Totalitarismo del mercado. Franz Josef Hinkelammert

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Totalitarismo del mercado - Franz Josef Hinkelammert


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en todos los casos. Lleva el título de “Los mecanismos de funcionamiento, la eficiencia y la banalización del mundo”. Se trata de un mecanismo de funcionamiento que resulta sorprendentemente parecido en todos los casos de la sociedad moderna pese a todo el desarrollo que tiene lugar.

      En el capítulo VI mi intención es reflexionar sobre algunas posibles alternativas; pero no quiero intentar presentar una alternativa propia, sino ver en nuestra historia ejemplos que pueden ayudarnos a pensar nuestras alternativas hoy. Se ofrece obviamente el gran proyecto de reconstrucción de Europa Occidental después de la Segunda Guerra Mundial, el cual tenía vigencia desde finales de los años cuarenta hasta los setenta, treinta años que finalmente se observan como el periodo más dinámico de las economías de sus países. Esta gran dinámica disminuyó llamativamente a partir de la declaración de la globalización neoliberal que empezó con el gobierno de Reagan, en la década de 1980. Apareció un proyecto exclusivamente orientado por un pensamiento de mercado total. Lo interesante es que ambos proyectos son totalmente contrarios. De eso resulta que el éxito del proyecto de reconstrucción de Europa Oriental no es explicable a través de las teorías económicas neoliberales impuestas con el proyecto de globalización, pues es a todas luces la refutación viva de dichas teorías neoliberales.

      Hay un indicio indirecto para eso. Se trata del hecho de que la economía neoliberal, después de imponerse, deja siquiera de discutir la posguerra. Más todavía, los economistas formados en las facultades de economía durante el periodo de globalización no tienen conocimiento de lo que ha sido el proyecto de este tiempo. Ocurrió entonces un lavado de cerebros muy exitoso: ha originado un dogmatismo del pensamiento económico casi completo. De esta manera las teorías del neoliberalismo pudieron imponerse sin ninguna discusión de lo que había sido la economía anterior. Se suele descono­cer las teorías de Keynes, posiblemente el más importante econo­mista del siglo XX. En vez de argumentar, la teoría económica actual se dedica más bien a respaldar por medio de tautologías.

      Creo que se trata hoy de recuperar esta discusión y de pensar las alternativas junto con la evaluación de este gran lapso de nuestra historia. Evidentemente no puede limitarse a copiar lo que fue el proyecto de este periodo. Sin embargo, se trata de reformular precisamente este proyecto de la posguerra en función de los problemas económicos y sociales de nuestro tiempo.

      Es evidente que el nuevo gobierno de Grecia está intentando eso sin encontrar casi ninguna respuesta razonable. El proyecto de la posguerra fue llevado a cabo en Alemania por partidos políticos con el nombre de demócrata-cristianos o socialcristianos que hoy, precisamente, conducen la actual política completamente contraria. Su nombre se ha transformado en blasfemia. Por lo tanto, lo que ha ocurrido otra vez es un termidor (aunque esta vez más pequeño). Hoy se trataría de empezar con un pacto en la línea del Acuerdo de Londres de 1953 y, a partir de éste, lanzar todo un nuevo proyecto económico-social.

      En el capítulo VII, “Plenitud y escasez: quien no quiere el cielo en la tierra, produce el infierno”, discutimos la tradicional frase de Popper que dice que “intentar realizar el cielo en la tierra, lo único que hace es producir el infierno”. Es una crítica al socialismo y a toda idea utópica que intenta producir otra clase de relaciones sociales o humanas en esta tierra, más justas. La burguesía y el pensamiento neoliberal argumentan en la línea de Popper para mostrar que la Modernidad —o el capitalismo— es lo más realista que se puede producir en la realidad; que más allá de ella no existe alternativa; que intentar producir algo diferente sería un suicidio; que este orden económico e internacional, por más defectos que tenga, es el único posible y real. Sin embargo, ahora podemos ver claramente que a lo único que ha conducido este orden, con su economía y política, es a producir literalmente un infierno en la tierra.

