Tendencias organizacionales y democracia interna en los partidos políticos en México. Alberto Espejel Espinoza

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Tendencias organizacionales y democracia interna en los partidos políticos en México - Alberto Espejel Espinoza


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de la representación política en México.

      Fruto de las reformas electorales negociadas con la oposición (1963-1996), esta situación cambió paulatinamente, pues otros partidos comenzaron a cobrar cada vez más peso, hasta llegar a un escenario donde, al menos hasta 2018, tres fuerzas partidistas se distribuían el 90% de votos.

      En primera instancia, en 1963, gracias a las negociaciones entre Acción Nacional y el PRI, se instauró la figura de “diputado de partido”; en 1977, luego de esta reforma, vendría la Ley Federal de Organizaciones Políticas y Procedimientos Electorales (LOPPE) como una apuesta liberalizadora del régimen que daría espacios a partidos de oposición marginados. Otro cambio importante fue que, a partir de ese momento, los partidos serían considerados entidades de “interés público” con derecho a financiamiento.4 En 1990, producto de la catástrofe electoral de 1988 (con la famosa “caída del sistema”), comenzaría la reducción de la intervención del Poder Ejecutivo en los órganos electorales, dando lugar, en 1996, a la ciudadanización del Instituto Federal Electoral.

      Este paulatino proceso de reformas electorales permitió que la oposición accediera a cargos de elección popular hasta llegar a 1997, momento en el cual se configuró un sistema de partidos pluralista. Esto fue posible en la medida de que el PRI perdiera, por sí mismo, la mayoría en la Cámara de Diputados. A partir de esta coyuntura, el otrora partido hegemónico tendría que negociar con la oposición si quería aprobar o modificar leyes. Aunado a ello, la oposición (PAN 24% y PRD 25%) comenzó a obtener triunfos de gran relevancia a nivel subnacional.

      Siguiendo una tendencia similar a la de otros países en América Latina, en México, la exigencia de democracia interna fue antecedida por la descentralización política, misma que comenzó en 1980, pero tuvo su etapa de esplendor en la década siguiente (Alcántara, 2004: 215-217). En México, dicho proceso estuvo acompañado por la liberalización política, luego de la cual a la oposición (principiando por el PAN, en 1989) le fueron reconocidos triunfos electorales importantes. Se trató de un periodo en el cual la oposición fue ganando espacios en el orden subnacional. Esta reconfiguración del poder político motivó una mayor exigencia por parte de los mismos partidos.

      En el caso del PAN, las élites subnacionales comenzarían a exigir mayores espacios de poder, mientras que en el caso del PRD, debido a su exigua estructura subnacional, este nuevo escenario sería aprovechado por los grupos internos en detrimento del líder carismático. En el PRI, la dirección centralizada subordinada al Presidente de México fue cediendo poder a los gobernadores.

      Así, la configuración actual del sistema de partidos en México, caracterizado por el pluralismo moderado, proviene de un proceso de cambios y reformas electorales graduales. Precisamente, a partir de las décadas de los ochenta y noventa del siglo XX, el sistema de partidos presenciaría una mayor competencia electoral, la cual incidiría en el tránsito de un sistema de partido hegemónico a la construcción de un sistema de partidos competitivo.

      Las elecciones de 2000 siguieron esta misma lógica, pues en la integración, tanto de la Cámara de Diputados como la de Senadores, ninguna fuerza partidista obtuvo mayoría absoluta. Además, luego de 70 años de la hegemonía del PRI, en el Poder Ejecutivo se experimentó la primera alternancia con el triunfo de Acción Nacional.

      Así pues, el sistema de partidos pluripartidista con elecciones competitivas, en el que ningún partido obtiene la mayoría absoluta, ha prevalecido desde el año 2000, hasta el 2015. Los rasgos principales de dicho sistema pluripartidista mexicano fueron: 1) la alternancia política en los órganos de representa; 2) el fortalecimiento de las instituciones y reglas electorales; 3) gobiernos divididos en los niveles federal y locales; y 4) que, entre 1991 y 2012, tres partidos se han disputado alrededor del 90% de los votos.

      Ahora bien, a partir de que la política se descentraliza, aunado a que los partidos comienzan a adquirir más relevancia en el escenario nacional (debido, por un lado, a sus triunfos electorales y, por el otro, a la asignación de cuantiosos recursos para su ejercicio), desde la academia despertaría un mayor interés por conocer la vida interna de estas organizaciones, en tanto entidades de “interés público”.

