Las subjetividades patriarcales. Michel Tort

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Las subjetividades patriarcales - Michel Tort


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¡El colmo!

      Maniobra así llamada “psicoanalítica”, que toma forma a partir del argumento de la mujer que quiere ser amada como mujer, y por ella misma, y no simplemente como igual: la igualdad que se reivindica queda entonces ridiculizada, en tanto resulta evidente que no es posible amar a una mujer (y por cierto, ¿por qué una mujer y no un hombre?) a título de la pura igualdad universal. Pero se trata de un recurso totalmente sofístico para liquidar la igualdad en nombre del deseo. Retorna la desigualdad bajo la forma de la idea de que el deseo como tal no es igualitario, uno de los temas favoritos de la retórica “psicoanalítica” para oponerse a la democratización de las relaciones entre los sexos y los géneros en Occidente. ¿Pero por qué el deseo de igualdad no podría ser una motivación psíquica y erótica?

      Querer ser reconocido en su diferencia de Negro no excluye de ningún modo ser reconocido como ser humano. Cuarenta años después de este texto, por otro lado, no estamos mucho menos desorientados en esta cuestión. El reconocimiento oficial como humano existe, pero se lo acompaña de toda una serie de discriminaciones. ¿Por qué razón podría negársele a uno el reconocimiento de su diferencia, sea ésta de color o de cultura? ¿Por qué sería imprescindible fundirse en el universalismo blanco?

      El psicoanálisis se ocuparía de las “verdaderas dificultades” más allá de la historia. Habría verdaderas dificultades; habría, en último análisis, un “último análisis”, el psicoanálisis. No hay, sin embargo, dificultades verdaderas, sino una pluralidad histórica de dificultades, no hay análisis último. Pero no estaría mal que hubiera un verdadero psicoanálisis de las dificultades. ¿Qué encontramos en su lugar? Una estrategia de justificación bastante cínica de violencias históricas negadas: está bien, lo reconocemos, los hemos esclavizado, exterminado, explotado; pero es la naturaleza humana lo que no funciona; y no funcionará jamás. Toca entonces echarle la culpa a “la ilusión anti-racista”, por religiosa y por utópica: si se imagina que la liberación de la esclavitud, de la colonización o del sistema capitalista traerá el paraíso, ¡se equivoca usted! Continúe con su terapia.

      Epílogo

      Esta declaración extraordinaria permite poner punto final al contrapunto entre psicoanálisis e historia según Mannoni. La colonia se quedará así con la última palabra. ¿Y quién si no? Pensábamos que el psicoanálisis podría servir realmente para pensar la dominación colonial de un modo desprovisto de ambigüedad, en tanto la cuestión de las contradicciones post-coloniales abría otras perspectivas; entre ellas la del propio Fanon, que ocupa un lugar importante en los estudios post-coloniales desde los años ‘80. Ya es otra historia.

      Pero la palabra final de Mannoni no va de ningún modo en esa dirección. Por un lado, vuelve irrisorio el psicoanálisis (la cura analítica) de manera explícita, a la vez que le atribuye con agudeza ese devenir irrisorio a Lacan, en su pompa y sus obras. Por otro lado, resulta evidente que a Mannoni no le interesa el análisis (el suyo propio) mucho más de lo que el psicoanálisis parece interesarle a Lacan. Pero ese desinterés recíproco no tendría la menor importancia en la medida en que Mannoni ya ha hecho ese análisis en Madagascar, donde el clima y la cultura sexual son reconocidamente incomparables para la neurosis obsesiva. Desde 1950 Mannoni, indudable pionero, reinventaba la cura por extrañamiento, el viaje terapéutico. Más valen veinte años de Madagascar, en cierto modo, que veinte años de análisis. En resumen, uno puede ahorrarse un psicoanálisis que no interesa a nadie. La cura propiamente dicha se vuelve una manera entre otras de deshacerse del síntoma (del cual, por otra parte, no hay queja posible).

      Queda por resolver la cuestión de en qué condiciones puede uno ahorrarse el psicoanálisis. La buena noticia que viene a anunciar Mannoni, sin embargo, es que la relación colonial o post-colonial Blanco-Negro, es en sí misma una relación analizante, analítica. El Blanco es el analista de los Negros. Es de lamentar que ese argumento haya sido olvidado en las declaraciones recientes sobre los efectos positivos de la colonización: el Blanco trae consigo el psicoanálisis. A modo de justicia poética, observemos que en la historia es a los Negros a quienes podríamos considerar los analistas, en tanto lo que hace el amo blanco en la colonia es precisamene su análisis. Pero eso sería olvidar que los Negros no son sino interlocutores mudos (¿como el analista al modo de Lacan?) y no salen de su posición de objetos de estudio.

      Pero podríamos entender de otro modo aquello de que “ser un Blanco entre los Negros es como ser un analista entre los Blancos” si volviéramos a la declaración inicial, según la cual ha sido la situación de dependencia de la cura psicoanalítica la que ofreció a Mannoni el modelo de relación de dependencia que es característica del colonizado. Invirtamos la perspectiva de la siguiente manera: “ser un analista entre los Blancos, es como ser un Blanco entre los Negros”. Dicho de otro modo, convertido en analista gracias a su análisis entre los Negros de Madagascar, Mannoni podía desde entonces ser Blanco-Analista entre los analizantes-negros. Cuando regresó de Madagascar, habría así reencontrado en la práctica psicoanalítica un análogo de la relación colonial perdida. No es el ejemplo del amo Blanco Lacan, por cierto, el que permitiría desmentir la “colonización” del psicoanálisis.


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