Espais i imatges de la Generalitat. AAVV

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Espais i imatges de la Generalitat - AAVV


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      A finales del siglo XVI el estudiante Miguel de Vargas, en su loa de Valencia, incluyó el edificio de la Generalitat entre los destacados de la ciudad, y especificó que sobre todo era valorado por sus techos dorados.32 Si bien el edificio en sí despertó el interés de algunos viajeros, caso del francés Des Essarts en 1659, otros fueron críticos con él, caso del pastor luterano alemán Carl Christoph Plüer en 1768. Sin embargo, entre los que lo visitaron fue unánime el reconocimiento a su contenido. Por ejemplo, el archiduque Maximiliano de Austria, después emperador de México, en su visita a la ciudad en junio de 1852 alabó las hermosas techumbres de la casa municipal, que le recordaban las del palacio ducal de Venecia, así como las de la Generalitat, entonces palacio de la Audiencia (antigua Diputación), donde encuentra «uno de esos artesonados que parecen reventar en oro y que tan claramente manifiestan la auténtica riqueza y lujo, frente a los cuales los nuestros parecen perendengues». Además, alaba los retratos murales, puesto que en su opinión permiten con frescura y viveza la inmersión en la fisonomía y la historia de España en un momento de evidente orgullo.33

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      Figura 4. Tomas Vicente Tosca, Valentia edetanorum… 1704. Detalle de la zona de la Catedral, Ayuntamiento y Generalitat.

      La arquitectura como monumento e imagen

      Como ya desarrollamos en otro foro al tratar la semiótica urbana,34 la arquitectura tiene menos capacidad de transmitir mensajes que las artes figurativas, pero su carácter público le otorga mayor y más generalizada facultad para incidir en los sentimientos humanos, creando objetos simbólicos que evidencian el trasfondo cultural que los genera. En líneas generales, la ubicación del Palau de la Generalitat, las dimensiones del edificio, el diseño y altura de su torre, la riqueza de sus artesonados, etc., ponen de manifiesto su rivalidad con la Casa de la Ciutat. Ambas instituciones, cada una con su particular función, fluían entre la lealtad al monarca y la contención a su autoritarismo, todo legitimado en el derecho foral. Sus diferencias se acusan a comienzos del siglo XVI y tiene su cenit en torno a la Germanía, lo cual era reflejo de la representación política de cada institución y de su conformación representativa. En la Diputació, que es reflejo de la estructura feudal del reino, se decide hacer una torre y una amplia sala de reuniones, y cuando se activa la Germanía el virrey traslada su residencia enfrente de la misma, mientras que en la Casa de la Ciutat, donde hay una mayor presencia de los sectores sociales productivos, se produce una tensión para que su participación sea ejecutiva.

      La ciudad de Valencia adquirió una imagen que surgió de cierta mixtura y colaboración institucional, no exenta de controversia. Las recaudaciones de la Generalitat al servicio de la política del rey, pero administradas por y, en la medida de lo posible, en beneficio del reino, y cuya sede se ubica contigua a la de la sede del cap i casal, supuso numerosos conflictos y, sobre todo, complementariedades, como las generadas por las competencias en obras públicas de comunicación y defensa. Las empresas constructivas de caminos, puentes, portales, murallas, baluartes y Casa de Armas definieron la imagen de la ciudad y del reino. Así se aprecia en las crónicas, en los diarios de viajeros y en las vistas de la capital. En estas obras confluían las directrices reales, la financiación municipal y la general, y en ellas afloraban ciertas rivalidades y mixturas entre la Ciutat y la Generalitat, con sedes contiguas, así como con el rey que solicitaba unos ingresos para su política, pero cuya gestión correspondía al reino e intentaba acomodar a sus intereses.

