Una Razón Para Temer . Блейк Пирс
Читать онлайн книгу.perdida en sus pensamientos. Se metió la mano en el bolsillo, en busca de un pequeño pedazo de basura, pero lo único que pudo encontrar fue un coletero que se le había roto más temprano.
“¿Black?”, llamó Connelly desde la orilla. “¿Qué estás haciendo?”.
Miró hacia atrás y lo vio parado cerca del hielo, pero determinado a no pisarlo.
“Trabajando”, le respondió. “¿Por qué no patinas hacia acá y me ayudas?”.
Él puso los ojos en blanco y ella se volvió hacia el hielo. Dejó caer el coletero al agua y lo vio moverse por un momento. Luego poco a poco fue atrapado por la corriente lenta del agua bajo el hielo. Fue llevado bajo el hielo hacia su izquierda.
“Entonces ella fue vertida en otro lugar”, pensó Avery, mirando por el río en dirección a Boston. En la orilla, Connelly y el oficial con el que había estado hablando se estaban alejando de la escena.
Avery se quedó en el hielo, completamente de pie ahora. Estaba empezando a sentir mucho frío y veía su respiración vaporizándose en el aire. Pero la temperatura fría parecía estar ayudándola. Le permitía pensar, utilizar los crujidos del hielo como un metrónomo para poder organizar sus pensamientos.
“Desnuda, sin ninguna mancha o moretón. Así que esto no fue un asalto. No tenía joyas, así que pudo haber sido un robo. Pero la mayoría de los cuerpos muestran algunas huellas de lucha después de haber sido robados... y esta mujer está impecable. ¿Y qué de sus uñas y el hecho de que no tenía ni un solo pelo en todo su cuerpo aparte del cabello sobre su cabeza?”.
Se acercó lentamente a la orilla, mirando el río congelado a donde doblaba una curva y seguía en la dirección de Boston. Era raro pensar en lo bello que se veía el río Charles congelado desde la Universidad de Boston, ahora que un cuerpo había sido recién sacado de él.
Se subió el cuello del abrigo mientras caminaba a la orilla. Llegó justo a tiempo para ver las puertas traseras de la furgoneta del equipo de ciencias forenses cerrarse. Connelly se acercó a ella mientras miraba el agua congelada.
“¿Pudiste echarle un buen vistazo?”, preguntó Avery.
“Sí. Parecía un juguete. Toda pálida y fría y...”.
“Y perfecta”, dijo Avery. “¿Notaste que no tenía ni un solo pelo? Tampoco contusiones o golpes”.
“Ni joyas”, agregó Connelly. Con un gran suspiro, preguntó: “¿Qué se te viene a la mente?”.
Ahora se sentía mucho más dispuesta a ser totalmente honesta con Connelly, desde que él y O’Malley le ofrecieron una promoción a sargento hace dos meses. A cambio, parecían más dispuestos a aceptar sus teorías desde el primer momento en lugar de cuestionar todo lo que salía de su boca.
“Sus uñas estaban perfectamente recortadas”, dijo. “Es como si acabara de salir de un salón antes de ser vertida en el río. Y también tenemos el hecho de que no tenía ni un solo pelo. Todas esas cosas son extrañas, pero, en conjunto, me huelen a intencionalidad”.
“¿Crees que alguien la arregló antes de matarla?”.
“Parece que sí. Es casi como las funerarias, que hacen que los muertos se vean lo más presentables posible antes de la capilla ardiente. La persona que hizo esto la arregló. La afeitó y le arregló las uñas”.
“¿Crees saber el por qué?”.
Avery se encogió de hombros. “Solo puedo especular en este momento. Pero sí te puedo decir una cosa ahora mismo... y dudo mucho que te guste”.
“Dios mío”, dijo, sabiendo lo que venía.
“Este tipo se tomó su tiempo... no para matarla, sino para asegurarse de que se viera perfecta cuando fuera encontrada. Todo esto fue intencional. El hombre fue paciente. Basándome en casos similares, casi te puedo garantizar que no será la única”.
