El odio que das. Angie Thomas

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El odio que das - Angie Thomas


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Tupac nos dejó el concepto Thug Life, es decir: The Hate U Give Little Infants Fucks Everybody, que significa El odio que das a los más pequeños nos jode a todos.

      Arqueo las cejas.

      —¿Qué?

      —¡Escucha! The Hate U Give Little Infants Fucks Everybody. T-H-U-G L-I-F-E. Thug es maleante, life es vida. Quiere decir que el odio que la sociedad nos da cuando somos jóvenes regresa y les patea el trasero cuando crecemos y nos volvemos adultos y más salvajes. ¿Entiendes?

      —Joder. Sí.

      —¿Lo ves? Te había dicho que era algo relevante —asiente llevando el ritmo y rapea con la música. Ahora me pregunto qué es lo que él está haciendo para joderlos a todos. Creo saberlo, pero espero estar equivocada. Necesito escucharlo de su boca.

      —¿Entonces por qué has estado tan ocupado? —pregunto—. Hace unos meses papá me dijo que renunciaste a la tienda. No te veo desde entonces.

      Se acerca al volante.

      —¿Dónde quieres que te acerque, a la casa o a la tienda?

      —Khalil…

      —¿A tu casa o a la tienda?

      —Si estás vendiendo esa mierda…

      —¡Ocúpate de tus propios asuntos, Starr! No te preocupes por mí. Estoy haciendo lo que tengo que hacer.

      —Y una mierda. Ya sabes que papá te echaría una mano.

      Se limpia la nariz antes de mentir.

      —No necesito que nadie me ayude, ¿vale? Y ese trabajo de sueldo mínimo que me daba tu padre no cambiaba nada. Me cansé de elegir entre pagar la luz o comprar comida.

      —Pensé que tu abuela trabajaba.

      —Así es. Cuando enfermó, los payasos del hospital dijeron que la dejarían trabajar con ellos. Dos meses después, no era capaz de cumplir con su parte del trabajo porque cuando te ponen la quimio es imposible arrastrar esos malditos cubos de basura por todos lados. La despidieron —sacude la cabeza—. Gracioso, ¿no? El hospital la despidió por estar enferma.

      Se hace el silencio en el Impala, excepto por Tupac que pregunta: ¿En quién crees? No lo sé.

      Mi teléfono vuelve a vibrar, probablemente sea Chris que está pidiendo perdón o Kenya que pide refuerzos contra Denasia. En lugar de eso, aparecen en la pantalla los mensajes de mi hermano mayor, todos en mayúsculas. No sé por qué hace eso. Probablemente cree que me intimida. En realidad, me saca de quicio.

      ¿DÓNDE ESTÁS?

      MÁS VALE QUE TÚ Y KENYA NO ESTÉIS EN LA FIESTA.

      HE OÍDO QUE HA HABIDO UN TIROTEO.

      Lo único peor que tener unos padres sobreprotectores es tener unos hermanos mayores sobreprotectores. Ni el buen Jesús Negro me puede salvar de Seven.

      Khalil me mira de reojo.

      —Seven, ¿eh?

      —¿Cómo lo has sabido?

      —Porque siempre parece que quieres golpear a alguien cuando él te habla. ¿Recuerdas esa vez en tu cumpleaños que estuvo todo el tiempo diciéndote qué deseos tenías que pedir?

      —Y le di un puñetazo en la cara.

      —Luego Natasha se enfadó contigo por decirle a su novio que se callara —dice Khalil entre risas.

      Hago un gesto de exasperación.

      —Me desesperaba con su pequeño enamoramiento por Seven. La mitad del tiempo pensaba que venía sólo para verlo.

      —No creas, era porque tenías las películas de Harry Potter. ¿Cómo solíamos llamarnos? El Trío del Barrio. Más apretados que…

      —El interior de la nariz de Voldemort. Qué frikis éramos.

      —Lo sé, ¿no es cierto? —dice.

      Nos reímos, pero falta algo. Falta alguien. Natasha.

      Khalil mira a la calle.

      —Qué locura que hayan pasado seis años, ¿no?

      De pronto nos sorprende el sonido de un ¡uuuh, uuuh!, y vemos el destello de unas luces azules en el espejo retrovisor.

      1. Este baile se ha hecho viral y diversas celebridades lo han ejecutado en público. Consiste en ladearse suavemente sin mover los pies, alzando una mano y dejando otra abajo.

      2. Extreme Makeover: Home Edition fue un reality show donde un equipo de diseñadores se dedicaba a reconstruir la casa de una persona necesitada en el plazo de una semana.

      CAPÍTULO 2

      Cuando cumplí doce años, mis padres tuvieron dos charlas conmigo.

      Una fue la típica sobre de dónde vienen los niños. Bueno, en realidad no me dieron la versión normal. Mamá, Lisa, es enfermera de profesión, y me explicó qué entraba en dónde, y qué no necesitaba entrar aquí, allá, o en cualquier maldito lugar hasta que yo creciera. En ese entonces, yo dudaba que de todos modos algo fuera a entrar en alguna parte. Mientras que a todas las demás chicas les brotaban los senos entre sexto y séptimo curso, yo tenía el pecho tan plano como la espalda.

      La otra charla fue sobre qué hacer si me detenía la policía.

      Mamá protestó y le dijo a papá que era demasiado pequeña para eso. Él respondió que no lo era para que me arrestaran o me dispararan.

      —Starr-Starr, si eso ocurre, haz lo que te digan que hagas —dijo—. Mantén las manos a la vista. No hagas ningún movimiento repentino. Habla sólo cuando te lo pidan.

      Yo sabía que debía ser algo serio. Papá tenía la boca más grande que cualquiera que conociera, y si decía que tenía que quedarme callada, entonces tenía que quedarme callada.

      Espero que alguien haya tenido esa charla con Khalil.

      Maldice en voz baja, le baja el volumen a Tupac y detiene el Impala en el arcén. Nos encontramos sobre Carnation, donde la mayoría de las casas están abandonadas y la mitad de las farolas rotas. No hay nadie más que nosotros y un coche patrulla.

      Khalil apaga el motor.

      —Me pregunto qué quiere este tonto.

      El oficial aparca y pone las luces largas. Parpadeo para no deslumbrarme.

      Recuerdo otra cosa que me dijo papá. Si estás con alguien, cruza los dedos para que no tenga nada encima u os encerrarán a los dos.

      —K, no tienes nada en el coche, ¿verdad? —le pregunto.

      Mira al poli por su espejo retrovisor.

      —Nada de nada.

      El oficial se acerca a la puerta del conductor y le da un golpecito a la ventana. Khalil le da vueltas a la manivela para bajarla. Como si no nos hubiera encandilado lo suficiente, el policía nos alumbra los rostros con su linterna.

      —Carnet, tarjeta de circulación y comprobante del seguro.

      Khalil rompe una regla: no hace lo que el poli quiere.

      —¿Por qué nos ha obligado a detenernos?

      — Carnet, tarjeta de circulación y comprobante del seguro.

      —He preguntado, ¿por qué nos ha obligado a detenernos?

      —Khalil —le ruego—. Haz lo que te pide.

      Khalil se queja y saca su cartera. El policía sigue sus movimientos con la linterna.

      El corazón me late con fuerza, pero las instrucciones de papá reverberan en mi cabeza: Mira bien la cara del policía. Si puedes memorizar su número de placa, mejor aún.

      Mientras


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