Política para profanos. Damián Pachón
Читать онлайн книгу.actualidad del pensamiento de Herbert Marcuse, en un capítulo titulado «La URSS como estado totalitario», con base en teóricos como Althusser, Aron, Rupnik, Hermet, Weber, Orwell, Morin, Foucault, entre otros, se ha hecho una caracterización del totalitarismo en los siguientes términos:
La administración de la vida, el monopolio de los medios ideológicos, el autoritarismo, la negación del individuo, la mentalidad religiosa, el burocratismo, la existencia de un partido único, etc., se materializaron todos, sin excepción, en el régimen soviético, de lo cual se colige, sin duda alguna, que ese Estado fue un Estado totalitario. (Pachón, 2008a, p. 132)
Podríamos medir a Rousseau con este mismo rasero, y comprobar que su teoría de la voluntad general, totalitaria y dogmática, cumple con casi todas las características mencionadas; entre ellas, una que es preciso resaltar aquí, y a pesar de El Emilio: la negación del individuo. Esta es una nota definitoria de todo totalitarismo: la mistificación y fetichización del todo sobre la parte, del colectivo sobre el individuo, tal como en Rusia, Alemania y, por supuesto, de todo totalitarismo que ve un peligro en la individualidad.
Colofón
Resumiendo podemos decir que las características de la soberanía —inalienable, indivisible, infalible, absoluta— llevan, por varios caminos, a formas totalitarias: la democracia directa convertida en mecanismo para legitimar gobiernos carismáticos, populistas, autoritarios; o la democracia representativa —como imposibilidad de esa inalienabilidad de la voluntad general—, que arribó a un totalitarismo disimulado totalmente tanatopolítico, una sociedad donde precisamente la voluntad general no es la que decide, tal como se denuncia hoy en Europa por los movimientos «indignados»3. Igualmente, la voluntad general posibilita (y posibilitó) la dictadura de las colectividades con el correlativo sometimiento del individuo al pueblo, al Estado y al partido que creen representarla. Por su parte, el partido único de Rousseau favorece la eliminación del pluralismo ideológico, la diversidad de intereses y, lo más grave aún, de las minorías políticas. Por otro lado, la voluntad general implica una dictadura de la verdad, que, en la práctica, en el siglo XX, llevó al control de la opinión pública y de los medios de información y comunicación. Ese monopolio de la verdad ha permitido a los totalitarismos la expansión de la ideología y la imposición de formas únicas de ver el mundo y la organización del Estado. Y, por último, el culto al legislador de Rousseau favorece que el hombre-pueblo —como sostuvo Darío Botero Uribe— usurpe la soberanía popular. En estricto sentido, el hombre-pueblo favorece el culto a la personalidad, ese culto, de mentalidad religiosa, que enarbolaron las seducidas masas de los totalitarismos y los fascismos del siglo pasado. Es todo esto lo que permite vincular al bienintencionado Rousseau con el totalitarismo.
Para finalizar, es justo decir, en favor de Rousseau, que El contrato social no fue la obra que el propio autor consideró como más importante. De hecho, es solo una parte de una obra mayor que proyectaba, pero que no terminó. Esto es claro en la advertencia del libro cuando dice:
Este pequeño tratado es parte de una obra más extensa, emprendida en otro tiempo sin haber consultado mis fuerzas y ha mucho abandonada. De los diversos trozos que se podrían sacar de lo hecho, este es el más considerable, y me ha parecido el menos indigno de ser ofrecido al público. El resto ya no existe (énfasis agregado).
Y creo que esto es notable en los resultados finales del libro, en su pesimismo, pues allí la democracia aparece —como ya se dijo— impracticable; los legisladores como iluminados y dioses y, por ello mismo, inexistentes; los pueblos europeos como inaptos para la democracia, con excepción de Córcega. En fin, como lo anota Allan Blomm (2006): «No creyó que el hombre pudiera volverse enteramente social» (p. 548). En esto su visión sobre la civilización, expuesta en sus dos Discursos, nunca lo abandonó, nunca varió. Hay que decir, entonces, que la historia le hizo una mala jugada a Rousseau y, precisamente, El contrato social se convirtió en su libro más conocido y famoso, por encima de sus Discursos y de su obra educativa. Fue un libro que influyó en Europa y en América, que influyó en el marxismo de Marx y en los no tan marxianos, un libro que también ha servido para abanderar la causa de la libertad en diferentes partes del mundo y que es —como todo clásico, según decía Bobbio— un interlocutor válido para nuestro tiempo.
Actividad
Lea el texto y realice un mapa conceptual.
Investigue qué mecanismos tiene la Constitución colombiana para garantizar el ejercicio de la soberanía popular.
Reflexione sobre cómo las dinámicas del mercado global pueden limitar el ejercicio de la soberanía popular.
Escriba un ensayo de 1000 palabras donde explique por qué la teoría de la soberanía popular de Rousseau sigue siendo importante para los procesos democráticos y los sistemas políticos.
2 En este texto dice Horkheimer (1995): «La política es para Maquiavelo la tarea más noble del pensador tan solo en la medida en que el Estado es la condición para el desarrollo burgués de las fuerzas del individuo y de la colectividad» (p. 26).
3 Estas consideraciones no implican culpar a Rousseau del fracaso de la democracia moderna. A ese fracaso se hubiera llegado también por otras vías, por otros caminos. En realidad, como se vio a comienzos del siglo pasado, en la década de los treinta, la democracia tenía una lógica interna que desembocaba en el totalitarismo. Eso es claro en el nazismo, tal como lo mostraron algunos miembros de la Escuela de Fráncfort.
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