King Nº 7 El Dios de nuestra vida. Herbert King

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King Nº 7 El Dios de nuestra vida - Herbert King


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nadar, pero manteniéndolo continuamente fuera del agua, no dejando que su hijo ingrese a ella, éste jamás aprenderá a nadar. En ese caso su hijo es comparable al hombre de quien se relata que juraba que jamás se metería en el agua para nadar hasta que no pudiera nadar. No se aprende a nadar quedándose fuera del agua y recibiendo sólo explicaciones teóricas sobre el arte de nadar. Así como a amar se aprende amando, a nadar se aprende nadando. Si de alguna manera o en algún momento no se toma contacto con el agua, si no se es sumergido o arrojado a ella, no se aprenderá los rudimentos, el abc de la natación, ni mucho menos se llegará a ser un hábil nadador.

      Aplicado a nuestro caso: quien no es arrojado por el Padre al mar tempestuoso, a las marejadas de las adversidades de la vida, jamás aprenderá a “nadar”, no se asociará a la figura del Unigénito que ha pisado el lagar del dolor hasta el aniquilamiento de sí, porque el Padre así lo quiso. De ahí la exclamación jubilosa de Jesús: “El que me envió está conmigo

      y no me ha dejado solo, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Jn 8, 29).

      Es pues el amor del Padre el que nos arroja al agua de las adversidades. Ese mismo amor del Padre hace también que el Padre no abandone a su hijo en esas aguas, porque podría ahogarse, podría perecer en la tempestad y el oleaje. Por eso una y otra vez lo saca del agua, vale decir, no deja que seamos tentados por encima de nuestras fuerzas. No carga sobre nuestras espaldas fardos o cruces más pesados de lo que podamos sobrellevar, salvo que él nos preste sus propias espaldas para cargarlos.

      Me he ocupado más extensamente de la ley de la puerta abierta en el caso de las dificultades de la vida. Lo he hecho con toda intención. Porque es una ley de validez inalterable en el campo de la Divina Providencia. En ese campo es admitido quien es ya un nadador formado o maestro de natación, o bien quien se empeñe en lograr ese título. Quien quiera obtener “derecho de residencia” en dicho campo, no debe contentarse con un mero reconocimiento de los valores sobrenaturales tradicionales. Tiene que rendir y aprobar el examen sobre tal reconocimiento en innumerables ocasiones de la vida concreta. Vale decir, tiene que haber aprendido a ver y a asumir la vida a la luz de la fe; tiene que ser un maestro en el arte de pesar todos los acontecimientos en la balanza de la fe. Vivir continuamente en el cielo,70 pero a la vez con los pies en la tierra, con ropas que huelan a tierra. Así encarnará por excelencia el ideal que san Pablo define con las siguientes palabras: "Mi justo vivirá por la fe" (Hb 10, 38).

      1.27. “EL PADRE PODA LA VID”

       De: Rom-Vorträge, II (1965), 211-213

      “El Padre poda la vid”.71 ¡Qué bella y a la vez qué sencilla ilustración de un pensamiento! El Padre poda la vid. En la medida en que yo sea miembro de Cristo daré fruto, fruto para la eternidad, y ciertamente también para la vida terrenal. El Padre poda la viña para que dé más fruto. Detengámonos en esta imagen. En primer lugar, el Padre poda. Les recuerdo lo que dijimos en su momento: Dios se vale de manos ajenas. Tenemos que aprender a besar todas las manos de Dios, también las manos “prestadas” de Dios, las manos “alquiladas” de Dios.

      O bien aquel otro pensamiento: las mano de Dios no es blanda, sí siempre cariñosa y bondadosa, pero no raras veces calza guante de hierro. Pero debajo de ese guante está la mano de Dios. El Padre poda. No siempre lo hace directamente. Pero puede hacerlo. ¿Cómo? Mediante luchas y crisis que soportamos en nuestro interior. El Padre poda. ¿Cómo? A través de una mano ajena, a través de manos humanas sacrílegas, asesinas, criminales. Pero el Padre es quien lo hace. Se vale de guantes. ¿Qué tipo de guantes? Guantes que pueden provocarnos heridas que van desde un arañazo hasta fractura de mis miembros. Pero el Padre es quien lo hace. ¿Por qué lo hace? Hay que podar la viña; hay que purificar de egoísmo el corazón; tengo que ser liberado de mí mismo. Todas las cosas sobre las cuales hemos hablado hasta el momento desde un punto de vista más bien ético, cobran ahora un tinte sobrenatural.

