Totalitarismo del mercado. Franz Josef Hinkelammert
Читать онлайн книгу.del propio ser humano y, en este sentido, a la autorrealización. No se trata de una ética heterónoma, sino autónoma. Tampoco de una autorrealización a la Nietzsche; se trata totalmente de lo contrario. Esta autorrealización ocurre a través de la liberación de todos de cualquier tipo de esclavitud. Dios llama a eso; no lo ordena. Quiere despertar. Aparece una autorrealización que resulta de la emancipación. El que tiene esclavos se autoemancipa al liberarlos. No obstante, los que tienen esclavos posiblemente no van a interpretar la liberación de éstos como autoemancipación, y muy probablemente buscarán su autorrealización en la voluntad del poder a la Nietzsche. Pero la autorrealización, como la concibe Francisco, llama a entrar en este conflicto. Aparece un Dios en nombre de la primacía del ser humano.
De esta manera Francisco se inscribe en la concepción de la emancipación humana moderna y pone en lugar del dios como déspota legítimo —con la legitimidad absoluta de imponer su propia voluntad— a un Dios que él mismo llama al ser humano a actuar como la primicia del universo. Se trata de un Dios débil, en el sentido en el cual Pablo dice: “en la debilidad está la fuerza” (1 Cor 1, 27).
Esta reflexión la termina con comentarios muy válidos sobre la paz y la guerra, porque la máxima expresión del bien común sigue siendo la paz:
Hoy en muchas partes se reclama mayor seguridad. Pero hasta que no se reviertan la exclusión y la inequidad dentro de una sociedad y entre los distintos pueblos, será imposible erradicar la violencia. Se acusa de la violencia a los pobres y a los pueblos pobres, pero, sin igualdad de oportunidades, las diversas formas de agresión y de guerra encontrarán un caldo de cultivo que tarde o temprano provocará su explosión. (N.º 59)
La opinión que Francisco expresa es que el sistema, si no se recupera, cae en la disolución y en la muerte:
Esto no sucede solamente porque la inequidad provoca la reacción violenta de los excluidos del sistema, sino porque el sistema social y económico es injusto en su raíz. Así como el bien tiende a comunicarse, el mal consentido, que es la injusticia, tiende a expandir su potencia dañina y a socavar silenciosamente las bases de cualquier sistema político y social por más sólido que parezca. Si cada acción tiene consecuencias, un mal enquistado en las estructuras de una sociedad tiene siempre un potencial de disolución y de muerte. (N.º 59)
Francisco considera esta construcción básica como una referencia imprescindible para su intención central, que es evangelizar, y esto en estrecha cercanía con lo que es la promesa: el Reino de Dios. Pero no promete su realización; describe lo que espera como resultado con las siguientes palabras:
Evangelizar es hacer presente en el mundo el Reino de Dios. (N.º 176)
Para él se trata de hacer presente este Reino, que es una promesa completa. Pero Francisco la trata no como un reino por realizar, sino para hacerlo presente más bien en sentido de una idea regulativa. Como tal, puede ser trasfondo de las transformaciones necesarias.
Creo necesario que también el pensamiento marxista realice reflexiones paralelas. Marx trabaja con el concepto de meta, que al comienzo llama “comunismo”, y posteriormente más bien “reino de la libertad”. Aquí vale algo parecido como con la referencia al reino de Dios: ambas imaginaciones se refieren a metas que no son realizables para la acción humana. Para Marx vale que lo que él imagina como reino de la libertad no sería realizable sin una correspondiente abolición de las relaciones mercantiles y del Estado. Los dioses terrestres a los cuales Marx se enfrenta críticamente son abolidos sin problemas si las relaciones mercantiles y el Estado son también abolidos. Sin embargo, la historia del socialismo ha comprobado que esta abolición es imposible. Se puede pensar sin contradicciones una sociedad sin mercado ni Estado, pero no se la puede realizar. Por tanto, como seres humanos seguimos para siempre en enfrentamiento con los dioses terrestres —en el lenguaje de Marx, fetiches— para ponerles límites por nuestra resistencia. Definitivamente no pueden ser abolidos. De esta forma, tendríamos también el reino de la libertad como Marx lo entendía, como idea regulativa, y habría que tratarlo correspondientemente de ese modo.
