Paraíso. Divina comedia de Dante Alighieri. Franco Nembrini

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Paraíso. Divina comedia de Dante Alighieri - Franco Nembrini


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donna più sù», mi disse, «a la cui norma nel vostro mondo giù si veste e vela, perché fino al morir si vegghi e dorma con quello sposo ch’ogne voto accetta che caritate a suo piacer conforma. «Vida de perfección y altos méritos han encumbrado en el cielo a una mujer —me dijo— bajo cuya regla se lleva en vuestro mundo hábito y velo para que hasta la muerte se vele y se duerma con aquel Esposo que acepta todo voto que la caridad conforma a su deseo.5 Dal mondo, per seguirla, giovinetta fuggi’mi, e nel suo abito mi chiusi e promisi la via de la sua setta. Por seguirla hui muy joven del mundo y me encerré en su hábito y prometí seguir el camino de su regla. Uomini poi, a mal più ch’a bene usi, fuor mi rapiron de la dolce chiostra: Iddio si sa qual poi mia vita fusi. Luego, unos hombres más habituados al mal que al bien me arrebataron del dulce claustro, y Dios sabe cuál fue después mi vida. E quest’ altro splendor che ti si mostra da la mia destra parte e che s’accende di tutto il lume de la spera nostra, ciò ch’io dico di me, di sé intende; sorella fu, e così le fu tolta di capo l’ombra de le sacre bende. Y de este otro esplendor que se te muestra a mi derecha parte, y que se enciende con toda la luz de nuestra esfera, entiende que de él digo lo mismo que de mí. Monja fue, y también le arrebataron de la cabeza la sombra de las sagradas tocas. Ma poi che pur al mondo fu rivolta contra suo grado e contra buona usanza, non fu dal vel del cor già mai disciolta. Pero desde que fue devuelta al mundo contra su voluntad y contra toda buena usanza, nunca apartó el velo de su corazón. Quest’ è la luce de la gran Costanza che del secondo vento di Soave generò ’l terzo e l’ultima possanza». Esta es la luz de la gran Constanza, en quien el segundo príncipe de Suabia engendró el tercero y último en el poderío».6 Così parlommi, e poi cominciò ‘Ave, Maria’ cantando, e cantando vanio come per acqua cupa cosa grave. Así me habló, y después empezó a cantar el avemaría, y cantando desvaneciose como un cuerpo pesado por el agua oscura. La vista mia, che tanto lei seguio quanto possibil fu, poi che la perse, volsesi al segno di maggior disio, e a Beatrice tutta si converse;ma quella folgorò nel mïo sguardo sì che da prima il viso non sofferse; e ciò mi fece a dimandar più tardo. Mi vista, que la siguió mientras me fue posible, después que la perdió volviose al objeto de su mayor deseo y se dirigió enteramente a Beatriz; pero ella fulguró ante mi mirada de tal manera, que al pronto mis ojos no pudieron soportarlo, y esto me hizo retardar mis preguntas.

      1 Beatriz.

      2 Narciso, al mirarse en la fuente, creyó que veía a una persona real, y ahora Dante ve rostros reales y se figura que son imágenes reflejadas.

      3 Piccarda Donati, hermana de Corso Donati (cf. Introducción general), religiosa clarisa, a la que su hermano sacó a la fuerza del convento para casarla con Rosellino della Tosa.

      4 Es decir, cuál fue el voto que no dejó cumplido.

      5 Santa Clara de Asís, que, por consejo de San Francisco, fundó la orden de las Clarisas.

      6 Constanza, la esposa del emperador Enrique VI de Suabia, madre de Federico II. No es cierto, como se creía en tiempos de Dante, que fuese arrancada del convento, aunque sí es verdad que era mujer de piadosa y recoleta vida.

      CANTO III

      Tan pronto como me di cuenta de ellos, creyéndolos semblantes reflejados en espejos, volví los ojos hacia atrás para ver de quién eran […].

