Elementos para una (re)interpretación de las convenciones internacionales de drogas. Francisco E Thoumi

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Elementos para una (re)interpretación de las convenciones internacionales de drogas - Francisco E Thoumi


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que los consumidores de drogas y los adictos no perdían sus derechos humanos y que la JIFE estaba actuando más allá de su mandato y en conflicto con las Convenciones de Derechos Humanos de las Naciones Unidas (Bewley-Taylor, 2012b; Small y Drucker, 2007; Csete y Wolfe, 2007; Barrett, 2008; entre otros). En los últimos años, la JIFE ha suavizado su posición. Véanse los capítulos séptimo y octavo.

      4 Este proceso se detalla en el capítulo décimo.

      5 La marihuana contiene más de 300 sustancias de las cuales más de sesenta son “cannabinoides” únicas de la planta de marihuana. “El principal componente psicoactivo en el cannabis es el Δ-9 tetrahidrocannabinol (THC). Los compuestos que son estructuralmente similares al THC se conocen como cannabinoides” (OMS, s. f. a). Muchas de las sustancias que contiene la marihuana no tienen efectos psicoactivos; el cannabidiol, la sustancia empleada en la mayoría de los usos médicos es uno de ellos. La marihuana medicinal se ha fumado principalmente sin separar sus sustancias. En muchos lugares, la prescripción de marihuana medicinal ha sido muy laxa y de hecho se convirtió en un pretexto para legalizar el uso de sus sustancias psicoactivas.

      6 Esto permite que un grupo de partes en un Convenio se una y realice un cambio en la convención que solo es válido dentro de sus países.

      Todas las sociedades en las que ha habido disponibilidad de drogas psicoactivas las han usado1, pero han percibido los peligros y efectos del consumo de maneras muy diferentes que, además, han cambiado con el tiempo. Sus efectos han sido percibidos como negativos, neutros o positivos dependiendo de la sociedad, la droga y la época2.

      Las bebidas alcohólicas y otras drogas se han utilizado para aumentar la productividad en sociedades agrícolas donde muchos trabajos son repetitivos, solitarios y aburridos3. La urbanización, la modernización y la industrialización transformaron el trabajo y otras relaciones sociales y, por primera vez en la historia, personas no aristócratas tuvieron un poco de ocio e ingresos para gastar a su antojo. Cuando eso sucedió, los costos sociales de la drogadicción crecieron y se hicieron evidentes. Se observó que, en algunos entornos tradicionales, el consumo de drogas aumentaba la productividad; mientras en los contextos urbanos modernos, constituían un obstáculo para las actividades productivas que requerían coordinación y colaboración entre los trabajadores (Hush, 1992)4.

      Las drogas psicoactivas han tenido múltiples usos: “para la relajación, la recreación, curar y aliviar el dolor, para hacer y disfrutar la música, para la seducción, el trabajo, las batallas y para la adoración” (Kleiman, Caulkins y Hawken, 2011, pp. xviii-xix). También se utilizan en rituales culturales que facilitan las interacciones sociales. Estos usos han variado a lo largo del tiempo y según las sociedades. Para muchas drogas, especialmente los opiáceos, prevalecieron los usos medicinales. Hasta no hace mucho tiempo, la medicina no curaba muchas enfermedades y las drogas psicoactivas, principalmente sedantes y narcóticas, eliminaban el dolor y les permitían a los enfermos dormir y sentirse mejor. La mayoría de las drogas psicoactivas no eliminan las causas profundas de los problemas de salud, pero son paliativas y desempeñan un papel que permite controlar la angustia y la ansiedad, así como facilitar otros tratamientos médicos y hacer más tolerable el final de la vida (De Rementería, 1995)5. Históricamente, las enfermedades se habían asociado a factores religiosos y mágicos. Con frecuencia, se consideraban castigos y pruebas divinas, efectos de maldiciones y hechizos de brujería o acciones de malos espíritus. Hoy muchos también creen que la eficacia de los medicamentos depende de la interacción entre la mente y el cuerpo6.

