El león y el unicornio y otros ensayos. Джордж Оруэлл

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El león y el unicornio y otros ensayos - Джордж Оруэлл


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      El examen de un gran número de estas publicaciones demuestra que, dejando a un lado los relatos de colegio, los temas preferidos son los siguientes: el Salvaje Oeste, las regiones polares, la Legión Extranjera, los delitos (siempre desde el punto de vista del detective), la Gran Guerra (fuerzas aéreas o servicio secreto, no la infantería), el motivo de Tarzán en distintas formas, el fútbol profesional, las exploraciones tropicales, las aventuras históricas (Robin Hood, los Caballeros de la Tabla Redonda, la guerra civil del siglo xvii, etc.) y las invenciones y descubrimientos científicos. El Salvaje Oeste sigue siendo el predominante, al menos en tanto ambientación, si bien los pieles rojas parecen ir a la baja. El único tema realmente nuevo es el científico. Los rayos mortíferos, los marcianos, los hombres invisibles, los robots, los helicópteros y los cohetes interplanetarios son abundantes: aquí y allá aparecen incluso rumores acerca de la psicoterapia y las glándulas sin conducto. Así como Gem y Magnet proceden de Dickens y Kipling, Wizard, Champion, Modern Boy, etc., están en deuda con H. G. Wells, quien, en mayor medida que Jules Verne, es el verdadero padre de la “ciencia ficción”. Naturalmente, el aspecto más explotado de la ciencia es el mágico, el de los marcianos, aunque hay uno o dos semanarios que también publican artículos serios sobre temas científicos, además de gran cantidad de retales de información. (Ejemplos: “Un árbol del Kauri, en Queensland, Australia, tiene más de doce mil años de antigüedad”; “A diario tienen lugar casi cincuenta mil tormentas con aparato eléctrico”; “El helio tiene un coste de una libra por 90 metros cúbicos”; “Hay más de quinientas variedades de arañas en Gran Bretaña”; “Los bomberos de Londres emplean seiscientos treinta millones de litros de agua al año”, etcétera.) Hay un notable progreso en el campo de la curiosidad puramente intelectual y, en líneas generales, en las exigencias que se plantean a la atención del lector. En la práctica, Gem y Magnet y los semanarios de posguerra son leídos en gran medida por el mismo público, aunque la edad mental a la que están destinados en principio estos últimos parece haberse incrementado un año o dos, mejora que probablemente se corresponda con la mejoría de la educación elemental a partir de 1909.

      La otra cuestión surgida en los semanarios juveniles de posguerra, aunque no en la medida en que cabría suponer, es la adoración de los abusones y el culto a la violencia.

      Si se comparan Gem y Magnet con un semanario genuinamente moderno, lo que de inmediato nos llama la atención es la ausencia del principio de liderazgo. No existe un personaje central y dominante; al contrario, habrá quince o veinte personajes, todos ellos más o menos en pie de igualdad, con los que pueden identificarse toda clase de lectores. En los semanarios más modernos no suele ser así. En vez de identificarse con un colegial de su misma edad, el lector de Skipper, Hotspur, etc., es llevado a la identificación con un espía, con un soldado de la Legión Extranjera, con alguna variante de Tarzán, con un as de la aviación, con un explorador, con un pugilista en cualquier caso, con algún personaje singular y poderoso, que domina a quienes están a su alcance y que pone por método para resolver problemas un buen directo a la mandíbula. Este personaje está trazado como un superhombre, y como la fuerza física es la forma del poder que los muchachos mejor entienden, por lo común es una especie de gorila humano; en los relatos del estilo de Tarzán, a veces llega incluso a ser un gigante, de tres metros de altura. Al mismo tiempo, las escenas de violencia en casi todas estas historias son notablemente inofensivas y poco o nada convincentes. Hay una gran diferencia de tono entre los semanarios ingleses más sangrientos y las revistas baratas norteamericanas, Fight Stories, Action Stories, etc. (que no son estrictamente semanarios juveniles, aunque en gran medida las lean los jóvenes). En las revistas norteamericanas hay auténtica sed de sangre, descripciones horripilantes y detalladas peleas con abundantes patadas en los testículos, escritas en una jerga que han perfeccionado quienes nunca dejan de meditar sobre la violencia. Una revista como Fight Stories, por ejemplo, tendría muy poco atractivo salvo para los sádicos y los masoquistas. Salta a la vista la relativa bondad de la civilización inglesa por el tono de aficionado con que se describen siempre las peleas de boxeo en los semanarios juveniles. No existe un vocabulario especializado. Veamos estos cuatro extractos, dos ingleses y dos norteamericanos.

