La transición española. Eduardo Valencia Hernán

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La  transición española - Eduardo Valencia Hernán


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su apoyo a la causa defendida por la Asamblea. De esta forma no podemos olvidar el papel tan importante, sobre todo en el logístico, que jugaron las órdenes religiosas al ofrecer al SCPAC diferentes alternativas donde reunirse y esconderse, evitando así la presión policial, y destacar en su conjunto la infinidad de sacerdotes y seglares comprometidos con la Asamblea, algunos con elevado protagonismo en sus actividades. Agustí de Semir destacó a personajes como el sacerdote Josep Mª Juncá, rector de la parroquia de San Agustín, que como él mismo relata, el sábado 6 de noviembre de 1971, recibió la visita de Francesc Vila-Abadal, el sacerdote Josep Mª Vidal Aunós y el propio Semir para pedir la utilización del local el día siguiente para celebrar la reunión constitutiva de la Asamblea. Cabe destacar que el arzobispo Jubany también aceptó responsabilizarse de la situación por si pasaba alguna cosa, aunque prefiriese no identificarse con ninguno de los miembros presentes en la reunión. Otros religiosos que destacaron por su implicación fueron Joan Carrera, vicario episcopal; Joan Botanch, conocido como Salvador de les Borges; y el seglar Molas, director de Justicia i Pau.

      320. SEMIR, Agustí de, «L’Esglesia i L’Assemblea», L’Avenç, n.º 43, 1981, p. 45.

      321. DALMAU, Josep, op. cit., p. 15.

      322. Jordi Tell, arquitecto, expulsado del Colegio de Arquitectos de Barcelona en 1942 y rehabilitado el 1-1-1975. Con residencia en Noruega, perteneció al Partido Nacional Catalá. Fue cónsul general de la República Española en Alemania, siendo detenido por el gobierno nazi y entregado en 1937 al gobierno nacionalista, en Diario de Barcelona, 8-7-1975.

      Por el camino de la II Sesión de la Asamblea de Cataluña. Enero de 1973

      En Barcelona, a principios de abril de 1973, varias empresas entraron en conflictos colectivos, entre ellas, Control y Aplicaciones S.A., Sociedad Argentina de Electricidad y Constructora Pirenaica que trabajaban en la construcción de la Térmica del Besós. Como consecuencia de la intervención policial en los enfrentamientos, el 3 de abril falleció el obrero Manuel Fernández Márquez, de 27 años, mientras que otro trabajador de 25 años, Serafín Villegas Gómez, vecino de Barcelona, fue herido junto con cinco policías heridos también. Dos meses después de lo ocurrido, la Asamblea publicó un artículo titulado «El Crimen» narrando su versión de los hechos, afirmando que Manuel Fernández cayó asesinado por balas de la policía y que el gobernador civil, Tomás Pelayo Ros, mintió al describir las causas y el contexto del crimen, afirmando que no se habían presentado reivindicaciones sobre conflictos laborales (cuando estaban dentro de una plataforma de aproximadamente trescientas cincuenta empresas de la construcción de Barcelona y comarcas para obtener una revisión del convenio colectivo del ramo), y que fueron los obreros los que agredieron a la policía. Cuatro empresas constructoras tomaron la iniciativa con sanciones y amenazas decretando un lock-out de cinco días, encontrando los trabajadores las puertas cerradas como respuesta a que los trabajadores de la Térmica votaran huelga para el 3 de abril. El choque con la policía fue violento, negando la entrada de los trabajadores a la obra, efectuando tiros al aire y alguno, a matar.

      Después del trágico suceso, muchos de los obreros de la Térmica se dispersaron por las obras y las fábricas de la barriada del Besós, mientras que otros fueron al Obispado de Barcelona, a los colegios profesionales y a la Universidad, para explicar lo ocurrido. La indignación tuvo una respuesta inmediata entre la clase trabajadora, convocando durante toda una semana huelgas, acciones de protesta, multitud de pintadas y el reparto de miles de octavillas, participando alrededor de ciento cincuenta mil personas. El mismo día 3, cerca de tres mil manifestantes recorrieron el barrio del Besós, y en la tarde del día 6, tuvo lugar una nueva concentración delante de la iglesia de Sant Paulí de Noia, cerrando muchos comercios y bares.

      El entierro del trabajador Manuel Fernández se desarrolló de forma irregular, ya que la inhumación que se realizó el día 4 de abril se hizo a escondidas y antes de hora, concretamente a las ocho y media de la mañana en el cementerio de Badalona, no atreviéndose


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