Antropología de la integración. Antonio Malo Pé

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Antropología de la integración - Antonio Malo Pé


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La característica morfológica básica del habilis es el mayor desarrollo del cerebro; lo que le consiente servirse de las manos para fabricar herramientas, si bien no parece que fuese capaz de utilizarlas para la caza y la defensa. La fabricación de herramientas parece estar relacionada con el debilitamiento de los instintos. Otros fósiles encontrados corresponden al homo ergaster, homo erectus (hombre de Java), que usa ya herramientas de piedra, como la doble hacha[45]. La segunda migración de África, hace unos 200.000 años, condujo al hombre de neandertal y, sobre todo, al sapiens a extenderse por todo el mundo, incluyendo América. Junto a un mayor desarrollo craneal, el sapiens conoce una mejora en las técnicas de fabricación de herramientas y en el uso del fuego. Sin embargo, sólo con la llegada del homo sapiens sapiens, nuestros antepasados, estamos en presencia de genuinos representantes de nuestra especie, ya que sólo dentro de ella —a pesar de las diferencias climáticas y raciales— es posible la interfecundidad[46]; por otro lado, ya en el Paleolítico superior encontramos un modelo de sepultura que se repetirá en muchos asentamientos humanos: un montículo en forma de fosa, donde yace el cuerpo del difunto, cubierto con ocre rojo, quizá como símbolo de sangre y vida[47].

      En el arte descubrimos también la trascendencia de la naturaleza humana, pues mediante ella se va más allá de la simple supervivencia, en tanto que la belleza cultivada y contemplada —hablando estrictamente— no es útil. Y, sin embargo, para el hombre, el arte es esencial. De hecho, encontramos manifestaciones artísticas desde los albores de la Humanidad, así como también ritos funerarios, pues el hombre es el único ser vivo consciente de tener que morir. El modo humano de enfrentarse a la muerte, así como de relacionarse con los difuntos, constituye el contenido de esos ritos. Por último, el lenguaje permite al hombre “nombrar” la realidad. Junto a la finalidad puramente práctica de dominar el mundo, el lenguaje nos abre las puertas a un conocimiento más profundo de la realidad y, por consiguiente, de los otros y de nosotros mismos. Esto no significa, sin embargo, que las palabras sean naturales, a diferencia del conocimiento y de la capacidad de hablar. En efecto, aunque el lenguaje es natural para el hombre, las lenguas que hablamos son siempre un fenómeno cultural.

      En conclusión, la bipedestación, el uso de la mano, la expresión de las emociones, el desarrollo del cerebro, la liberación de la sexualidad de un ciclo natural fijo e instintivo, el nacimiento de un ser biológicamente prematuro, etc., son elementos del proceso de hominización conectados de manera sistémica con los que forman parte de la humanización, como la conciencia del otro y de sí mismo, el matrimonio, la familia, la prohibición del incesto, la fabricación de herramientas, el arte culinaria, las bellas artes, el lenguaje, las leyes, la religión y los ritos fúnebres.


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