Lo que decimos de ellos. Daniel Parodi Revoredo

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Lo que decimos de ellos - Daniel Parodi Revoredo


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ser un espacio de pensamiento y creación de nuevos conocimientos que permitan una mejor comprensión de la realidad, enriquezcan el debate contemporáneo y funden las bases para su desarrollo material y espiritual, desde las especificidades del trabajo de las humanidades, las ciencias y las artes.

      En definitiva, la obra de Daniel Parodi y José Chaupis Torres es un ejemplo de lo que debe ser la promoción de la integración y cooperación entre Chile y Perú, revisitando el pasado e invitando a construir nuestro futuro.

      Dr. Claudio Ruff Escobar

      Rector de la Universidad Bernardo O’Higgins

       Prólogo

      La invitación a escribir el prólogo de este libro por parte de Daniel Parodi, y que es un honor, me hace pensar en una invitación que hace muchos años me hizo un peruano, Hugo Orellana, que era artista y residía en un castillo en Francia, de lo más antiguo. En efecto, era su propiedad y la herencia de la esposa francesa de una rama de nobles. El hecho es que pasamos un buen fin de semana pero más que todo, me sorprendió el plano de la mansión. Había salas diversas, y no siempre unas conducían a las otras. No siempre por donde se entraba se salía. Había algo de laberinto pero intencionado. De la sala de música (barroca) se pasaba a un lugar con libros. El estanque era aladeño a una sala mortífera que no tenía, en nuestro tiempo, ningún uso. Ahora bien, si el prólogo es, como manda el canon literario, una suerte de pieza preliminar que permite orientar al lector, comenzaré diciendo que Parodi y su colega José Chaupis Torres, para ocuparse de Chile, abordan no un tema determinante y relevante sino varios. Lo que hace a este libro varias veces importante.

      Me sorprende y aplaudo cómo esta obra enfrenta tres temas a la vez. A saber, una obra de historia que incluye al mismo tiempo a Chile y el Perú. En segundo lugar, la Guerra del Pacífico vista por los peruanos, en especial, por Jorge Basadre. Y ese Perú del XIX, y «la república frustrada y el enemigo perverso», no es lo que él piensa, el historiador Parodi. Era lo que tronaba en la cabeza de los peruanos tras esa guerra. Y para que no fuese poco, los manuales de historia, «los manuales peruanos». Otras tres salas de recibo, las ocupa José Chaupis Torres. El libro es corto, pero la problemática que plantean es enorme. Va desde la guerra misma, los efectos, las lecturas, los hechos reales y los imaginarios. Y los tres temas se interactúan.

      A Daniel Parodi, lo leo y lo sigo. Desde su artículo sobre los peruanos patriotas y chilenos fidelistas, desde lo que ha visto nada menos que Ruben Vargas Ugarte (2017). Luego, uno anterior, sobre Conflicto y reconciliación, presentado poco después del fallo de La Haya (2014). Por último, un texto del mismo año «Sobre la pedagogía para la reparación». Siempre con la idea de una integración chileno-peruana. ¿Adónde va Parodi?

      En la Historia como ciencia, hay diversas corrientes y escuelas. Algunas ligadas a los acontecimientos políticos y las guerras. Otras, como la École des Annales de Fernand Braudel (1900-1985), más cercana a las ciencias sociales. Pero después de la hegemonía de esa escuela, la historia se convirtió en diversas historias. Ya no es solo el estudio del pasado sino de las ideas, como es el caso de Benedetto Croce (1866-1953). Entre paréntesis, el amigo de Mariátegui. Otros practican hoy el estudio de las relaciones del hombre con la naturaleza, el Estado, la cultura. Tiempos nuestros de la microhistoria y a la vez de la historia nacional. Alguien ha dicho, desde la historia en pedazos a la historia global. ¿Cuál es la que ha elegido nuestro historiador Parodi?

      Cuando digo que lo sigo es que he acudido a algunas de sus conferencias, en particular en una en la que también me habían invitado, en torno al Bicentenario y el tema de la independencia. En ese instante, y lo digo con franqueza, descubrí una cosa: Parodi estudia no solo la historia sino a los historiadores. Es el caso de Basadre, desde las primeras páginas de este libro. Retoma conceptos que resumen la visión de Basadre, esa guerra del Pacífico a la que el Perú llega sin naves de guerra, porque «las ventas del guano se habían empleado para ampliar las burocracias civil y militar». La poca preocupación por parte de Manuel Pardo.

