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Gran Bretaña y Alemania, la razón hacía acto de presencia en las sociedades occidentales, en contraposición al adoctrinamiento de los hombres por parte de las religiones y del poder establecido basado en unas monarquías absolutistas. La razón se abría paso y había venido para quedarse, el poder político se separaba del religioso, la Iglesia dejaba de ser la mediadora entre nosotros y la salvación. La burguesía apareció como adalid de la sociedad y la ciencia comenzaba a tener el peso que correspondía al uso de la razón por parte del hombre, dios parecía quedar a un lado, se retiraba, emergía la diosa Razón.

      Pero la forma de acabar con el Antiguo Régimen no estaba clara y aquí es donde la Ilustración, el cambio evolutivo del nivel mítico al racional, sufrió una fuerte convulsión: la Revolución Francesa. Se generó un conflicto social y político de tal magnitud que la razón desapareció y dio origen a un nuevo sistema de control político y económico que ya no se basaba en la razón sino en la violencia, en el terror, en la destrucción. Había nacido una nueva religión, el socialismo, y se tenía que enfrentar a las religiones existentes y a la sociedad industrial que estaba apareciendo y que estaba cambiando el mundo. Era el deseo revolucionario de realizar el Reino de Dios, el comienzo de la historia moderna, como citó Federico Van Schlegel.

      La nueva religión socialista, al igual que la Ilustración, provenían del cristianismo que todo lo abarcaba, la sociedad en la que emergió, y debía por tanto diferenciarse de él para poder atraer hacia sí seguidores. Para ello debía atacar todos los conceptos cristianos, hacerse diferente, parecer algo nuevo a los ojos de la gente. En una sociedad industrial donde había gente muy rica y mucha muy pobre, la nueva religión debía encontrar sus seguidores y qué mejor caldo de cultivo que los desheredados de la fortuna, los trabajadores, el proletariado. Ellos debían ser los protagonistas de la nueva religión, pero serían actores secundarios y los que a la larga la sufrirían. Al haber tanta pobreza, poco tenían que perder, así que se apuntaron desesperados gran parte de ellos a la nueva llamada salvadora, dirigidos por líderes aburguesados, los actores principales, en su mayoría deseosos de cambio y experiencias nuevas, los intelectuales del bien, los nuevos sacerdotes que se encargarán de guiar a los nuevos fieles.

      Marx y Engels escribieron el Capital, el nuevo Evangelio, el nuevo Corán, el libro sagrado de la nueva religión, y aparecieron los nuevos profetas que anunciaban la llegada de tiempos mejores para los desahuciados de la vida: Lenin, Trotsky, Mussolini, Hitler, Stalin, Mao. Con la Primera Guerra Mundial se acabó con los imperios burgueses, el ideal de una nación socialista se logró en la URSS, el ejemplo a seguir. Con la Segunda Guerra Mundial claudicaron las sectas religiosas que se habían separado de la religión madre, la religión socialista: el fascismo (socialismo nacionalista) y el nazismo (socialismo nacionalista y racista).

      Pero los enemigos de la nueva religión no habían sido derrotados, junto a la revolución socialista había aparecido la revolución liberal, también de origen cristiano, y basada en la razón, la libertad individual, la propiedad privada y el libre mercado, en contraposición a la nueva religión socialista basada en el mito, la colectividad, la propiedad comunal y el mercado regulado por sus líderes religiosos. El mundo moderno quedó dividido en dos bandos: las naciones capitalistas basadas en una economía y política capitalista y las naciones socialistas basadas en una economía y política socialista, las mal llamadas derecha e izquierda.

      La lucha entre los dos bandos pareció acabar con la caída de la URSS pero la religión socialista estaba ya muy infiltrada en las sociedades capitalistas. Pero la nueva religión no contaba con la aparición de un gran contratiempo en sus cimientos religiosos, el triunfo de la clase media. Ya no había muy ricos y muy pobres, ahora la clase media ocupaba el mayor porcentaje de la población gracias al buen hacer de la razón, del capitalismo. La utopía socialista estaba puesta en duda, se vivía mejor en una sociedad capitalista que en una socialista. Había que hacer algún cambio de rumbo para que la nueva religión no desapareciera, se atacaría desde dentro a la sociedad capitalista, se utilizarían todos los medios necesarios para ello, acabar con ella era una prioridad, eliminar la clase media era fundamental, una vez generado el descontento en ella, la utopía socialista volvería a tener sentido y los inermes humanos volverían al redil, a la felicidad que toda religión proporciona. Como vaticinó David Engels: “La Segunda Guerra Mundial se veía venir por el desastre material en que se encontraba Europa, hoy el desastre es cultural, la cultura europea está en peligro, nación, lengua, familia, sexo, costumbres, fe, etc”. El trabajo de zapa lo están haciendo despacio pero sin pausa.