La imaginación de “ideas regulativas” viene de Kant, aunque tenga en nuestro contexto un significado diferente. Para él se refiere al lenguaje; para nosotros, en cambio, se trata de una regulación dirigida a nuestra acción. Para Kant un significado de este tipo no tendría sentido, pues para él toda ética es limitada a la validez de normas abstractas y universales. En nuestro contexto, se trata precisamente de la “regulación” de las éticas del tipo kantiano. Este problema aparece por primera vez en Pablo de Tarso y, desde el siglo XIX, es desarrollado por Marx.
Este problema del utopismo es tan actual como raras veces lo fue anteriormente. Se trata de la utopía del neoliberalismo. La visión del mercado total destruye cualquier realismo de la política, como antes ha ocurrido con otros utopismos. Hoy este utopismo amenaza con la destrucción del mundo entero. Es evidentemente el más peligroso hasta ahora. Está en camino de desarrollar otro totalitarismo, que esta vez es del mercado, y utiliza el totalitarismo del Estado total sólo como instrumento. Este utopismo ya no se determina desde la política, sino desde los poderes del mercado, que pueden presentarse como poderes anónimos. Podría llegar el primer totalitarismo, que es efectivamente casi total. Se está montando un poder total que está presente en cada momento en cada lugar. Todos los totalitarismos anteriores tenían fronteras, que en Rusia se expresaron al decir “Rusia es grande y el zar está lejos”. Ahora ya no es así; ahora vale: “Rusia es grande y el zar está en todas partes omnipresente”. Este zar es el mercado que cubrió completamente al mundo, que está en todas partes y que domina hasta las almas. Y el poder promovido por este mercado quiere dirigir al mundo entero, y existe el peligro de que la resistencia se haga tan irracional como es este mercado utopizado. La resistencia cada vez más tiene carácter de esta irracionalidad, frente a la cual aparece. Eso ya conduce a la guerra eterna, y este utopismo habla de la paz perpetua como meta de la guerra eterna. Posiblemente no nos queda mucho tiempo antes de que esta jaula se cierre, y quién sabe por cuánto tiempo.
El punto de vista del análisis
Hemos visto hasta ahora sorprendentes paralelos y coincidencias entre la crítica de los ídolos o fetiches de Marx y de Francisco; pero también diferencias profundas. No obstante, estas diferencias no constituyen contradicciones. Son diferencias, como dice la palabra.
Con eso quiero volver a una cita de Marx, que ya he comentado al comienzo, donde dice que la filosofía hace
su propia sentencia en contra de todos los dioses del cielo y de la tierra, que no reconocen la autoconciencia humana (el ser humano consciente de sí mismo) como la divinidad suprema.
Dentro de la lógica de su argumentación, no puede evitar esta restricción de la sentencia. La sentencia no cae sobre todos los dioses simplemente, sino sobre aquellos que no reconocen al ser humano como ser supremo para el ser humano. Con eso define un lugar vacío sin poder prohibir ocuparlo.
Francisco imagina un Dios que ocupa este sitio: presenta una imaginación de un Dios que llama al ser humano a autorrealizarse al independizarse a la vez de todas las esclavitudes humanas vigentes y, por tanto, al enfrentarlas. Lo hace cuando declara la primacía del ser humano; en consecuencia, que el ser humano es el ser supremo para el ser humano. Destituye al Dios del despotismo legítimo que dominaba la Edad Media por uno que es colaborador, compañero, que apoya y hasta es cómplice, pero también un Dios del imperativo categórico de Marx.
Habría que preguntar cuáles son las razones de estos paralelos y coincidencias. Se trata más bien de una manera de acceder a la realidad que constituye y marca los resultados del análisis. Se trata del punto de vista desde la posición de los más postergados de nuestra sociedad, y desde aquí sigue el análisis de la idolatría del mercado, dinero y capital, independientemente de quién lo hace, ya sea Marx o Francisco; es el punto de vista del ser humano en cuanto “ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable”. Con este punto de vista de la realidad se llega a estos resultados.
El mismo papa dice esto de la manera siguiente:
La palabra “solidaridad” está un poco desgastada y a veces se la interpreta mal, pero es mucho más que algunos actos esporádicos de generosidad. Supone crear una