      Ciudad y reino confluyen en acciones en la misma urbe y la imagen de la ciudad se funde con la del reino. En la Generalitat el brazo real se representa mediante el ángel custodio con el escudo de la capital, la institución costeó la reconstrucción de puentes sobre el Turia tras la riada de 1517, así como el baluarte (1543-1544), la Casa de Armas (1574-1577, ampliada en 1585) y el nuevo baluarte (1577-1580). Estas obras se entendieron como imágenes de la ciudad, con independencia de la entidad que las hubiera financiado, aunque las armas de la institución dejaban constancia orgullosa de ello. El baluarte de 1544 es uno de los elementos destacados en la xilografía de la obra de Beuter en su edición de 1546, y el nuevo baluarte y Casa de Armas se convirtieron en un hito que se mostraba con orgullo a los visitantes ilustres. La financiación del municipio y reino concurrían en las mismas obras y las experiencias del pasado afloraron en estas últimas. Así, Vespasiano Gonzaga, virrey de Valencia entre 1575 y 1578, antes de apoyar las referidas construcciones emprendidas durante su gobierno, defendió que con dinero de la Generalitat se fortificara el palacio del Real frente a posibles enemigos externos de la ciudad. Además, de modo velado, tal y como exponía al monarca, pretendía convertirlo en ciudadela que lo protegiera frente a los enemigos internos que pudieran surgir a la gestión de los oficiales reales. Las razones esgrimidas por el virrey recuerdan aspectos presentes en la Germanía o las comunidades: tensiones por la defensa de los fueros, roces con los moriscos y rechazo a los nombramientos de extranjeros como oficiales reales.35 Los agermanados entre sus reivindicaciones dieron especial importancia a la facultad de armarse y a erradicar la existencia de mudéjares. Esto último se logró en detrimento del bando que había salido vencedor, mientras que lo segundo quedó en una situación intermedia, pues se avanzó en la orden de 1515 de organizar el almacenamiento de armas y la milicia, aspectos manifiestos en el último cuarto de siglo.

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      Figura 5. Antonio Mancelli, Nobilis ac Regia Civitas Valentie in Hispania, 1608. Detalle de la zona del baluarte y Casa de Armas.

      La Generalitat realizó iniciativas constructivas en la ciudad, y la Ciutat tenía una amplia actividad dentro y fuera de la misma a través de la Junta de Murs i Valls, institución municipal autónoma fundada a instancias de Pere IV tras la catastrófica avenida del río Turia de 1358. En la junta, la máxima potestad recaía en el rey; las autoridades municipales, principalmente a través del consell secret, establecían las directrices de la política de infraestructuras defensivas, las hidráulicas de abastecimiento y saneamiento, las de comunicación en caminos y puentes, las de extinción de incendios…; y las pautas marcadas y los fondos recaudados mediante sisas y censales los gestionaba una junta formada por tres obreros, uno por cada brazo (eclesiástico, militar y real), cuatro jurados, el racional y el síndico de la ciudad. Además, contaba con empleos subalternos, como el sotsobrer, el sobrestante y el escribano.36

      Algunas de las acciones de la Junta de Murs i Valls repercutían en obras promocionadas por la Ciudad o/y la Generalitat, y todas estas instituciones podían incluso actuar al mismo tiempo sobre el mismo espacio. Por ejemplo, en tiempos del virrey Vespasiano Gonzaga la junta reconstruyó la muralla entre el portal de los Judíos y el del Mar, y la Generalitat realizó las obras del baluarte y Casa de Armas. Otras de sus acciones se producían a decenas de kilómetros de la capital, como construcción y arreglo de puentes y caminos. Precisamente nos detendremos en un caso vinculado a un camino: la Cruz de la Victoria, monumento que conmemoraba el triunfo del duque de Segorbe ante las tropas agermanadas entre Sagunto y Almenara. Una sucinta relación de esta cruenta batalla nos la proporciona el dietario de Jerónimo Soria:

      E dijous apres seguent de mati a XVIII de dit Juliol, 1521, feren resenya en Morvedre e veren que y avia sis milia omens de pelea, tots a peu, de que feta resenya partiren de Morvedre pera Almenara y essent en vista de Almenara, obra de hun quart de llegua, trobaren lo Duch de Sogorp en camp, ab obra de quatre milia homens, entre catalans y moros, e dosents de cavall e quant vingue a les onze ores de mig jorn, tocaren a l’arma, los huns els altres, e de fet, pelearen fins a la huna ora apres mig dia, de que sumaven que de huna part e de altra moriren dos milla homens, de que mori molta morisma, e de la part de Valençia mori molta gent e molts caps de cases, menestrals molt honrats, entre nafrats y ofegats.37

      El notario Joan Francesc Gil, que en la primera página de su volumen de protocolos de 1521 recoge los actos de guerra más significativos de dicho año, apunta que en esta batalla el duque de Segorbe, con poca gente, venció a los más de seis mil agermanados, de los cuales el duque mató infinitos y desbarató a los


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