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Читать онлайн книгу.siempre he soñado quemar
¡NO SOY MÍA!
Aunque me lo repita más de 23 veces al espejo
El capital vendió mi cuerpo
Como fuerza de trabajo
Mi útero sagrado
Se niega a parir para tu esclavitud
De mis pechos ya no maman sueños nuevos
Solo un monstruo siempre hambriento
Que se devora una y otra vez mis pezones
En un juego de muerte y odio infinito
Los mercaderes del templo
Con sus manos sucias
Me compran una y otra vez
Me llaman oveja negra
Obligándome a curvar la cerviz
En sus campos de caña que maldigo inútilmente
Desde la impotencia de mi dolor animal
Te grito:
¡No doblaré mis rodillas en tu templo!
Lilu Arévalo
Lilitú
Lilith gime con Ogún
Baila con Yemayá
Ama con Oshum
Y miente en los labios de Clitemnestra
Pide la cabeza de algún Juan desprevenido
Y paga caro el precio
Es el oleaje en la danza de Salomé
La diabólica canción en los ojos verdes de mi gata
Mis manos tocando mis caderas en secreto
Está en cada abuela rebelde
En cada inocente Eréndira
Su embrujo
No es traducible.
Lilu Arévalo
Ilustración - Jeannie Carolina Sánchez
Jeannie Carolina Sánchez Mendoza
¿Cómo le explico que me gusta oler a patilla?
Que no tengo claros los centímetros cúbicos de humedad que emano, cuando su imponente ser está frente a mí.
Y que no sé más que el hecho de que me gusta su carnosidad.
¿Cómo hago, gran señor, para oler como esos nombres raros de personas importantes, para llevar tiara, si mi descendencia es de plebeya y mis razones de romántica?
No sé cómo deshacerme de la sencillez y alcanzar su nivel; por tanto, señor mío, guarde sus versos, escóndalos, dóblelos, introdúzcalos en el cajón “no vale la pena” y déjelos allí.
No crea que este ser desaliñado y perdido muere por sus elaboradas imágenes o una cama que usted visite.
No lo crea, así como no cree en mi ingenuidad.
Mi nombre huele a patilla, a tierra mojada y no pretendo olvidar eso, pero usted no pretenda olvidarse de mí.
Señor.
Tiene toda la razón, yo no conozco de usted, además de su egoísmo, y sus ganas de cerrar mis puertas con candado para ser el único profanando mi templo.
Que quiere rajarme las tripas, dice.
Llenarme el útero,
Y que me lo piense.
Señor mío, puedo hablarle de noches de angustia que aún no he vivido, pensándole, queriéndole y llamándole.
Puedo sentir el insomnio, el desvarío, la soledad y la culpa si tomo el camino que me brinda con la condición de la santa.
Cada prohibición sería una sepultura.
Mejor máteme…
Hágame un velorio y explique mi muerte justificando que yo estaba loca y que no quise la intermitencia y la crucifixión.
Dé limoncillo en las nueve noches; diga que fui una perra mentirosa y que le aborrecería si hubiese tenido olor a leche materna.
Y por favor, opte por cremarme, así no pagará por mí y no tendrá que exhumarme.
Costeña soy
Si tus inútiles manos no se desprenden de tu cuerpo para atravesar el mío, entonces no quiero nada.
Si no serás capaz de soltar tu hombría, entender mi tono
Cuando me siento angustiada o extremadamente feliz, entonces no acepto.
Porque no negaré que soy del folclor, del sabor, de donde la gente habla duro para que resuene hasta su dolor.
La pobre necesidad de este amor
Ojalá nunca se acabe la cantidad de autosuficiencia que tienes encima.
¿Qué sería de ti sin el peso de ese amor?
Te tendría mendigando trocitos de mis adentros.
Yo no necesito cambiar, ni calmarme.
No me da la gana.
Si debo vivir en la pobreza del amor, viviré.
Igual, nadie es rico en ello.
¡Ah no!
Lo olvidé.
Tú
Sí.
Carlos A.
Perdido en lo mundano,
tú encontraste a Dios.
yo continuo aquí.
Sin embargo, cuando cae la noche, los instintos nos devoran.
Logras escuchar mi humedad,
puedo ver el deseo.
Llega el día, hay ausencia.
Me parece que mientes.
Niegas mis sospechas y no soy nadie para un reclamo.
Es como si jugases conmigo, así como juegas con Dios.
Ilustración - Leydy García
Leydy Manuela García Sarria
Amor de mi vida
A Victoria
Estás hecha de estrellas fugaces
Y fuiste creada con lo más puro
De la benignidad.
La primavera es contigo una sola
El verano solo disfruta jugar en tu cabello
El otoño siempre se ha arrodillado ante tu presencia
Y nunca antes el invierno conoció calor como el tuyo.
Tu pestañar esperan pacientemente los amaneceres
Dime si hoy prefieres cancelarlos
Porque me tomaré el atrevimiento de llamar a lo tenue
Y