Un Rastro de Vicio . Блейк Пирс
Читать онлайн книгу.se detuvo a medio masticar y le lanzó una mirada perpleja antes de preguntarle, con la boca llena: —¿Qué te está devorando?
—Lo siento. No debería estarte gritando. Solo estoy frustrada porque esta cosa esta tomando demasiado tiempo. Si estas chicas fueron secuestradas, toda esta rebusca está desperdiciando tiempo valioso.
—Démosle al tipo dos minutos más. Si no sale con nada para entonces, haremos caer el martillo. ¿Te parece bien?
—Me parece bien —replicó Keri y le dio un pequeño mordisco a su rollo.
—Sé que te fastidia esto —dijo Ray—, pero claramente algo está pasando contigo. Pienso que tiene que ver con lo que fuese que estabas ocultando en la estación. Ahora tenemos un poco de tiempo. Conque ponme al día.
Keri le miró y podía afirmar que incluso con el pedacito de lechuga que tenía en los dientes y le hacía ver ridículo, él no estaba bromeando.
Eres más cercana a este hombre que a nadie más en el mundo. Él merece saber. Solo dile.
—Okey —dijo—, pero espera.
Sacó el pequeño detector de cámaras y micrófonos que llevaba en su bolso y le hizo un ademán a Ray para que la siguiera hasta el corredor.
El aparato se lo había recomendado un experto en seguridad y vigilancia a quien una vez había ayudado en un caso. Él dijo que era una buena combinación de portabilidad, confiabilidad y precio adecuado, y hasta ahora, parecía estar en lo correcto.
En las semanas que habían pasado desde que el abogado Jackson Cave le había insinuado que la vigilaría muy de cerca, ella había hallado varios dispositivos de escucha. Un micrófono había sido colocado en la lámpara del escritorio de su oficina. Sospechaba que un miembro del equipo de limpieza había sido sobornado para que lo colocara allí.
También había hallado una cámara y un micrófono en su nuevo apartamento. El micrófono estaba en el recibidor, y la cámara había sido instalada en el dormitorio. También había encontrado un micrófono dentro del volante de su auto y otro en la visera del auto de Ray.
Edgerton había añadido protecciones extra a su computadora de oficina para detectar específicamente programas de seguimiento. Hasta ahora, ninguno había sido descubierto. Pero ella iba sobre seguro y evitaba usarla para nada que no fueran asuntos oficiales.
Su teléfono celular estaba limpio hasta ahora, probablemente porque nunca lo apartaba de su lado. Era el único dispositivo a través del cual se comunicaba con el Coleccionista y era en consecuencia el que más protegía.
Cuando llegaron al corredor, Keri se revisó a sí misma con el aparato, luego hizo lo propio con Ray. Señaló el teléfono de Ray. Él se lo extendió y también fue revisado.
Ray ya había pasado por esta rutina muchas veces en las últimas semanas. Se resistió al inicio, pero después que Keri descubrió el micrófono en su auto, dejó de oponerse. De hecho, él había querido arrancarlo, al igual que todos los demás de los sitios donde estaban.
Ella le había rogado que los dejara donde estaban y que actuara como si todo fuera normal. Si Cave supiera que estaban detrás de él, sospecharía que ya sabían del Coleccionista y podría avisarle que se largara.
Ya Cave sospechaba que Keri era quien le había robado los archivos con los expedientes de distintos secuestradores por encargo. Pero no podía estar seguro de eso. Incluso si lo estaba, ignoraba qué tanto había descubierto Keri sobre sus conexiones secretas con este oscuro submundo, o si ella lo tenía a él bajo vigilancia también. Así que obviamente no quería correr el riesgo de incriminarse por contactar al Coleccionista si podía evitarlo en lo posible.
Él creía que estaban en un punto muerto de la vigilancia. Y considerando que Jackson Cave tenía mucha más información que la que Keri poseía en este momento, ella estaba feliz con ese arreglo.
