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parpadeó mientras la puerta se cerraba de golpe detrás de Kotaro. Perpleja, aún estaba sorprendida y aturdida. Guau, Kotaro podía ser realmente aterrador cuando se enojaba. Incluso sintió pena por Yohji en ese momento.

      Mirando por encima de su hombro, vio a Hitomi, el hermano de Yohji aún en el suelo donde lo había dejado Kotaro. Por primera vez, no le molestaba que Kotaro fuera tan protector con ella. Tembló y trató de no pensar en qué podría haber pasado si Kotaro no hubiese aparecido cuando lo hizo.

      Kyou la vio mordisquear su labio inferior como si no estuviera segura de qué hacer. La mirada de Kyoko viajó de nuevo hacia la puerta y él reflexionó. Así que ella tiene la protección del Lycan. Se preguntó qué otros misterios rodeaban a la chica. Este no era un lobo normal, el que ella había llamado Kotaro, podía sentir que era tan viejo como él mismo.

      Kyoko caminó más cerca de las puertas de vidrio mirando hacia afuera al oscuro estacionamiento, preguntándose a dónde se había ido Kotaro. Poniendo su mano en el picaporte, comenzó a abrir la puerta, pero un chico joven caminó en frente de ella, bloqueando su camino. Ella se detuvo inmóvil por un momento mientras el chico pequeño trababa sus ojos en ella. Era el sentimiento más escalofriante que haya experimentado.

      El chico tenía cabello blanco sólido y un tono de piel que casi le hacía juego. Pero esa no era la peor parte: sus ojos eran tan negros que parecían no terminar nunca, y le daban a Kyoko la sensación de que caía dentro de ellos. El chico sonrió suavemente, apenas mostrando sus colmillos inhumanos y por un momento, Kyoko realmente creyó que los había visto.

      Una mano llegó de la nada y agarró el hombro de Kyoko haciendo que un grito aterrado se atascara en su garganta volviéndose para ver a quién le pertenecía la mano.

      *****

      Kyou caminó fuera de la obscuridad cuando vio al secuaz de Hyakuhei al otro lado del vidrio. Sabía del chico engañoso, el más joven que parecía tan inocente, era a menudo el más mortífero.

      Deslizándose detrás de Kyoko, sus ojos sangraron y sus colmillos se alargaron haciendo saber al chico fantasma que no mordería a esta chica sin perder su propia vida inmortal.

      La mano de Kyoko se quedó quieta en la puerta sin estar completamente segura de si quería abrirla. Algo sobre el chico la estaba asustando. Justo cuando comenzaba a dar un paso hacia atrás, una mano pesada vino de la nada y agarró su hombro. Un grito de terror se atascó en su garganta al volverse a ver quién era.

      Kyoko olvidó respirar al mirar arriba a los ojos devastadoramente dorados. Largo cabello blanco enmarcaba su rostro y hombros. Él era un par de años mayor y su cabello se perdía en la obscuridad detrás de los reflejos plata, pero casi se veía como…

      â€“ ¿Toya? – susurró con vacilación, sabiendo que estaba equivocada, pero más importante… ¿por qué la habitación daba vueltas?

      Tan pronto como sus ojos se encontraron, Kyou se sintió atraído a ellos. Ella lo miraba como si lo conociera. Pero eso no era ni de cerca tan perturbador como cuando susurró el nombre de su difunto hermano. Sus brazos se deslizaron alrededor de ella, viéndola balancearse por el líquido contaminado que había consumido antes.

      Mientras sus manos se deslizaban a través de su piel descubierta donde su camisa era muy corta para cubrirla, sintió una excitación en su sangre de vampiro que le susurraba que se quedara con ella.

      La visión de Kyoko decidió que ella no era suficientemente buena para eso por el momento. Parecía desafiar su voluntad a la vez que el hombre se volvía borroso mientras lo miraba con curiosidad. Aunque no podía ver bien, aún podía sentir el cuerpo que la sostenía.