      Hegel fue quien dijo que sin reforma no hay revolución. A la reforma que él se refería era la protestante, a una revolución en el cielo que produjo la burguesía de su tiempo porque con la teología o idea medieval del cielo no se podía transformar la realidad profana que la burguesía quería cambiar. Las ideas modernas del cielo son sus mitos y utopías seculares. Mientras no sean cuestionadas en profundidad estas ideas, seguiremos atrapados al interior del infierno que el capitalismo ha producido en nuestra realidad.

      Este libro cierra con el capítulo VIII, “El asesinato del hermano como asesinato fundante. La crítica de la religión como dimensión imprescindible de la crítica de la ideología”. El argumento central es la idea de que cualquier sistema económico, político o cual fuere es suicida, injusto o éticamente perverso, si es que se funda en el asesinato. Para poderlo argumentar, corregimos la traducción que normalmente se hace a una cita de Horacio presente en El capital, cuando al final del capítulo XXIII se lee “acerba fata Romanos agunt. Scelusque fraternae necis”. Normalmente se traduce por: “Acerbo destino atormenta a los romanos. Y el crimen del fratricidio”. Si uno ha leído con atención el argumento de Marx a lo largo del tomo I de El capital y conoce además el contexto del poema de Horacio, se da cuenta de que Marx intenta mostrar que los romanos, al igual que los ingleses y capitalistas, afrontan un duro destino por haber cometido el crimen del asesinato del hermano, es decir, del fratricidio. Por eso cambiamos la traducción por: “Un duro destino atormenta a los romanos, es decir, el crimen del fratricidio”.

      El capitalismo desde el principio es asesino; su desarrollo se funda en un asesinato. Empieza con los millones de indígenas y esclavos africanos sacrificados para que haya riqueza o capital, y hoy continúa ese asesinato amparado por las leyes del mercado, a las cuales exigen sumisión los organismos económicos y políticos internacionales del Primer mundo. Éste es el totalitarismo del mercado neoliberal, que ha puesto al mercado capitalista como su ser supremo, su nuevo dios. Es el nuevo fetiche que aún sometemos a crítica.

      Finalmente, quisiera agradecer a la editorial Akal por haber incluido este libro en su colección Inter Pares, pero también quiero agradecer profundamente a Juan José Bautista Segalés su gran colaboración con mi trabajo y su dedicación a la edición del presente libro.

      Capítulo I

      La primacía del ser humano en el conflicto con la idolatría: crítica de la religión, la teología profana y la praxis humanista

      En una entrevista reciente, Giorgio Agamben decía: “Dios no murió. Se transformó en dinero”. La tesis es de Marx, quien la introdujo en la discusión sobre la economía política de su tiempo. Marx cita a Cristóbal Colón del siguiente modo:

      ¡Cosa maravillosa es el oro! Quien tiene oro es dueño y señor de cuanto apetece. Con oro, hasta se hacen entrar las almas en el Paraíso.

      Y los indígenas después de la Conquista decían: “El oro es el Dios de los españoles”. Y ciertamente no se equivocaron en absoluto. Posteriormente, Walter Benjamin volvió a asumir esta posición en su fragmento sobre El capitalismo como religión, que desató una discusión en la cual participará Agamben con su afirmación. De una forma un poco más distante, este enunciado también se encuentra en Max Weber cuando afirma que “los dioses de la Antigüedad se levantan de sus tumbas” bajo la forma de “poderes impersonales”. El dinero, sin duda, es el más importante de ellos. El propio papa Francisco habla de la idolatría del dinero y la divinización del mercado.

      LA CRÍTICA DE LA RELIGIÓN

      Frente al gran fetiche de la sacralización del mercado aparece la crítica. El texto clásico es de Marx y viene de su Introducción a la crítica de la filosofía del derecho de Hegel:

      La crítica de la religión desemboca en la doctrina de que el ser humano es el ser supremo para el ser humano y, por consiguiente, en el imperativo categórico de echar por tierra todas las relaciones en que el ser humano sea un ser humillado, sojuzgado, abandonado y despreciable.

      Ya antes había dicho que la filosofía hace “su propia sentencia en contra de todos los dioses del cielo y de la tierra, que no reconocen la autoconciencia humana (el ser humano consciente de sí mismo) como la divinidad suprema”.

      Aquí la “autoconciencia humana” es llamada la “divinidad


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