      (III, vv. 19-21)

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      Estando siempre en el cielo de la Luna, le entran a Dante dos dudas; una tiene que ver con Piccarda, la otra con la teoría platónica de la reencarnación (vv. 1- 27). A propósito de la segunda, Beatriz explica que las almas se mostrarán ante Dante en los distintos cielos solo para que resulten evidentes las diferencias entre ellas, pero en realidad todas viven fuera del tiempo y del espacio, en la presencia de Dios (vv. 28-63); en cuanto a la duda sobre Piccarda, aclara que su voluntad consintió en parte la imposición (vv. 64-117). Entonces, Dante canta un himno de alabanza a Beatriz y al conocimiento (vv. 118-132). Al final, plantea otra pregunta acerca de los votos no cumplidos (vv. 133-142).

      Al final del Canto III, Piccarda se aleja hasta perderse de vista, pero su presencia permanece, pues su caso plantea preguntas que no es posible eludir. En efecto, Piccarda nos plantea de nuevo el tema de la libertad, porque abrazar las circunstancias antes que rechazarlas es una elección, pone en juego de lleno la libertad.

      Las dos preguntas que surgen en la mente de Dante están ligadas a este problema; ambas tan apremiantes, tan urgentes que no sabe a cuál dar prioridad. Beatriz se ocupa de sacarlo del apuro, porque ella contempla en Dios toda la realidad y, por tanto, lee también los pensamientos del poeta. Te estás preguntando —dice— dos cosas: por qué motivo la violencia padecida disminuye el mérito, dado que la voluntad permaneció fiel al voto (vv. 19-21); y si no tiene acaso razón Platón cuando escribe que las almas vienen de las estrellas y a ellas vuelven (vv. 22-24). Empecemos —prosigue—por el segundo interrogante, porque resulta el más peligroso para la fe (vv. 25-27).

      Sin embargo, antes de seguir la respuesta de Beatriz, aclaremos dos puntos sobre esta pregunta.

      Primero: ¿A qué doctrina se refiere Dante? Para Platón, las almas son eternas; viven en el Hiperuranio, una especie de cielo más allá de los cielos; de ahí descienden para encarnarse en los cuerpos y ahí vuelven cuando el cuerpo muere, listas para un nuevo descenso. ¿Por qué es peligrosa para la fe la doctrina platónica? Porque contrasta con la afirmación cristiana de la existencia de almas individuales, creadas una a una por Dios para cada ser humano.

      Segundo: ¿Por qué justamente ahora se le plantea a Dante este problema? Porque ha visto a Piccarda en la Luna; esto le ha recordado la doctrina de Platón y se ha preguntado si por casualidad no es verdad que las almas tienen como sede propia los astros.

      Vayamos ahora a la respuesta de Beatriz. Estate tranquilo —le dice—, todos los espíritus bienaventurados, desde la Virgen hasta el último de los salvados, viven por encima de los cielos, en la presencia misma de Dios (vv. 28-34), en un lugar que ni siquiera es correcto llamar lugar, porque en realidad está más allá del espacio. Y ahí «tienen diferente vida de beatitud según sienten más o menos el eterno espíritu» (vv. 35-36). La diferencia de bienaventuranza no se debe a una mayor o menor distancia, sino a una intensidad distinta de la relación que cada uno tiene con Dios. Si los espíritus se te muestran en los distintos cielos —prosigue Beatriz (vv. 37-39)— es únicamente para hacer que te resulte visible, y por tanto comprensible, la diferencia de grado que experimentan ahí arriba.

      Podríamos añadir que se trata de un modo sencillo para decir que cada uno tiene su relación personal, intransferible y única con Dios. En efecto (vv. 40-42):

      «[…] Así hay que hablarle a vuestro entendimiento, que solo aprende por medio de los sentidos lo que hace después digno de la inteligencia […]».

      Entonces, ¿por qué han bajado hasta ahí las almas? Porque el intelecto de Dante es humano, limitado, capaz de comprender únicamente lo que pasa a través de los sentidos.1 Por la misma razón, la Biblia «pies y manos le atribuye a Dios» (vv. 44-45), y la Iglesia representa a los ángeles con aspecto humano, y así sucesivamente (vv. 46-48). Nosotros estamos inmersos en el espacio y el tiempo, e inevitablemente representamos las cosas en términos espaciales y temporales; por ello, para salir al encuentro de nuestras capacidades


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