      De hecho, los primeros trabajos que denuncian y/o describen la precaria democracia interna provienen, en su mayoría, del interior de los principales partidos opositores en la década de 1990. Esta importante ola de trabajos emergió en la medida en que dichos partidos comenzaron a importar cada vez más, debido a sus recientes triunfos electorales.

      En el caso de los trabajos que denuncian el peso del carisma en detrimento de la democracia interna, destaca el libro de Sánchez (1999) intitulado La élite en crisis y la denuncia de Castillo (1995) en Del caudillo a las instituciones. Estos trabajos simplemente describen la situación existente al interior de los partidos políticos y se encuentran en los números especiales de la revista Propuesta del Partido Acción Nacional de 1999. Por otro lado, en el ámbito académico, tanto los trabajos de Cárdenas (1999), como los de Espinosa de Parrodi (1999) y el de Nieto (1999) dan cuenta de los métodos de selección de dirigentes y candidatos, así como de las normas estatutarias. Dicho fenómeno de denuncia e interés por el tema no se presentaría en el Revolucionario Institucional, debido a que la presencia del Presidente de México reduciría en exceso las posibilidades de crítica interna, así como el interés por indagar la existencia de democracia interna en dicho partido.

      Una honrosa excepción representan los trabajos académicos de Cárdenas (1992, 1996) sobre los partidos políticos y la democracia; el de Garrido (1987, 1990), en torno a la imposible democracia interna en el PRI; así como el de Reveles (1996), sobre la selección de candidatos presidenciales en el PAN.

      Como ya se expuso, con la llegada de la alternancia política en México, emergería, junto al sistema de partidos competitivo, el interés desde la academia por indagar la situación al interior de los principales partidos. No es gratuito que el primer evento de proyección nacional en una universidad, donde se planteó tema de la democracia interna, ocurriera en 2002. Se trataría del VII Congreso Iberoamericano de Derecho Constitucional, realizado en el Instituto de Investigaciones Jurídicas de la Universidad Nacional Autónoma de México, cuya Mesa 7 versaría sobre Partidos políticos: democracia interna y financiamiento de precampañas. En dicho evento, académicos y políticos se reunirían para hablar de la situación al interior de los partidos políticos en México. En esa mesa destacan el trabajo de Hernández (2002), sobre la democracia interna y los partidos en México, el de Garrido (2002), sobre la reglamentación mínima para asegurar la democracia interna, el de Lara (2002), en torno al PAN y sus procesos internos, así como el de Valdés (2002), que abordó la selección de candidatos en el PRI.

      No hace mucho surgieron algunos estudios sobre los tres principales partidos políticos y su democracia interna. En cuanto a los trabajos que abordan a los tres principales partidos se encuentran los de Reveles (2008, 2011), Alarcón (2009) y Prud’homme (2007). Sin embargo, ha existido poco interés en tratar dicho tema en más de un partido político, por lo cual es claro que han proliferado los estudios de caso centrados en un indicador, sea selección de dirigentes nacionales o candidatos presidenciales. Una honrosa excepción es el trabajo colectivo coordinado por Casanova y Corona (2013).

      La inestabilidad al interior del PRI, antes y después de la derrota presidencial del año 2000 generó un gran interés académico. Por ello, no es gratuito que sea el partido quien concentra buena parte de las investigaciones enfocadas en aspectos relacionados con su democracia interna. Es el caso de los trabajos de Casillas (2000), Reveles (2000, 2003b, 2003c) y Pacheco (2009), sobre la selección del candidato presidencial, así como el de Corona (2003), que aborda la selección de dirigentes.

      El PAN ha sido el segundo partido cuya democracia interna ha captado un gran interés académico. El trabajo de Reveles (2002) da cuenta de los métodos utilizados para seleccionar candidatos y dirigentes, hasta antes de que el PAN asumiera la Presidencia de México. Por su parte, las investigaciones de Alarcón y Freidenberg (2007) y Reveles (2005) se encargaron de analizar la selección de candidato presidencial cuando el PAN logró hacerse del Poder Ejecutivo.

      El PRD es el partido que menor interés ha generado. No obstante,


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