      Poda la vid… Yo soy esa vid. Por lo tanto tengo que ser una vid de pleno valor, de incomparable fecundidad, de abundante fruto. El Padre la poda para que dé más racimos. Tengo que dar más frutos, tengo que asemejarme más al Señor. Y si me asemejo al Señor de la Pasión, entonces no sólo me asemejaré a la vez al Señor de la Transfiguración, sino también al Señor Redentor del mundo.

      Internalicemos hondamente ésta y otras verdades bíblicas. No basta haberlas escuchado una vez. También en el caso de que, por ejemplo, tengan que enseñarlas en clase. Para comprenderlas hace falta tomar distancia del mundo, buscar la soledad. Necesitamos clausura del corazón. Quedarnos en casas de dichosa soledad. Cuando más tarde debamos andar de aquí para allá en el mundo, cuando más hayamos consolidado la clausura del corazón, tanto más las mencionadas verdades cobrarán forma, figura y vida en nosotros.

      1.28 TEOLOGÍA DE LA CRUZ

       De: Homilía del 1 de abril de 1962

      En: Aus dem Glauben Leben, 1, 40-41

      Sí, la cruz y el sufrimiento, tal como los vemos en la vida, constituyen un enigma. Con razón podríamos hablar de un mysterium crucis [misterio de la cruz]. Cruz, sí, mi propia cruz, tal cual la cargo sobre mi espalda. Y no sólo consideremos la cruz personal sino las cruces de todo el mundo: ¡Qué multitud de cruces! No en vano hablamos de un “valle de lágrimas”. No lo admitimos públicamente, pero en lo que hace a nuestra íntima experiencia nos decimos: “Sí; es un valle de lágrimas”. ¿Por qué esa situación? Mysterium crucis.

      Misterio de la cruz. La cruz es algo enigmático para la razón humana. Por eso los teólogos hablan precisamente de misterio de la cruz; pero también hablan de mysterium gratiae, del misterio de la gracia y del misterio de la maldad. ¿Cómo es posible que la naturaleza humana pueda yacer tan enfangada en el pecado? ¿Por qué fluye por el mundo esa corriente de pecado terrible, sucia, extraordinariamente sucia? Un misterio. Un misterio como lo es el de la cruz y el del sufrimiento: cruz y sufrimiento en mi vida; cruz y sufrimiento en la vida de toda la humanidad, especialmente en los tiempos que corren. Nosotros mismos, ¡por cuánta cruz y sufrimientos hemos pasado! Y si agregamos lo que hemos visto y oído de otros…

      Pero los teólogos hablan también de una teología de la cruz. Por un lado, mysterium crucis y, por otro, theologia crucis. ¿Teología de la cruz? Sí, hay una teología sobre la Santísima Trinidad, una teología de la eucaristía, etc. ¿Ha de haber también una de la cruz? Hablamos en este punto de una teología que enfoca la siguiente cuestión: A pesar de todo esta cruz y sufrimientos que vemos en el mundo, ¿cómo justificar a Dios? ¿Hemos de justificar nosotros a Dios, a su justicia? ¿De dónde proviene todo ese sufrimiento? ¿De dónde? Quizás yo salga bien parado al examinarme sobre cruces y sufrimientos personales… pero hay otras personas que parecen signadas desde la cuna por la desgracia; donde quiera que vayan las acompaña una cruz insoportable, incomprensible. En esos casos, ¿cómo justificar a Dios, cómo justificar su justicia y misericordia? He ahí el gran problema de la cruz. (…) Lo enigmático de la cruz en mi vida y en la vida de toda la humanidad. (…) ¿Quién descorrerá el velo de este enigma insoluble? ¿Acaso la razón, la razón que piensa humanamente? Sí, lo descorre en cierta medida, pero no explica mucho las cosas. ¿Lo descorrerá la razón iluminada por la fe? Sí, la razón iluminada por la fe explica un poco más, pero no todo. Por último el enigma, el misterio de la cruz será resuelto recién en la visio beata, cuando en el cielo veamos a Dios cara a cara.

      1.29 (TRES) RAZONES TEOLÓGICAS PARA EXPLICAR LAS OSCURIDADES Y DIFICULTADES EN LA VIDA

       De: Conferencia del 30 de noviembre de 1965

      En: Rom-Vorträge, II (1965), 217-225

      (La historia como “difícil camino de peregrinación” : Testimonio autobiográfico del P. Kentenich luego de catorce años de exilio)

      “En el difícil camino de peregrinación

      Dios se ha manifestado ante nuestra comunidad

      en su grandeza y sabiduría,

      para gloria y alabanza suyas.”72

      Aquí nos hallamos nuevamente ante el Eterno, ante el Infinito, a quien queremos adherir, amar con toda el alma. Todo lo que ha acontecido, también lo inexplicable,


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