E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020. Varias Autoras

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E-Pack Deseos Chicos Malos 2 - abril 2020 - Varias Autoras


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      –No. Se tropezó con una roca en la oscuridad y se dio un golpe en la cabeza. Ella pensó que había caído al vacío y esa había sido su intención, pero el destino les había dado una segunda oportunidad. Al final no huyeron a ninguna parte, sino que les hicieron frente a sus familias, se casaron y tuvieron cinco hijos. Vivieron en esta tierra hasta su muerte, cincuenta años más tarde.

      –Entonces es por eso que el lago se llama Destiny.

      –Ella y Sam no le pusieron nombre. Fueron sus hijos, después de oír la historia.

      –Los dos estaban destinados a estar juntos. Tuvieron una segunda oportunidad –Julia miró hacia el lago y se dejó inspirar por aquella romántica historia de amor. Entonces sacó la PDA y apuntó algunas palabras clave–. De acuerdo. Lo tengo –se volvió hacia Trent–. ¿Me llevas de vuelta al despacho? Tengo mucho que hacer hoy.

      Trent no lo dudó ni un instante. La llevó de vuelta al coche y puso rumbo a las oficinas. Ella tenía miles de ideas.

      Tres horas más tarde, Julia estaba sentada frente al ordenador, intentando organizar ideas que le bullían en la mente. El Tempest West necesitaba algo más… Sabía que tendrían que organizar otra inauguración, pero también sabía que necesitaban una nueva perspectiva. Después del paseo, había llegado a la conclusión de que un destino turístico elitista con hermosos paisajes no era suficiente. Tenía que atraer a las masas adineradas, darles algo que no podían encontrar en otro lugar.

      Julia sabía lo que quería hacer, y también sabía que sería arriesgado, pero a Trent le gustaban los riesgos. En cuanto lo tuviera todo listo, le haría la propuesta.

      Julia llamó a Kimberly por el intercomunicador.

      –Hola, Kim. ¿Tienes los informes financieros?

      –Acabo de recogerlos. Ahora mismo voy.

      Julia se recostó en el respaldo de la silla mientras navegaba por la página web de la Young Dreams Foundation. Muchos años atrás, el hijo del mejor amigo de su padre había caído terriblemente enfermo y esa organización benéfica le había concedido su mayor deseo: conocer a los astronautas en Cape Kennedy. Después de aquella experiencia conmovedora, Julia se había implicado a fondo en la organización en su tiempo libre. Así había llegado a conocer a muchos de los chicos a los que ayudaba y también había hecho buenos amigos por el camino.

      De pronto se le ocurrió una idea y en ese mismo momento Kim entró en el despacho con un montón de informes.

      –Puede que hayan sacado más informes de los que necesitas –le dijo con una sonrisa.

      –No importa. Les echaré un vistazo rápido y te devolveré los que no necesito. Sé lo que estoy buscando. ¿Tienes un momento?

      Kim se sentó frente al escritorio.

      –Claro. Dime qué necesitas y yo lo buscaré en una parte de los informes –le entregó la mitad de los documentos a Julia y esta hojeó algunos.

      –Quiero ver los nombres y direcciones de todos los clientes del hotel desde su apertura. Cuánto tiempo se quedaron. Cuánto gastaron. También quiero ver todas las cifras de pérdidas y ganancias desde que abrió el hotel.

      –De acuerdo. Eso es fácil.

      Kim se puso a buscar en su montón de informes mientras Julia hacía lo mismo.

      De repente reparó en un informe que parecía fuera de lugar.

      –Me parece que este ha llegado aquí por accidente.

      Cuando Kimberly levantó la vista, Julia prosiguió.

      –Es una copia de mi contrato –se encogió de hombros y reparó en un error.

      La fecha del contrato sin firmar era incorrecta.

      –Debe de ser un error de mecanografía. La fecha está mal.

      –El departamento legal está muy orgulloso de no cometer errores –dijo Kim, bromeando–. Revisan cada palabra minuciosamente antes de entregar documentos.

      Julia volvió a mirar la fecha. Tenía que estar mal. Trent había ido a verla a Los Ángeles una semana más tarde de la fecha que señalaba el documento, pero él desconocía lo del contrato con Bridges en aquel momento.

      Ella llevaba mucho tiempo trabajando con el departamento legal del Tempest y sabía que eran tan eficientes como decía Kimberly.

      Miró la copia del contrato sin firmar. Aquella fecha temprana arrojaba sombras sobre su pensamiento.

      –Él lo sabía –murmuró para sí. Un escalofrío le recorrió la espalda.

      –¿Qué? –Kimberly volvió a levantar la vista–. ¿Has dicho algo?

      –Oh, no –absorta en sus propios pensamientos, Julia dejó los informes sobre la mesa. Las emociones hacían estragos en su razón–. ¿Sabes qué? Déjalo todo aquí. Yo revisaré los documentos y te los devolveré cuando haya terminado.

      Kim asintió con la cabeza.

      –De acuerdo, si lo prefieres así.

      –Sí –dijo, y se puso en pie.

      Kim también se levantó y dio media vuelta.

      –Oye, Kim.

      –¿Sí? –la muchacha se volvió una vez más.

      –¿Cuánto tiempo llevas en el Tempest? ¿Desde el principio?

      –Sí. Llevo aquí desde la inauguración. Vine del Tempest de Dallas.

      –Entonces sabías qué aspecto tenía mi despacho.

      Kimberly asintió, algo confusa.

      –Estoy pensando en cambiar el color.

      –Pero ahora es un sitio femenino y agradable. Encaja muy bien contigo. Al señor Alonzo, nuestro primer director de marketing, le gustaba el roble oscuro y las paredes y las persianas oscuras. Era un lugar deprimente. Yo odiaba entrar aquí.

      El corazón de Julia se aceleró. Las sospechas que acechaban en un rincón de su mente eran inquietantes.

      –Imagino que recuerdas cuándo Trent hizo reformar el despacho.

      –Claro. Fue en mi cumpleaños. El señor Tyler me dio el día libre, así que no podría olvidarlo. Fue un viernes. Los obreros llegaron enseguida y reformaron toda la estancia, y cuando volví el lunes, todo había sido cambiado. Mañana hace un mes.

      A Julia se le agarrotó el estómago.

      –¿Hace un mes?

      Eso era antes de que Trent se hubiera presentado en su casa con flores y dulces disculpas. ¿Acaso estaba al tanto de la pérdida del contrato con Bridges? Julia cerró los ojos y trató de serenarse. ¿Era posible que estuviera detrás de aquello?

      –Sí, hace un mes –Kim asintió una vez más y la miró con preocupación–. ¿Ocurre algo?

      –No, nada –esbozó una sonrisa fugaz–. Mejor te dejo que vuelvas al trabajo.

      –De acuerdo.

      Kimberly salió del despacho y Julia se inclinó hacia delante, apoyando las manos en el borde de la mesa.

      –No puede ser… –murmuró. Una sensación desagradable recorrió cada centímetro de su piel.

      Aquello era posible. Ella estaba al tanto de la apuesta de Trent con su hermano y conocía muy bien su afán de competición. Hacer que el hotel funcionara significaba algo más que dinero. Él tenía algo que demostrar.

      Retazos de recuerdos le atravesaron la mente.

      «Mi mejor empleada… He mirado tu currículum…».

      Trent había irrumpido en su vida de forma inesperada, poco después de despedir al director de marketing del hotel… Y ella había perdido el contrato


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