      Toda religión es expansionista y la socialista no podía serlo menos, y en esas estamos, en la pelea continua para controlar las mentes y los cuerpos de los hombres. Los países capitalistas, los que forman especialmente la civilización occidental, tienen sus fuentes en los pilares de la filosofía griega y su base racional; el derecho romano universal que nos diferencia del resto del mundo; la religión cristiana, que nos hizo diferenciar el bien del mal; la ciencia moderna; y la democracia liberal representativa basada en la ley y en los derechos de la persona.

      Para el filósofo español Xabier Zubiri: “Europa (la civilización occidental) ha recibido una triple herencia que ha formado las grandes creaciones del espíritu universal: la filosofía griega, el derecho romano y la religión bíblica. A eso cabe añadir dos grandes creaciones europeas: la ciencia moderna y el Estado de derecho con su sistema de libertades. Me permitiría añadir una sexta realidad: la institución universitaria. Toda su cultura y su vida, toda su historia, son intangibles sin estas seis magníficas realidades. Y todas ellas se encuentran, en mayor o menor medida, amenazadas… La causa de la crisis actual de Europa no es política, ni económica, ni social. Es intelectual y moral y, por ello, educativa”.

      Frente a ellos están los países socialistas y sus infiltraciones en el mundo capitalista que pretenden acabar con esta forma de entender la vida, “un mundo nuevo es posible”, un mundo donde la igualdad entre los hombres sea real y se pueda alcanzar la felicidad y la paz en el mundo, un mundo socialista.

      Existen muchas definiciones sobre la religión y según se utilice una u otra su relación con el socialismo difiere o se aproxima. Como muy bien defendía Jung, las demostraciones de la existencia de dios, caen dentro no del mundo físico sino del psicológico, y en él nos adentraremos. Una religión es una doctrina o sistema cultural formado por una serie de principios, creencias y prácticas que afectan al comportamiento de los seres humanos en un intento de aplacar nuestros miedos internos o de hacernos más llevadera la existencia. La religión es un proceso evolutivo de las personas y de las sociedades que surge espontáneamente o guiado por alguien. Nuestros ancestros veneraban al sol, a la luna, al viento, en un deseo de protegerse de lo desconocido; el temor y el miedo siempre ha sido el nexo de unión que hace que las personas se unan en grupos con el mismo pensamiento para poder sobrellevar la vida lo mejor posible. Con la llegada de las religiones monoteístas, un solo dios, se dio un gran salto evolutivo en la humanidad que dura hasta nuestros días. De ese dios protector y creador se generó todo un entramado teológico que ha guiado a la civilización occidental hasta nuestros días. La diosa razón, que dirige el pensamiento racional y su mayor expresión, la ciencia y su método científico, viene a sustituir al antiguo dios pero el proceso es lento y a veces traumático. Cuando las personas en general que se rigen por la razón, o los científicos en particular, manifiestan su ateísmo no saben lo que dicen, simplemente han dejado de seguir a un dios sustituyéndolo por otro, en este caso una diosa, la razón. Los agnósticos, que no saben, desconocen, o no les interesa el tema de dios, son más coherentes.

      El filósofo Karl Marx consideraba que la religión adormecía el raciocinio de la gente y así se convertían en personas manipulables en manos de los dirigentes religiosos, vivían en un estado hipnótico, el opio del pueblo, la clase dirigente se aprovechaba de los oprimidos que aceptaban la esclavitud. Él ideó el marxismo para evitar estos síntomas y lo que logró, especialmente sus seguidores y divulgadores, es justo lo contrario, aumentar la manipulación, y el opio del pueblo se transformó en una droga todavía más adictiva y peligrosa, una nueva religión, o una nueva ideología religiosa, más dura que las existentes y con unas consecuencias terribles para las personas y las sociedades.

      La religión intenta explicar


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