Imágenes sagradas y predicación visual en el Siglo de Oro. Juan Luis González García
Читать онлайн книгу.debidas a poetas que, si bien parten de la fuente ciceroniana, al mismo tiempo la complementan. Horacio advertía en la poesía una capacidad conmovedora idéntica a la de la retórica, que podía provocar los sentimientos necesarios para las distintas situaciones, fueran trágicas o cómicas: «No basta que sean hermosos los poemas: sean placenteros / y arrebaten el alma del oyente adonde quieran» (Horacio, Ars poet. 99-100, cit., p. 192). Y Ovidio, en una de sus Pónticas, remitida desde su exilio en Tomis a su amigo Casio Salano, maestro de oratoria de Germánico, le recordaba que, aunque sus obras eran distintas, ambas surgían de la misma fuente, ya que tanto uno como el otro profesaban las artes liberales. El tirso y el laurel, símbolos de la inspiración poética, le eran ajenos a Salano, pero el entusiasmo arrebataba a los dos por igual. Y terminaba: «así como tu elocuencia confiere energía a mis ritmos, del mismo modo yo doy brillo a tus palabras». Cfr. Ovidio, Ex Ponto II, 5, 65-70. Cit. Pónticas, ed. J. González Vázquez, Madrid, Gredos, 1992, pp. 426-429.
[222] A partir de un fragmento de Teofrasto de Éreso, Quintiliano infería que el mayor beneficio para el orador lo proporcionaba la lectura de los poetas, en quienes podía encontrar ejemplos útiles: «Porque de éstos se saca el aliento del espíritu en expresar la realidad y la sublimidad en las palabras, toda suerte de emociones en los sentimientos y la dignidad en la presentación de las personas, y sobre todo las fuerzas de la mente, a fuer de machacadas por la diaria actividad forense, se refrescan extraordinariamente con el encanto de tales obras poéticas. [...] Debemos, sin embargo, tener presente que no en todas las cosas ha de seguir el orador a los poetas, ni en la libertad del uso de palabras ni en la osadía del empleo de figuras». Cfr. Quintiliano, Inst. Orat. X, i, 27-28, op. cit., vol. 4, pp. 21-23.
[223] Ibid. III, iv, vol. 1, pp. 333-337.
[224] Ibid. IX, i, 29, vol. 4, p. 23.
[225] Así, en Homero «encontramos ya a Fénix, un maestro tanto para las hazañas como también para la oratoria, a muchos oradores, y en sus tres grandes caudillos (Agamenón, Aquiles, Ulises) todo género de discurso [es decir, tipos de cada uno de los tres estilos] y hasta desafíos de elocuencia celebrados entre los jóvenes; más aún, en el cincelado relieve del Escudo de Aquiles hay también pleitos y abogados». Ibid. II, xvii, 8, vol. 1, p. 281.
[226] Ibid. X, i, 49, vol. 4, p. 31.
[227] Macrobio, Saturn. V, i, 1. Cit. The Saturnalia, ed. P. V. Davies, Nueva York-Londres, Columbia University Press, 1969, p. 282 [ed. cast.: Saturnales, ed. Juan Francisco Mesa Sanz, Madrid, Akal, 2009].
[228] D. L. Clark, Rhetoric and Poetic in the Renaissance, Nueva York, Columbia University Press, 1922, p. 42.
[229] Curtius, op. cit., vol. 1, pp. 226-231.
[230] C. L. Clark, «Aristotle and Averroes: The Influences of Aristotle’s Arabic Commentator upon Western European and Arabic Rhetoric», Review of Communication 7, 4 (2007), pp. 369-387.
[231] Averroes, Middle Commentary on Aristotle’s Poetics, ed. C. E. Butterworth, Princeton, Princeton University Press, 1986, p. 14. Para una traducción de esta paráfrasis de Averroes sobre la Poética de Aristóteles, cfr. Averroes, Antología, ed. M. Cruz Hernández, Sevilla, Fundación El Monte, 1998, pp. 123-134. La primera edición (en latín) del comentario averroísta es de 1481.
[232] L. Alburquerque García, «La poética extravagante en textos españoles del siglo XVI», Epos. Revista de Filología U.N.E.D. 9 (1993), pp. 277-291.
[233] A. Kibedi Varga, Rhétorique et littérature. Études de structures classiques, París, Didier, 1970, pp. 9, 25.
[234] Véase para ello García Dini (ed.), op. cit., pp. 30-68.
[235] A. Buck, «Gli Studi sulla Poetica e sulla Retorica di Dante e del suo tempo», Cultura e Scuola 4 (1965), pp. 143-166.
[236] Boccaccio, Gen. deo. gent. XIV, 12, cit., pp. 831-833.
[237] Tateo, op. cit., pp. 221-229.
[238] K. Vossler, Poetische Theorien in der italienischen Frührenaissance, Berlín, E. Felber, 1900, p. 88.
[239] D. A. LaRusso, «La retórica en el Renacimiento italiano», en Murphy (ed.), La elocuencia en el Renacimiento, cit., pp. 53-73.
[240] Di Camillo, op. cit., pp. 49-66.
[241] Su prólogo fue publicado por Menéndez y Pelayo, op. cit., vol. 2, pp. 915-920. Para una edición moderna, véase A. de Cartagena, La Rhetórica de M. Tullio Cicerón, ed. R. Mascagna, Nápoles, Liguori, 1969. Recuérdese la deuda de la teoría epistolar con respecto al De inventione (entonces conocido como Rhetorica vetus) y la Rhetorica ad Herennium (o Rhetorica nova). Véase J. J. Murphy, «Ars dictaminis: The Art of Letter Writing», en Rhetoric in the Middle Ages: A History of Rhetorical Theory from St. Augustine to the Renaissance, Berkeley, University of California Press, 1974, pp. 224-225.
[242] E. de Villena, Traducción y glosas de la «Eneida», libros I-III, Madrid, Biblioteca Castro, 1994, esp. pp. XV-XVII, e id., Traducción y glosas de la «Eneida», libros IV-XII. Traducción de la «Divina Commedia», Madrid, Biblioteca Castro, 2000, p. X, ambas eds. de P. M. Cátedra García.
[243] También publicado por Menéndez y Pelayo, op cit., vol. 2, pp. 921-930.
[244] Como la adopción del nombre mismo de «carta», recuerdo de la «epístola» horaciana a los pisones. Véase M. Garci-Gómez, «Otras huellas de Horacio en el marqués de Santillana», Bulletin of Spanish Studies 50, 2 (1973), p. 130.
[245] Id., «Paráfrasis de Cicerón en la definición de poesía de Santillana», Hispania 56 (1973), p. 207.
[246] A. Medina Bermúdez, «El diálogo De Vita Beata, de Juan de Lucena: un rompecabezas histórico (II)», Dicenda. Cuadernos de Filología Hispánica 16 (1998), pp. 148-150.
[247] Esta obrita de Juan del Encina está reproducida en Menéndez y Pelayo, op. cit., vol. 2, pp. 937-950.