una persona de costumbres violentas y desagradables). Hitler y los nazis empiezan a asomar en la clase de referencias que cité antes. La crisis del estallido bélico en septiembre de 1938 causó la impresión suficiente para que se publicase un relato en el que el señor Vernon-Smith, el millonario que es padre del personaje, se beneficia del pánico generalizado comprando casas de campo para venderlas como “refugios de crisis”. Pero eso es probablemente la máxima constancia que dejarán Gem y Magnet sobre la situación europea, al menos mientras no empiece la guerra.15 Eso no significa que ambas publicaciones sean antipatrióticas. Antes bien, muy al contrario. A lo largo de la Gran Guerra, Gem y Magnet fueron quizá las publicaciones más insistente y animadamente patriotas de Inglaterra. Prácticamente todas las semanas, los chicos cazaban al espía o alistaban en el ejército a un objetor de conciencia, y durante el periodo del razonamiento aparecía el rótulo “comed menos pan” impreso en todas las páginas con un cuerpo de letra generoso. Sin embargo, su patriotismo no tiene nada que ver con la política del poder ni con la guerra ideológica. Es algo emparentado más bien con la lealtad familiar, y de hecho proporciona una clave muy valiosa en torno a la actitud de la gente corriente, sobre todo el bloque inmenso y apenas tocado que forma la clase media y las capas superiores de la clase obrera. Se trata de patriotas hasta la médula, aunque no entiendan que lo que sucede en otros países sea de su incumbencia. Cuando Inglaterra está en peligro, acuden a defenderla como si tal cosa; mientras tanto, no les interesa. A fin de cuentas, Inglaterra siempre lleva la razón e Inglaterra siempre triunfa, de modo que ¿para qué preocuparse? Ésta es una actitud que se ha resquebrajado un tanto durante los últimos veinte años, aunque no hasta el extremo que a veces se da por supuesto. No entenderlo tal como es constituye una de las razones por las cuales los partidos de izquierda rara vez son capaces de forjar una política exterior aceptable.

      El mundo mental que prima en Gem y en Magnet viene a ser por tanto como sigue:

      El año es 1910, o 1940, pero eso es lo de menos. Nos encontramos en Greyfriars. Uno es un mozalbete de catorce años, de mejillas coloradas, con ropa de buen corte hecha por un sastre de los mejores. Está sentado en su estudio, en un ala del colegio, tras un apasionante partido de fútbol que se ganó por un solo gol logrado en el último minuto. Arde un fuego acogedor en la chimenea, fuera sopla el viento. La hiedra recubre con gran espesor las antiguas piedras grises. El rey sigue en su trono y una libra vale una libra. Por toda Europa, los cómicos extranjeros gesticulan y balbucean, aunque los adustos barcos de guerra de la flota británica guardan el canal de la Mancha, y en las avanzadillas del Imperio los ingleses con monóculo mantienen a raya a los negracos. Lord Mauleverer acaba de recibir otras cinco libras, y todos nos disponemos a merendar opíparamente, a base de salchichas, sardinas, panecillos, carne enlatada, mermelada y rosquillas. Después de la merienda seguiremos sentados en el estudio, riéndonos a gusto con Billy Bunter y comentando el equipo que formaremos en el partido de la semana que viene contra Rookwood. Todo está en orden, un orden sólido e incuestionable. Todo seguirá igual por siempre. Ése viene a ser, más o menos, el ambiente.

      Dejemos ahora Gem y Magnet y pasemos a otros semanarios que han aparecido después de la Gran Guerra. Lo verdaderamente significativo es que tienen más similitudes que diferencias con Gem y Magnet. Pero mejor será considerar primero las diferencias.