Con otro de sus suspiros patentados, Connelly se sacó su teléfono celular del bolsillo. “Agendaré una reunión en la A1”, dijo. “Les haré saber que tenemos un asesino en serie potencial en nuestras manos”.
CAPÍTULO TRES
Avery suponía que, si tomaba el puesto de sargento, necesitaba superar el odio que sentía por la sala de conferencias de la A1. No tenía nada en contra de la sala en sí. Pero sabía que una reunión celebrada dentro de ella muy poco después del descubrimiento de un cuerpo significaba que habría mucha discusión y gritos y que todos tratarían de acabar con sus teorías.
“Tal vez eso llegará a su fin una vez que sea sargento”, pensó mientras entraba en la sala.
Connelly estaba en la cabecera de la mesa, moviendo algunos papeles. Calculó que O’Malley llegaría pronto. Parecía estar más presente en todas las reuniones a las que ella asistía desde que le habían ofrecido el puesto de sargento.
Connelly levantó la mirada y se enfocó en ella. “Las cosas se están moviendo rápidamente en este caso”, dijo. “El cuerpo vertido en el río fue identificado exactamente hace cinco minutos. Patty Dearborne, de veintidós años de edad. Una estudiante de la Universidad de Boston, nacida en Boston. Eso es lo único que tenemos hasta ahora. Los padres deben ser informados una vez que esta reunión termine”.
Deslizó una carpeta que contenía solo dos hojas de papel. Una mostraba una imagen tomada del perfil de Facebook de Patty Dearborne. La otra hoja mostraba tres fotos, todas tomadas en el río Charles ese mismo día. La cara de Patty Dearborne estaba presente en todas ellas, sus párpados color púrpura cerrados.
Como una manera de tratar de meterse en la mente del asesino, Avery trató de ver el rostro de la mujer joven de la misma manera que un asesino lo haría. Patty era preciosa, incluso en la muerte. Tenía un cuerpo que Avery consideraba demasiado delgado pero que seguro tenía a todos los hombres delirando. Utilizó esta mentalidad, tratando de entender por qué un asesino elegiría a tal víctima sin ningún tipo de implicación sexual.
“Tal vez está tras las cosas bellas. La pregunta es si él está buscando estas cosas hermosas con el fin de adularlas o destruirlas. ¿Aprecia la belleza o quiere destruirla?”.
No estaba segura de cuánto tiempo pasó pensando en esto. Saltó un poco cuando Connelly llamó al orden. Había un total de nueve personas en la sala de conferencias. Ella vio que Ramírez había entrado en un momento. Se encontraba en un asiento cerca de Connelly, ojeando la misma carpeta que Connelly le había entregado hace unos minutos. Al parecer sintió que ella lo estaba mirando ya que levantó la mirada y le sonrió.
Ella le devolvió la sonrisa y Connelly comenzó a hablar de nuevo. Bajó la mirada de inmediato, pues no quería ser demasiado obvia. Aunque casi todo el mundo sabía que ella y Ramírez tenían algo, seguían intentando ser discretos.
“Todos ya deberían estar informados”, dijo Connelly. “Para aquellos de ustedes que aún no lo saben, la mujer fue identificada como Patty Dearborne, una estudiante de último año de la Universidad de Boston. Fue encontrada en el río Charles en las afueras de Watertown, pero nació y creció en Boston. Como la detective Black señaló en la sesión informativa, la corriente del río sugiere que el cuerpo fue vertido en otro lugar. El equipo forense supone que su cuerpo pasó unas veinticuatro horas en el agua. Estas dos cosas señalan que el cuerpo fue vertido en algún lugar de Boston”.
“Señor”, dijo el oficial Finley. “Perdóname por preguntar, pero ¿por qué no estamos considerando el suicidio? No encontramos ni moretones ni señales de un enfrentamiento”.
“Descarté esa posibilidad casi de inmediato cuando vi que la víctima estaba desnuda”, dijo Avery. “Aunque el suicidio sería algo que normalmente se consideraría, es muy poco probable que Patty Dearborne se desnudara antes de saltar al río Charles”.
Odiaba derribar las ideas de Finley. Sabía que cada semana se hacía mejor