King Nº 7 El Dios de nuestra vida. Herbert King

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King Nº 7 El Dios de nuestra vida - Herbert King


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Está desapareciendo más y más, dando lugar a la idea de una materia eterna o de un hado ciego, un Dios despótico y autosuficiente que se mantiene desligado de la suciedad y maraña de las contiendas del mundo, y deja a los hombres librados desoladoramente a sí mismos.

      En tal entorno Schoenstatt descuella por su fe cálida, ardiente, en la Divina Providencia. Descuella como una columna solitaria que se alza elevándose al cielo. La fe en la Divina Providencia, olvidada, despreciada, negada, combatida, es para nosotros cimiento del sólido edificio de la Familia, una Familia que aspira a elevados ideales y se extiende por todo el mundo.

      Con la ley de la puerta abierta y de la resultante creadora, la fe en la Divina Providencia nos ha desvelado el plan admirable de Dios y nos lo ha confiado para su realización. Esta fe es, por así decirlo, el carisma que la bondad desbordante de Dios nos ha concedido en gracias abundantes por la intercesión de la Sma. Virgen. Una fe que se mantiene firme en medio de todas las tormentas y extrae las conclusiones para la vida cotidiana con una inmutable seguridad instintiva. Y las extrae especialmente cuando resulta vano todo cálculo humano y se derrumba todo apoyo terrenal. Esa fe es la buena nueva que tenemos que proclamar con convicción al mundo de hoy mediante palabras que aclaren y den testimonio, y mediante hechos audaces y heroicos. Creemos que estamos llamados a esa tarea.

      1.12 AYUDA CONTRA EL FRÍO CÓSMICO Y ANTROPOLÓGICO

       De: Conferencia del 3 de enero de 1965

      En: Vorträge, III (1966), 41-42

      Desde el principio hemos sostenido una concepción del Dios vivo peculiar, específica, especial: el Dios de la vida. Escuchémoslo bien: el Dios de la vida que sostiene continuamente en sus manos las riendas del acontecer mundial. No como si hubiésemos olvidado al Dios de los altares o al Dios de nuestro corazón. ¡Ah, no! También ese Dios quiere ser considerado, ser puesto en el primer plano.

      Pero en una época en el que el mundo, especialmente en la vieja Europa, ha comenzado a rigidizarse, presa del frío cósmico… ¿Entienden lo que significa frío cósmico? No sólo hay que entenderlo biológicamente. Hablamos de frío cósmico: todo lo enfría, rodea al ser humano haciendo que su interior se entumezca, se enfríe. ¿Qué significa tal enfriamiento? Que el hombre ya no entiende más la vida porque la vida le plantea infinidad de enigmas. No puede ver más allá. Frío cósmico. Adviertan pues que tenemos que reencontrarnos con el Dios de la vida y su calidez cósmica. El corazón ha de volver a ser un corazón cálido en su relación con Dios; y serlo en la mayor medida, de modo descollante, precisamente cuando todo a nuestro alrededor esté oscuro. Un salto en la oscuridad.

      1.13 AMADO PERSONALMENTE

       De: Vorträge 1963, 2, 52-54

      Cuando piensa sobre sí mismo y el orden de salvación, san Pablo no se cansa de repetir: “Dilexit me”.44 Reflexionen sobre esta realidad. San Pablo es objeto del amor de Dios. Y me parece que él, para ser sincero, no sólo podría decir: dilexit me, sino dilexit me specialissime o bien specialissimo modo. Somos objeto del amor de Dios. Hemos hablado mucho sobre la corriente de amor que mana del corazón de Dios, fluye por el mundo y busca retornar al corazón de Dios. Hemos sido sumergidos en esa corriente de amor. (…)

      Vale decir, no sólo objeto de un amor paternal general, de un amor maternal general, sino objeto de ese amor de una manera muy especial. ¿Cómo fundamentarlo? Podría dejar a ustedes esa fundamentación. Precisamente porque estamos acostumbrados a detectar el deseo, la voluntad y regalos de Dios a través del modo y manera como Él nos ha ido guiando. No se avergüencen de reconocer silenciosa y agradecidamente en su fuero interno que el camino de su vida ha estado ligado hasta ahora a Schoenstatt. (…) Detrás de la vida y acción de ustedes tiene que haber brillado con fuerte intensidad la “estrella de los Tres Reyes Magos”, la estrella de las tres virtudes teologales.45 Sabemos que toda gracia mana, por último, de una sola fuente, del corazón de Dios. Por eso no nos resulta difícil afirmar, viéndonos a nosotros reunidos aquí: “specialissismo modo a Deo dilecti”.46

      Será pues tarea de ustedes meditar sobre esa afirmación. Les pido que lo hagan con frecuencia. No como se lo hace por lo común cuando se participa del retiro mensual, ejercicios espirituales, etc., ocasiones en las que nos detenemos en la revisión y repaso de las debilidades y miserias personales. Creo que esta vez, y por un cierto tiempo, debemos hacer lo contrario: enfocarnos en las misericordias de Dios en nuestra vida, especialmente las misericordias extraordinarias de Dios; y hacerlo muy conscientemente.

