Arte, imagen y experiencia: perspectivas estéticas. María Cecilia Salas Guerra
Читать онлайн книгу.13), donde vemos un linchamiento. Y el caso es que no está muy claro quién es la víctima, a qué grupo pertenece.
El hombre cuyo cuerpo es arrastrado por el suelo por el populacho y que está siendo apaleado ante la contemplación de la muchedumbre —entre la cual vemos también a un cura, a la izquierda, reconocible por su sombrero—, ¿es un soldado francés o quizás un afrancesado? Desde luego, el epígrafe despectivo (“populacho”, sinónimo de “chusma”) resulta condenatorio de la conducta de aquella gente.
Hay que tener en cuenta que varios de los amigos ilustrados de Goya colaboraron con los franceses. Así, por ejemplo, los escritores Leandro Fernández de Moratín y Meléndez Valdés, íntimos amigos suyos. Estos veían en la llegada de Napoleón la posibilidad de establecer por fin en España las ideas de la Ilustración. De hecho, cuando Napoleón llegó a Madrid en diciembre de 1808,9 una de las primeras cosas que hizo fue suprimir la Inquisición y limitar drásticamente el poder de la Iglesia. Como es sabido, la política de Napoleón implicaba, por una parte, una actitud agresiva para con otros países con el fin de someterlos a la hegemonía francesa, pero, por otra parte, también significaba la introducción de ideas ilustradas, el bagaje ideológico traído por la Revolución francesa.
Figura 13
Francisco de Goya, “Populacho”, lámina nro. 28 de la serie Los desastres de la Guerra, Real Academia de Nobles Artes de San Fernando, Madrid, 1863
Fuente: The New York Public Library (Nueva York, EE. UU.).
La actitud de Goya mismo durante toda la guerra no es del todo clara. Como queda dicho, primero tomó partido contra los ocupantes franceses, tal como demuestra su implicación en los acontecimientos patrióticos de Zaragoza. Pero una vez que regresó a Madrid —en la primavera de 1809, según parece—10 donde José Bonaparte había sido restablecido en el trono de España por su hermano Napoleón Bonaparte, y este prestó el juramento de fidelidad que exigía aquel. Tal juramento era imprescindible para poder conservar su puesto de pintor de cámara. El caso es que hizo retratos de personajes franceses importantes, como el del general Nicolas-Philippe Guye de 1810 y, en el mismo año y por encargo del Ayuntamiento de Madrid, retrató al rey José Bonaparte que debía aparecer en el cuadro Alegoría de la villa de Madrid (figura 14).
Figura 14
Francisco de Goya, Alegoría de la villa de Madrid, 1810
Fuente: Wikipedia.
En el medallón de la derecha (donde ahora pone “DOS DE MAYO”) había de estar la efigie del rey José Bonaparte. Y así lo hizo Goya. Pero este medallón cambió hasta 6 veces a lo largo de los años, según los avatares políticos: al cabo de dos años y medio, el 10 de agosto de 1812, tras la batalla de Arapiles, el rey José huye de Madrid y se ordena entonces a Goya que cubra el retrato de Bonaparte en el medallón con la palabra “Constitución”, referida a la promulgada en Cádiz ese mismo año. Dos meses más tarde, el 2 de noviembre de 1812, regresa a Madrid el rey José y el 30 de octubre el Ayuntamiento acuerda llamar a Goya para que el cuadro “se vuelva a poner en el ser y estado en que se encontraba”. De nuevo huye de Madrid el rey francés y otra vez se pinta la palabra “Constitución” sobre el retrato. Vuelto de Francia Fernando VII, entre el 4 y el 17 de mayo de 1814 hubo de borrarse la palabra, en ese momento censurada, y sustituirse por un retrato de Fernando. No debió de ser Goya quien personalmente hiciera el retrato, sino que se recurriría probablemente a alguno de sus discípulos. Mucho más tarde, en 1843, se borró el retrato del anterior soberano y se sustituyó por la inscripción “El libro de la Constitución”. Por fin, destronada Isabel II en 1868, el alcalde marqués de Sardoal, en vista de que el retrato original de Goya era irrecuperable, ordenó que Vicente Palmaroli pintara en él la inscripción “Dos de Mayo” que todavía perdura.11
Y no solo eso. Goya recibió de José Bonaparte la más alta condecoración: la cruz de la Orden Real de España, popularmente conocida como “la berenjena” por el color de la condecoración. En el Diario de Madrid, del lunes 25 de marzo de 1811, aparece la reproducción del decreto por el que se nombran caballeros de la Orden Real de España a una serie de personas. Dice así:
GRAN CANCILLERÍA DE LA ORDEN REAL DE ESPAÑA
En nuestro palacio de Madrid a 11 de marzo de 1811.
D. Josep Napoleón por la gracia de Dios y la Constitución del Estado, REY de las Españas y de la Indias.
Oido nuestro gran consejo de la Orden Real de España, hemos decretado y decretamos lo siguiente:
ARTÍCULO I. Nombramos caballeros de la Orden Real de España a los señores: …
Y a continuación, sigue una lista en orden alfabético de todos los condecorados. En la letra correspondiente, encontramos entre ellos a Goya: “Goya (D. Francisco), pintor”.12
Después del fin de la guerra, Goya tuvo que comparecer (el 16 de noviembre de 1814) ante una Comisión de Depuración. Uno de los testigos declaró que Goya, aunque el Gobierno de José Bonaparte le comprometió dándole, sin pedirla él, la condecoración de la Real orden de España, no se la puso nunca. También dijo que Goya siempre se portó como un buen patriota y que en conversaciones privadas siempre mostró su odio contra los invasores. Nuestro pintor fue absuelto finalmente.13
El hambre en Madrid
1811 y 1812 fueron los años en los que se produjo una horrible hambruna en Madrid. Empezó en septiembre de 1811 y alcanzó su punto más álgido en el verano de 1812. A consecuencia del hambre murieron más de 25 000 personas en la ciudad, que entonces debía contar con una población de 175 000 habitantes aproximadamente.
En el momento en que Goya grababa en Madrid las primeras planchas de la serie, la población de la ciudad crecía cada vez más. Muchas víctimas de los saqueos, los incendios y la violencia habían llegado a Madrid buscando refugio. En 1812 la capital se vio en una situación límite al no poder ya alimentar a toda la población. La dificultad de conseguir alimentos y la exorbitante subida de los precios originaron una enorme carestía. El hambre estaba al orden del día y junto con ella llegaron las epidemias, las enfermedades y la muerte. La mujer del pintor, Josefa Bayeu murió también en el mes de junio de ese año.
El hambre de Madrid constituye, como queda dicho, el tema central de la segunda parte de Los desastres (grabados 48-64). En ellos, Goya nos muestra escenas en las que la gente literalmente está muriendo de hambre (50, 52, 53, 57, 59), escenas de amontonamiento de cadáveres en las calles (60, 62, 63), imágenes de cadáveres que están siendo transportados al cementerio (56, 64), escenas de mendicidad (siete grabados: 48, 49, 51, 54, 55, 58, 61). Algunas láminas son intensamente conmovedoras. Por ejemplo, la que lleva el número 50, “Madre infeliz!” (figura 15), en la que tres hombres llevan en brazos el cadáver de una mujer mientras su hijita se queda atrás llorando, es de un patetismo impresionante. De forma magistral Goya relaciona las figuras de la composición a través de las miradas de los tres hombres, que nos llevan desde la bella cabeza de la joven madre hasta el descorazonador llanto de su hija.
Igualmente, es estremecedora la lámina nro. 64, “Carretadas al cementerio” (figura 16). Evidentemente,