      Cuando sonó el gong, los dos jadeaban pesadamente, y ambos tenían grandes marcas enrojecidas en el pecho. A Bill le sangraba el mentón, Ben tenía un corte en la ceja derecha.

      Cada cual se fue rendido a su rincón, pero cuando volvió a sonar el gong estaban los dos en pie, aprestándose como un tigre contra el otro.18

      Echó a caminar como una bestia y me descargó un garrotazo en toda la cara. Manó la sangre a borbotones y caí para atrás, a pesar de lo cual me rehice y le lancé un derechazo al corazón. Otro derechazo alcanzó de lleno a Ben en toda la boca, que ya tenía aplastada; escupiendo los fragmentos de una muela, me lanzó un izquierdazo al costado.19

      Era asombroso ver a la Pantera Negra en acción. Los músculos se le ondulaban y se le tensaban bajo la negrura de la piel. En su ágil, terrible ataque, se notaba todo el poderío y toda la elegancia de un felino negro y gigante.

      Lanzaba los golpes con una velocidad desconcertante para ser tan grandullón. En cuestión de momentos, Ben sólo pudo limitarse a bloquear sus intentonas de la mejor manera que supo. Ben era de hecho un maestro de la defensa. Muchas victorias le avalaban. Pero los derechazos y los izquierdazos del negro pasaban por aberturas que ningún otro boxeador habría sabido encontrar.20

      Los segadores apiñados en el peso de la descarga de los monarcas del bosque aplastados bajo el hacha se lanzaron en los cuerpos de los dos pesos pesados que intercambiaban golpes.21

      Nótese cuánto más expertos suenan los dos extractos norteamericanos. Están escritos para los devotos del cuadrilátero, y no es así en los otros dos. Asimismo, conviene hacer hincapié en que, a su nivel, el código moral de los semanarios juveniles ingleses es aceptable. La delincuencia y la falta de honestidad nunca suscitan la menor admiración. No existe el cinismo y la corrupción que se da en las historias de gángsteres norteamericanos. Las enormes ventas que tienen las revistas norteamericanas en Inglaterra demuestran que hay una demanda considerable de ese género, aunque muy pocos escritores ingleses parezcan capaces de producirlo. Cuando el odio a Hitler pasó a ser una emoción generalizada en los Estados Unidos, fue interesante comprobar qué rápidamente se adaptó el “antifascismo” a los propósitos pornográficos que animan a los directores de las revistas norteamericanas. Una revista que tengo delante de mí dedicó un número entero a un relato largo, completo, titulado “Cuando llegó el infierno a Norteamérica”, en la cual los agentes de un “dictador europeo enloquecido y ávido de sangre” tratan de conquistar los Estados Unidos ayudados por rayos mortíferos y aviones invisibles. Se da un muy sincero llamamiento al sadismo, hay escenas en las que los nazis atan las bombas a la espalda de las mujeres y las lanzan desde las alturas para verlas estallar en mil pedazos; hay otras en las que atan a dos muchachas desnudas por el pelo y las pinchan con cuchillos para obligarlas a bailar, etc., etc. El director comenta con solemnidad todo esto, y lo emplea como argumento para reforzar las restricciones a la inmigración. En otra página del mismo número: “las vidas de las coristas de hotcha. Revela todos los secretos íntimos y los fascinantes pasatiempos de las famosas coristas de Hotcha, Broadway. no se omite nada. Precio: 10 centavos.” “cómo aprender a amar. 10 centavos.” “foto de un ring en francia. 25 centavos.” “desnudos traviesos. Por fuera del cristal se ve a una bella muchacha vestida con toda inocencia. Se le da la vuelta y ¡vaya diferencia! Conjunto de 3 cristales, 25 centavos.” Etc., etcétera. No hay nada así en la prensa británica, nada que sea susceptible de que lo lean los jóvenes. Sin embargo, el proceso de norteamericanización sigue adelante. El ideal norteamericano, el “hombre varonil”, el “tipo duro”, el gorila que deshace entuertos a mamporro limpio, es figura habitual en la mayoría de los semanarios para jóvenes. En una serie que ahora publica por entregas Skipper, aparece siempre retratado de manera ominosa, armado con una cachiporra.

      El desarrollo de Wizard, Hotspur, etc., al contrario que los semanarios juveniles más antiguos, se reduce a esto: mejor técnica, más interés científico, más derramamiento de sangre, más adoración a los cabecillas. Pero a fin de cuentas resulta que la falta de desarrollo es lo más pasmoso.

      Para empezar, no hay desarrollo político de ninguna


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