      1.14 LA LEY DE VIDA DE LOS SANTOS

       De: Brief an Turowski 1952/1953, 123

      Las biografías de los santos presentan una característica particular. Todos ellos comenzaron a abrirse plenamente al bien y emprender el camino hacia la cumbre de la perfección cuando en su vida y alma echó hondas raíces la fe en la providentia divina specialis. Vale decir, cuando tomaron conciencia, cuando sintieron y creyeron que la persona de Dios Padre los aceptaba personalmente, los valoraba y trataba como a las pupilas de sus propios ojos; cuando pudieron repetir con san Pablo: Dilexit me et tradidit semetipsum pro me;47y cuando con san Ignacio rezaron en todas las estaciones del viacrucis: Et omnia haec propter me.48Todos los santos, sin excepción, fueron por excelencia hijos de la Divina Providencia. De ahí la gran importancia que reviste para todos los tiempos educar en la vida sobre la base de la fe práctica en la Divina Providencia. Y de ahí la conclusión que se extrae con facilidad: La importancia que tiene una tal educación justamente para una época afectada, hasta la médula, por la despersonalización y la masificación.

      1.15 EL MENSAJE CENTRAL DE JESUCRISTO

       De: Brief an Turowski 1952/1953, 124-126

      La imagen de Dios del Nuevo Testamento presenta marcados rasgos paternales. Lo constatamos con frecuencia y nos convencimos hondamente de ello a lo largo de las décadas. Por eso basta con señalarlo. Creemos firmemente que Jesús tenía la misión de revelar esos rasgos a sus oyentes y discípulos, e incorporarnos de manera misteriosa a su propia filiación divina. En la oración sacerdotal49 da el siguiente testimonio de sí ante el Padre del Cielo: “Manifesté tu nombre - el nombre de Padre - a los hombres.”

      En su oración, trabajo y padecimientos, Jesús giraba en torno del Padre. E integra a esa corriente de amor que va hacia al Padre a todos los que se unan a él. Así lo hizo durante su vida en la tierra. Y así sigue haciéndolo hoy en la liturgia y a través las mociones interiores. Nadie va al Padre si no es a través de él. Jesús habrá cumplido su misión recién cuando todos los elegidos hayan hallado el camino hacia el Padre con el compromiso de su propio ser, sentimientos y vida. Jesús pone el nombre de “padre” en la boca y el corazón de los suyos enseñándoles a rezar: “Padre nuestro…”

      Con arrollador entusiasmo e imágenes brillantes proclama no sólo la buena nueva de la providentia generalis del Padre sino también y sobre todo de su providentia specialis. La providencia general era conocida por sus oyentes que habían pasado por la escuela del Antiguo Testamento. Para ellos no era nuevo que Yahvé cuidase de su creación, que alimentase las aves del cielo y vistiese los lirios de los campos. Sabían que Israel era el predilecto de Dios, era su pueblo elegido. Conocían por la historia suficientes casos en los que había operado la providentia specialissima. Les bastaba pensar en los patriarcas y en los profetas. Con qué frecuencia en el transcurso de los siglos se ha repetido, unas veces de una forma y otras veces de otra, lo que la Sagrada Escritura relata de Moisés: “Yahveh hablaba con Moisés cara a cara, como habla un hombre con su amigo” (cf. Ex 33, 11).

      Pero lo que para ellos sí era nuevo era precisamente el hecho de que el Padre se interesase personalísimamente por las mínimas cosas de cada ser humano y velase paternalmente por ellas, al punto de que no cae ni un solo cabello sin el conocimiento y voluntad de Dios, sin su intervención (cf. Mt 6, 25-34). He aquí pues el mensaje de la providentia divina specialis, vale decir, de la Divina Providencia individual o especial: Dios no sólo abarca todo el acontecer mundial con las leyes y constantes inherentes y operantes en él, y lo lleva sabiamente hacia una gran meta planeada; Dios no sólo se ocupa de algunos grandes líderes del pueblo; sino que, a la vez y del mismo modo, se ocupa de cada una de las personas que conforman ese mundo. Sabemos todo esto; lo hemos recordado


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