      Adicionalmente, las drogas psicoactivas se utilizan estratégicamente en el crimen y las guerras. Algunas hacen que la gente pierda la voluntad y siga órdenes, algunos ladrones las usan para robar sin recurrir a la violencia7 y agencias de seguridad de los gobiernos, para obtener información de enemigos. También se utilizan para motivar a los combatientes y aumentar su agresividad en la batalla8.

      Por otra parte, muchas drogas psicoactivas tienen un efecto estimulante y se han empleado de diversas maneras. La masticación de coca permite al usuario estar más alerta, trabajar más horas y también amaina el hambre. En los países andinos, por ejemplo, ha sustituido el consumo de alimentos durante las hambrunas (Gagliano, 1994). Cafeína, nicotina, anfetaminas y cocaína también se utilizan como estimulantes9.

      Las drogas psicoactivas se han usado también con características propias del dinero y con fines de cambio. En algunas haciendas bolivianas, colombianas y peruanas, hasta mediados del siglo XX, parte del salario de los campesinos se pagó con hojas de coca. En Afganistán, los préstamos a los campesinos que cultivan adormidera regularmente deben pagarse solo con opio. Muchas drogas psicoactivas son valiosas en relación con su peso y volumen, hecho que las convierte en buenas reservas de valor, al menos durante algunos años, antes de que empiecen a deteriorarse. Estos fármacos tienen características análogas a los productos básicos y su demanda constante basada en la adicción, los convierte en activos líquidos.

      Otras drogas psicoactivas relajan o desinhiben y funcionan para facilitar las interacciones sociales. Este es uno de los usos del alcohol, el opio, la coca, khat, la cafeína y la nicotina. También se utilizan en ceremonias y eventos importantes como nacimientos, funerales, bodas, para cerrar contratos y demostrar amistad.

      Durante siglos, las semillas de cáñamo (marihuana con poco THC) fueron una fuente de alimento en China, el Sudeste y Centro de Asia y los Balcanes (Buxton, 2010). La coca se ha usado como alimento y las bebidas fermentadas han sido buenas fuentes de azúcar, carbohidratos y algunas vitaminas. En muchas regiones, las bebidas alcohólicas se han considerado más seguras para beber que el agua, por ejemplo, durante varios siglos, la sidra de manzana fue el principal líquido ingerido en distintas regiones rurales de los Estados Unidos. En algunas comunidades nativas y campesinas de América Latina, las bebidas fermentadas de maíz, piña y caña de azúcar han sustituido la ingesta de agua.

      En la misma vía, algunos medicamentos han cumplido la función de generar cohesión de grupo y como símbolos de estatus. En muchas sociedades, ciertos usos de drogas se han asociado a grupos bohemios, artísticos e intelectuales. En países como Estados Unidos, en la década de 1960, el uso era un símbolo de protesta social y una manera de identificarse con una contracultura.

      La búsqueda de los humanos por tener diferentes experiencias de estados de ánimo no se ha limitado al consumo de drogas psicoactivas. Han logrado resultados similares utilizando otros métodos como el yoga, la hiperventilación y la meditación que hacen que el cuerpo genere dopamina y sustancias con efectos similares.

      Esa misma búsqueda no se ha limitado a los seres humanos. El uso de drogas psicoactivas en el mundo animal fue documentado por Siegel (2005, pp. 106-123) quien brinda ejemplos significativos de diversos animales que usan drogas e incluso las “producen” como en el caso de los elefantes que recogen frutas y no las consumen hasta que se fermenten.

      Muchas plantas de las que se derivan drogas psicoactivas también tienen usos industriales. Hasta el desarrollo de las fibras sintéticas, el cáñamo era la fuente principal de fibra utilizada en muchas actividades de ese tipo. El cáñamo, la coca y la adormidera son insumos para la producción de papel, tela, sogas y otros productos. Después de extraer la cocaína de las hojas, estas se utilizan como agente saporífero para la Coca-Cola.

      La lista de usos de drogas psicoactivas puede ampliarse, pero los que se describen son suficientes para ilustrar los desafíos que enfrenta cualquier política exitosa de control de drogas psicoactivas y muestran que los seres humanos siempre han


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