      Levantando sus dedos para tocar su mejilla preguntó: – Tú no eres Toya… ¿Quién eres? – Antes de que pudiera obtener una respuesta, Buda o cualquier dios que siguiera jugando con ella, apagó las luces al ella caer inconsciente.

      Kyou la sujetó contra él con fuerza cuando su cuerpo se desplomó en sus brazos. Se había desmayado, pero al menos no se había desmayado en los brazos de un enemigo. Su cabeza cayó hacia atrás exponiendo la suave pálida columna de su garganta y Kyou peleó contra sus instintos. Silenciosamente se preguntó si ella no estaba en los brazos del enemigo después de todo. Sus colmillos comenzaron a alargarse y él gobernó la sensación en su interior… esta era muy pura para tal obscuridad.

      Sintió su furia desatarse contra la chica ingenua. Si él no hubiese estado ahí para protegerla, ¿qué le hubiese pasado? Convenientemente olvidó sus propias urgencias momentos atrás. Si el lobo hubiese sido un protector adecuado, no la hubiese dejado. Miró a su alrededor dándose cuenta de que los amigos que la habían acompañado antes también la habían abandonado.

      Al amoldar sus sentidos, Kyou aún podía sentir a su némesis, Hyakuhei, dentro de los confines del edificio. Sintiendo la maldad viniendo de arriba de él, supo que Hyakuhei estaba en algún lugar arriba en las habitaciones del segundo piso.

      *****

      Shinbe saltó fuera del auto antes de que siquiera dejara de moverse. Una cosa lo incentivó hacia adelante y lo tuvo caminando derecho hacia la entrada principal del club en una carrera mortal. No podía sacarse de su cabeza el pensamiento de Suki y Kyoko volviéndose una de esas chicas perdidas y eso lo estaba aterrorizando.

      Toya lo había puesto al corriente con lo que Kotaro le había dicho y una vez que pusiera las manos sobre Suki, él bien que las mantendría ahí. En qué parte de su cuerpo no lo podía decir, pero tenía que encontrarla primero.

      Shinbe se detuvo de golpe cuando entró por las puertas frontales del Club Medianoche.

      Justo en medio del pasillo había un hombre sosteniendo a Kyoko y ella no se veía muy bien. No se movía y estaba demasiado pálida. Y si vamos al caso, el hombre no se veía nada normal tampoco. Pálido sería un eufemismo para él, lo que hizo que Shinbe se detuviera nervioso cuando se dio cuenta de que el hombre le recordaba a su mejor amigo.

      El cabello plateado y los ojos dorados… el cabello de Toya era oscuro como la noche, pero en él tenía las mismas mechas que el hombre frente a él. Esas eran características poco comunes y solo sabía de Toya que tuviera ese tipo de combinaciones inusuales.

      Dándose cuenta de que el hombre se movía para irse con ella, Shinbe hizo a un lado el molesto sentimiento. Toya lo mataría si no detenía el secuestro de Kyoko.

      â€“ ¿Qué demonios estás haciendo con Kyoko? – Los ojos amatista brillaron al grito de Shinbe, sintiendo sus pies moverse de nuevo sin pensarlo. Ella podía no ser su novia, pero era muy preciada para él… más preciada de lo que admitiría y, además, era la mejor amiga de Suki. De ninguna manera este chico se iría con Kyoko en sus garras.

      Kyou deslizó su brazo debajo de las rodillas de Kyoko y la levantó sin esfuerzo. La acunó como a un bebé, descansando su cabeza contra su hombro con cuidado de no molestarla. El momento en que su cabeza tocó su hombro, se acurrucó en su abrazo suspirando suavemente.

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      Podía sentir la confianza y alegría emitida de su aura mientras se asentaba en sus brazos. La mujer-niña le afectaba enormemente y mientras más la observaba dormir, más la quería esconder de todo el mundo. Él sabía que podía… si realmente quería y la tentación era verdaderamente grande. Nunca había convertido a nadie en lo que era… pero si quisiera… podría hacerlo.

      Su protección hacia la chica, así como la necesidad


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