      Lo que decimos de ellos se orienta a dos dominios fundamentales. El primero, esa guerra, que tanto nos duele y escandaliza, fue la primera vez que «el Perú se mira a sí mismo» (Parodi). Es el comienzo de la primera generación crítica del Perú —y esto es lo que pienso— que empieza con Manuel González Prada, de 1888 hasta su muerte, 1919. Ya sabemos el resto, tanto en la historia, la vida política, las ideas, Haya, Mariatégui, Porras, Sánchez, Víctor A. Belaunde, Vallejo, y luego la generación de los 50 y después, Flores Galindo, Matos Mar, Julio Cotler. Un listado inacabable. El interminable (y saludable) debate sobre qué es el Perú y qué somos los peruanos. Sin olvidar la literatura, de Ciro Alegría a José María Arguedas y Mario Vargas Llosa.

      Pero hay algo más. Y lo ha dicho Parodi. Le interesa la gente, los peruanos corrientes, lo que en la historia contemporánea son las otras formas de la historia. Algo más allá incluso de las clases sociales, como en los discípulos de Marx. Más lejos, menos organizados, esa representación tan evidente de lo que llamamos pueblo, pueblo llano. Si Parodi alterna sus trabajos comparativos con esa historia inmediata, el pueblo, puede que entonces eso lo lleve a lo que también le importa, la didáctica de la Historia. Y es el espacio donde todo se va a decidir, las aulas.

      Le deseo ese viaje por las otras historias. Esa historia del pueblo peruano que nadie se ha atrevido a abrazar. Y acaso, una tarea que espero de su parte. Luchar por que la historia sea retomada como una disciplina. Algo que ha desaparecido con el constructivismo y las clases por áreas. No se puede estudiar historia y a la vez geografía y economía. Eso no se hace en ningún lado y por eso que nuestros alumnos en los tests de PISA son «los últimos de la clase» como ha dicho Nicolás Lynch. Por lo demás, confío en lo que intenta Parodi. El Perú es una comunidad de destino.

      Hugo Neira

       Introducción

      El 26 de junio del 2018 viví una experiencia singular. Me encontraba en Santiago de Chile, invitado por la Universidad Bernardo O’Higgins (UBO), para presentar la compilación Relecturas de la Guerra del Pacífico, en la que varios historiadores de ambos países han escrito diferentes relatos sobre dicha conflagración, pero con el denominador común de que ninguna de ellas trata de batallas sangrientas ni de epopeyas o héroes militares. Más bien tratan de ciudadanos, sacerdotes, de la prensa, la literatura, etcétera. De hecho, la compilación de la UBO es una invitación a dejar de lado, por un momento, los lugares comunes de la guerra, para sumergirnos en sus aspectos más cotidianos.

      Sin embargo, la experiencia singular no fue esa, a pesar de que contó con un lleno de bandera en el salón principal de la bella y antigua casona donde funciona el Centro Cultural de la UBO, en la que se destacó la presencia del embajador del Perú y de altas autoridades universitarias. No, mi real inquietud se centraba en lo que iba a ocurrir al día siguiente, el 27, cuando, como anticipo del libro que en estas líneas estoy introduciendo, se me encargó contarle a un grupo de jóvenes universitarios chilenos, de los primeros semestres de la carrera de pedagogía en historia, nada menos que la “versión peruana de la Guerra del Pacífico”.

      No sé si mis colegas de la UBO Germán Morong y Patricio Ibarra ponderaron el desafío, más pedagógico que académico, que significó para mí su invitación a dictar esa charla. Como maestro universitario, me preocupaban varias cosas: la primera era cómo establecer una relación basada en la confianza con un grupo de estudiantes ya compacto, estructurado, pues se encontraban finalizando el semestre académico. Se conocían muy bien entre ellos, pero yo nos los conocía, ni ellos a mí.

      Si algo me han enseñado mis largos años de docencia universitaria es que “conectar” y generar empatía con los jóvenes que de pronto están sentados frente a ti es el paso decisivo, fundamental, para triunfar o fracasar en la enseñanza de una materia. Y lo es mucho más si la intención es crear una atmósfera colaborativa en el aula, en la que el proceso cognitivo se produzca, menos desde la charla del maestro, y más a través de la participación de los estudiantes durante la sesión y en el debate subsecuente. Entonces me preguntaba


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