      Hay ocho publicaciones de este tipo, a saber: Modern Boy, Triumph, Champion, Wizard, Rover, Skipper, Hotspur y Adventure. Todas ellas han nacido después de la Gran Guerra, pero con la sola excepción de Modern Boy ninguna tiene más de cinco años de antigüedad. Dos semanarios que habría que reseñar aquí, aunque no pertenezcan estrictamente a la misma clase que los demás, son Detective Weekly y Thriller, ambos propiedad los dos de Amalgamated Press. Detective Weekly se ha hecho con el personaje de Sexton Blake. Ambas publicaciones dan cuenta de un cierto interés en cuestiones sexuales, y aunque no cabe duda de que las leen los muchachos, no están destinadas a ellos exclusivamente. Todas las demás son semanarios juveniles, tal cual, y son tan semejantes que se pueden considerar en bloque. No parece que haya diferencias notables entre las publicaciones de Thomson y las de Amalgamated Press.

      Basta con echar un vistazo para captar la superioridad técnica que tienen estas publicaciones con respecto a Gem y Magnet. De entrada, cuentan con la ventaja de que no están escritas solamente por una persona. En vez de un relato largo y completo, un número de Wizard o de Hotspur consta de media docena de entregas parciales, ninguna de las cuales se dilatará eternamente. Por consiguiente, hay mucha más variedad y mucho menos relleno, a la vez que desaparece la cansina estilización y la comicidad ramplona de Gem y de Magnet. Veamos dos extractos a manera de ejemplo:

      Billy Bunter soltó un gruñido.

      Había pasado un cuarto de hora de las dos horas a que estaba castigado Bunter para estudiar francés.

      ¡En un cuarto de hora sólo había quince minutos! Pero todos y cada uno de esos minutos se le hacían larguísimos a Bunter. Parecían avanzar al ritmo de un caracol cansado.

      Viendo el reloj del aula número 10, el Búho grueso a duras penas podía creer que sólo hubieran pasado quince minutos. Más bien se le antojaba que hubieran pasado quince horas, y quince días incluso.

      Otros alumnos estaban castigados a estudiar francés en esas horas, igual que Bunter. A ellos les daba igual. A Bunter sí que le importaba.16

      Tras un ascenso terrible, picando la lisa pared de hielo para crear asideros en todo momento, el sargento Corazón de León, Logan, de la policía montada, se hallaba como una mosca humana, pegado a la cara de un acantilado de hielo, liso y traicionero como una inmensa lámina de cristal.

      Una ventisca procedente del Ártico soplaba con toda su furia y zarandeaba su cuerpo a la vez que le arrojaba cegadores copos de nieve a la cara, como si quisiera arrancarle los dedos de los asideros y precipitarlo a una muerte segura, contra los afilados cantos que yacían al pie del acantilado, treinta metros más abajo.

      Agazapados entre los cantos se encontraban los once tramperos, los once villanos que habían hecho todo lo posible por abatir a tiros a Corazón de León y a su compañero, el comisario Jim Rogers, hasta que la tempestad ocultó a los dos policías montados de la vista escrutadora de los malhechores.17

      El segundo extracto impone una cierta distancia entre el lector y el relato, mientras el primero necesita un centenar de palabras para decirnos que Bunter está castigado. Por si fuera poco, al no concentrarse solamente en historias de colegio (rasgo predominante en todas estas publicaciones, con la excepción de Thriller y Detective Weekly), Wizard, Hotspur, etc., tienen de largo mayores probabilidades de incurrir en el sensaciona­­lis­­mo. Basta con ver las ilustraciones de portada que tengo ahora encima de la mesa. En una, un vaquero se sujeta al ala de un avión con la punta de los pies, a la vez que dispara contra otro avión. En otra, un chino nada como un poseso para salvar la vida en una cloaca en la que nadan también docenas de ratas hambrientas que lo persiguen. En otra, un ingeniero prende la mecha de un cartucho de dinamita mientras un robot de acero lo sujeta con las garras. En otra, un tipo con atuendo de piloto lucha desarmado contra una rata más grande que un burro. En otra, un hombre semidesnudo, de terrorífico desarrollo muscular, acaba de sujetar a un león por la cola y lo va a lanzar a treinta metros, por encima de la muralla del circo, diciendo: “¡Quedaos con vuestro maldito león!”. Es evidente que ningún relato de ambiente colegial puede competir con este género. De vez en cuando, los edificios del colegio pueden incendiar­­se o el profesor de francés ser el cabecilla de una banda internacional de anarquistas, pero por lo común todo el interés ha de centrarse en torno al críquet, las


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