Ella le había prometido a Ray que aun cuando permitir que los micrófonos se quedaran donde estaban fuese contraproducente, ella se desharía de ellos, incluso si ello alertaba a Cave. Tenían incluso una frase clave para significar que era momento de tirarlos. Esta era “Bondi Beach”, haciendo referencia a una playa de Australia que Keri esperaba un día visitar. Si ella decía esas palabras, Ray sabría que podía finalmente arrancar el dispositivo de la visera.
—¿Satisfecha? —preguntó él cuando terminó de barrerlos por entero a ambos.
—Sí, lo siento. Escucha, recibí esta mañana un correo-e de nuestro amigo —dijo ella, prefiriendo ser críptica con respecto al Coleccionista aun cuando estaba segura de que no eran escuchados—. Dio a entender que me contactaría. Supongo que estoy un poco al borde. Cada vez que mi teléfono suena, pienso que es él.
—¿Te dio alguna clase de horario? —preguntó Ray.
—No. Solo dijo que haría contacto muy pronto, nada más aparte de eso.
—No es extrañar que estés tan agitada. Pensé que solo tenías una reacción exagerada con respecto a este caso
Keri sintió que sus mejillas se encendían y contempló en silencio a su pareja, sorprendida por su comentario. Ray pareció entender enseguida que había ido demasiado lejos y estaba a punto de enmendarlo cuando el guardia de seguridad les llamó desde la sala de computadoras.
—Tengo algo —gritó.
—Ahora mismo eres muy afortunado —siseó Keri furiosa, abriéndose paso delante de Ray, que le dio todo el espacio.
Cuando ingresaron a la sala de computadora, el guardia tenía el segmento de vídeo de las 2:05 p.m. Sarah y Lanie eran claramente visibles, sentadas en una pequeña mesa en el centro de la zona de comida. Vieron a Lanie tomar una foto de su comida con el teléfono, casi con toda seguridad parte de la publicación que Edgerton había hallado en Instagram.
Después de dos minutos, un sujeto alto, de cabello oscuro, cubierto de tatuajes, se aproximó hasta ellas. Le dio a Lanie un largo beso y tras unos pocos minutos de charla, todos se levantaron y se fueron.
El guardia congeló la imagen y se volteó para mirar a Keri y Ray. Keri vio por primera vez al guardia atentamente. Llevaba un gafete que rezaba “Keith”, y no tendría más de veintitrés, con la piel grasosa y llena de granos, y una joroba que lo hacía ver como un esquelético Quasimodo. Simuló no notarlo mientras él hablaba.
—Tengo unas tomas sólidas de la cara del sujeto. Las puse en archivos digitales y puedo enviarlas a sus teléfonos también, si así lo quieren.
Ray le lanzó una mirada a Keri que decía “quizás este tipo no sea tan incompetente después de todo”, pero se lo calló cuando ella le devolvió la mirada, todavía molesta por su comentario sobre la “reacción exagerada”.
—Eso estaría muy bien —dijo, dirigiendo de nuevo su atención al guardia—. ¿Fuiste capaz de rastrear hacia dónde se fueron?
—Así es —dijo Keith lleno de orgullo, y se giró para mirar de nuevo la pantalla. Cambió a una pantalla distinta que mostraba los movimientos del sujeto por el centro comercial, al igual que los de Sarah y Lanie. Culminaba con todos ellos subiéndose a un Trans Am y abandonando el estacionamiento, en dirección al norte.
—Intenté conseguir las placas del vehículo, pero todas nuestras cámaras están montadas demasiado altas como para ver algo así.
—Está bien —dijo Keri—. Lo hiciste realmente bien, Keith. Con respecto a esas tomas, voy a darte nuestros números de celular. Me gustaría que también se las enviaras a uno de nuestros colegas en la estación, para que él pueda correr un reconocimiento facial.
—Por supuesto —dijo Keith—, lo haré ahora mismo. Por cierto, me preguntaba si podría pedirles un favor.
Keri y Ray intercambiaron miradas de escepticismo, pero ella asintió de todos modos. Keith permaneció vacilante.
—He estado planeando solicitar