La IlÃada. Homer
Читать онлайн книгу.y otros críticos de la escuela de Alejandría creyeron que la Odisea era de otro autor, llamándoseles por esta razón χωρίζοντες (separadores), y en cuanto á las demás poesías está probado que no son auténticas.
[7] La Ilíada era cantada por los rapsodas. Pisístrato reunió en Atenas á los más célebres, mandó escribir lo que recitaban, y de esta manera se formó el texto. Los gramáticos alejandrinos dividieron el mencionado poema en XXIV cantos y empezaron á publicar ediciones críticas.—Augusto Fick supone que la Ilíada fué escrita en el dialecto eólico y luego traducida al jónico, habiéndose conservado la forma original allí donde no fué posible hallar otra forma jónica equivalente, é intenta hacer la reconstrucción del texto primitivo. (Véase: August Fick, Die Homerische Ilias, Göttingen, Vandenhoeck und Ruprecht’s Verlag, 1886.)
[8] La Ilíada de Homero, traducida del griego en verso endecasílabo castellano por don Ignacio García Malo. En Madrid por Pantaleón Aznar, año 1788.—La Ilíada de Homero, traducida del griego al castellano por D. José Gómez Hermosilla. Madrid. En la imprenta Real, año de 1831.—Tradujeron también la Ilíada en verso castellano Juan de Lebrija Cano, el maestro Francisco Sánchez de las Brozas, Cristóbal de Mesa, el P. Manuel Aponte, D. Miguel José Moreno, D. Francisco Estrada y Campos y un anónimo. Existe en el Museo Británico una traducción en prosa castellana de los cinco primeros cantos de la Ilíada, pero no es directa, sino de la versión latina de Pedro Cándido Decimbre. Véase la noticia sobre Hermosilla y sus obras, por D. Marcelino Menéndez y Pelayo, de donde están tomados estos datos.
[9] Ilíada, poema en XXIV cants, d’Homero, traduhit en prosa catalana per Conrat Roure. Barcelona. Estampa de Leopoldo Doménech. 1879. (Publicada en la «Biblioteca del Diari Catalá.»)
[10] L’Ilíada d’Homer, directament traslladada de la llengua grega, per J. Montserrat y Archs. Para apreciar la fidelidad, el sabor verdaderamente homérico y el valor estético de esta traducción, así como la riqueza de notas que la justifican, basta leer el fragmento (Canto XVIII, versos 356 al 617) que se imprimió en el Anuari catalá, 1875, col·leccionat y publicat per Francesch Matheu y Fornells.—Barcelona. Estampa de L. Obradors y P. Sulé. 1874.
[11] Fr. Luis de León.—Prólogo á la traducción literal y declaración del Libro de los Cantares de Salomón.
[12] Εὐρύοπα. Late patentem vocem habens. Alii: late patentem visum habens, vel magnos oculos habens, vel late patens ingenium habens, i. e. mundi administrator.—Ebeling. Lexicon Homericum.
[13] P. Juan Mir. Rebusco de voces castizas, pág. 471.
[14] Ἀριστεία, ἡ, Egregia strenuitas, Egregiae fortitudinis specimen. Exponitur etiam Praeclarum militiae facinus. Et simpliciter Fortitudo, Strenuitas.—Thesaurus Graecae linguae.
[15] Homeri Ilias, edidit Guilielmus Dindorf. Editio quinta correctior quam curavit C. Hentze. Lipsiae. In aedibus B. G. Teubneri. 1904 et 1907.
[16] Θησαυρὸς τῆς Ἑλληνικῆς γλώσσης. Thesaurus Graecae linguae ab Henrico Stephano constructus, ediderunt Carolus Benedictus Hase, Guilielmus Dindorfius et Ludovicus Dindorfius.—Parisiis, excudebat Ambrosius Firmin Didot. 1865.
[17] Lexicon Homericum composuerunt F. Albracht, C. Capelle, A. Eberhard, E. Eberhard, B. Giseke, V. H. Koch, C. Mutzbaver, Fr. Schnorr de Carolsfeld, edidit H. Ebeling.—Lipsiae. In aedibus B. G. Teubneri. 1885.
[18] Se conserva en la Biblioteca Colombina de Sevilla. El Dr. D. Francisco Murillo, ilustrado catedrático de la Universidad hispalense, ha tenido la atención de enviarme una copia del canto VI y de varios fragmentos de los restantes.
[19] Η ΙΛΙΑΔΑ μεταφρασμένη ἀπὸ τὸν Ἀλεξ. Πάλλη.—Παρίσι. Τυπογραφεῖο Chaponet. 1904.
Patroclo, por orden de Aquiles, saca á Briseida y la entrega á Taltibio y Euríbates
CANTO PRIMERO
PESTE.—CÓLERA
1 Canta, oh diosa, la cólera del Pelida Aquiles; cólera funesta que causó infinitos males á los aqueos y precipitó al Orco muchas almas valerosas de héroes, á quienes hizo presa de perros y pasto de aves—cumplíase la voluntad de Júpiter—desde que se separaron disputando el Atrida, rey de hombres, y el divino Aquiles.
8 ¿Cuál de los dioses promovió entre ellos la contienda para que pelearan? El hijo de Júpiter y de Latona. Airado con el rey, suscitó en el ejército maligna peste, y los hombres perecían por el ultraje que el Atrida infiriera al sacerdote Crises. Éste, deseando redimir á su hija, habíase presentado en las veleras naves aqueas con un inmenso rescate y las ínfulas del flechador Apolo, que pendían de áureo cetro, en la mano; y á todos los aqueos, y particularmente á los dos Atridas, caudillos de pueblos, así les suplicaba:
17 «¡Atridas y demás aqueos de hermosas grebas! Los dioses, que poseen olímpicos palacios, os permitan destruir la ciudad de Príamo y regresar felizmente á la patria. Poned en libertad á mi hija y recibid el rescate, venerando al hijo de Júpiter, al flechador Apolo.»
22 Todos los aqueos aprobaron á voces que se respetase al sacerdote y se admitiera el espléndido rescate; mas el Atrida Agamenón, á quien no plugo el acuerdo, le mandó enhoramala con amenazador lenguaje:
26 «Que yo no te encuentre, anciano, cerca de las cóncavas naves, ya porque demores tu partida, ya porque vuelvas luego; pues quizás no te valgan el cetro y las ínfulas del dios. Á aquélla no la soltaré; antes le sobrevendrá la vejez en mi casa, en Argos, lejos de su patria, trabajando en el telar y compartiendo mi lecho. Pero vete; no me irrites, para que puedas irte sano y salvo.»
33 Así dijo. El anciano sintió temor y obedeció el mandato. Sin desplegar los labios, fuése por la orilla del estruendoso mar; y en tanto se alejaba, dirigía muchos ruegos al soberano Apolo, hijo de Latona, la de hermosa cabellera:
37 «¡Óyeme, tú que llevas arco de plata, proteges á Crisa y á la divina Cila, é imperas en Ténedos poderosamente! ¡Oh Esmintio! Si alguna vez adorné tu gracioso templo ó quemé en tu honor pingües muslos de toros ó de cabras, cúmpleme este voto: ¡Paguen los dánaos mis lágrimas con tus flechas!»
43 Tal fué su plegaria. Oyóla Febo Apolo, é irritado en su corazón, descendió de las cumbres del Olimpo con el arco y el cerrado carcaj en los hombros; las saetas resonaron sobre la espalda del enojado dios, cuando comenzó á moverse. Iba parecido á la noche. Sentóse lejos de las naves, tiró una