La caída. Guillermo Levy
Читать онлайн книгу.y jubiladas, y el intento resistido de achicar la brecha entre los que más cobran y los que cobran la mínima que es una radiografía de lo desigual que es la distribución del ingreso en nuestro país. El ajuste vía ingresos de las jubilaciones intermedias y altas se compensa con otras medidas como la vuelta a la distribución gratuita de alimentos y el impacto que produce el freno al aumento de tarifas. El pago de jubilaciones y pensiones en 2020 representará un 35% del presupuesto nacional, es claro que gran parte de la tensión entre mayor recaudación y ajuste del gasto estará puesta en el gasto previsional, que viene siendo el foco principal de exigencias del FMI, porque representa un volumen altísimo sobre el total del gasto público. El congelamiento de tarifas de servicios públicos hasta junio de 2020 frena parcialmente otra fuente de transferencias de ingresos de los sectores asalariados y empresarios hacia las empresas energéticas que impactaron fuertemente en los años del Gobierno macrista en el aumento abrupto del porcentaje de ingresos destinado al pago de servicios de la mayoría de la población y del sector productivo. Medidas y gestos: responsabilidad fiscal, equilibrio entre presión tributaria y ajuste, medidas fuertes sobre los sectores más sumergidos y muestras de predisposición, pero también de autonomía política, frente a la negociación con el FMI. Los sectores medios, que se habían beneficiado casi de inmediato con el kirchnerismo, no serán esta vez los beneficiarios directos de medidas de reactivación en una ingeniería económica y política muy difícil en medio de la escasez y de la nula protección mediática con la que nació este Gobierno y de la que gozó ampliamente el Gobierno de Mauricio Macri.
Entre los anuncios cargados de símbolos, estuvo la rejerarquización del área de Salud, ministerio creado bajo el primer peronismo y rebajado a secretaría bajo el Gobierno de Macri. Alberto Fernández señaló que la inversión en salud se había reducido un 45% en los últimos cuatro años macristas. La caída en la provisión de vacunas había provocado la reaparición de enfermedades controladas como el sarampión: en 2019 se registró la mayor cantidad de casos desde el año 2000.
La vuelta a ministerio del área de Ciencia y Técnica también fue una medida cargada de un poder simbólico: la salud y la ciencia, puntales históricos del peronismo, degradados bajo el Gobierno de Cambiemos, volvieron a rango ministerial.
Fernández tomó en su discurso una de las críticas unificadas en toda la oposición política y mediática al kirchnerismo, consistente en el uso político y arbitrario de la pauta publicitaria que implicaba fondos del Estado vitales para la mayoría de las empresas de medios de comunicación. El nuevo presidente invirtió esa sombra sobre el kirchnerismo y la dirigió contra Cambiemos, que durante su gestión no cambió sustancialmente la lógica política y discrecional de asignación. Y redobló la apuesta poniéndole números al gasto en cuatro años: 9000 millones de pesos (150 millones de dólares al 10 de diciembre de 2019). Y anunció, sin precisiones, que la publicidad oficial pasaría a ser de carácter educativo y dejaría de ser propaganda gubernamental. Por otro lado, anticipó el fin de la pauta a programas periodísticos individuales, en una clara señal a periodistas con un altísimo perfil político que habían recibido generosa pauta publicitaria del Estado durante los anteriores cuatro años.
La parte más dura y resonante del discurso de Alberto no estuvo relacionada con la crisis económica, sin dudas el factor que explica en mayor medida la derrota de Cambiemos. El abogado penalista, ahora presidente, asumió la transformación del Poder Judicial, y sobre todo de la justicia federal, como la madre de todas las batallas. Con más posicionamientos que anuncios concretos (solo la intervención de la Agencia Federal de Inteligencia) anunció una reforma judicial que no precisó.
El “Nunca más”, frase fundadora de esta etapa democrática, y que pocas veces fue usado fuera del marco de sentido que le dio el alfonsinismo, fue pronunciada varias veces por Alberto Fernández en su discurso inaugural para marcar un antes y un después con la justicia, sobre todo la federal, cooptada por intereses corporativos y convertida en instrumento de persecución política, según sus palabras. Por fuera de la denuncia abstracta, fue a fondo contra el lazo entre servicios de inteligencia, operadores periodísticos, fiscales y jueces para perseguir opositores. La intervención de la Agencia Federal de Inteligencia fue uno de los momentos más aplaudidos de su discurso. Dio un claro mensaje de repudio al uso abusivo de las prisiones preventivas a ex funcionarios kirchneristas en los días que se hicieron públicos los correos del fiscal estrella, de la principal causa de corrupción existente (la causa de los cuadernos) con un falso abogado y aparentemente miembro de una red de inteligencia ilegal destinada a la extorsión. Ahí pronunció una frase que aspira a un lugar de privilegio en la historia, si no queda solo en anuncios: “Nunca más los sótanos de la democracia”. Es sin duda la parte más dura y sorpresiva de su discurso. Anunció, cerrando el eje de la justicia y la inteligencia, una reforma judicial.
Terminó su discurso reivindicando el Ni una Menos, una de las luchas más importantes de la calle durante los años anteriores. Más allá de su posicionamiento personal, afirmó que la lucha contra la discriminación –sea por origen, etnia, género u orientación sexual– y la violencia contra la mujer deben ser política de Estado. La agenda de luchas feministas y sobre todo la despenalización del aborto pueden ocupar el lugar que ocuparon los derechos humanos para la administración de Néstor Kirchner en la construcción de una agenda progresista que no va a tener los índices de crecimiento ni reparación económica que tuvo el kirchnerismo en siete de los ocho primeros años.
Hacia el final, el agradecimiento a Esteban Righi, casi al mismo tiempo que a Cristina Fernández, fue un gesto de independencia política que no muchos comprendieron. Esteban Righi, penalista, ex ministro de Héctor Cámpora durante los pocos días de su presidencia, autor de la más grande amnistía de presos políticos de la historia el 25 de mayo de 1973, formador de Alberto Fernández y procurador General de la Nación entre 2005 y 2012, fue denunciado por el entonces vicepresidente Amado Boudou y renunció al no tener el apoyo de la presidenta Cristina Fernández.
La unidad del peronismo, donde la figura de Cristina Fernández tiene un lugar central, parecía imposible a fines de 2017 y se fue gestando al calor de la posibilidad cierta de evitar la reelección de Mauricio Macri. Sin embargo, el “es con todos” tendrá seguramente pruebas de fuego: conviven sectores con posicionamiento muy diversos en temas claves y no será tarea sencilla equilibrar los intereses de una gestión eficiente con el loteo a los tan distintos y diversos espacios que aportaron sus acciones al Frente de Todos.
Alberto Fernández puso la vara para la evaluación de su mandato muy alta. Lo terminará el día que se cumplan cuarenta años de la recuperación de la democracia. Así como Macri pidió ser evaluado por la efectividad en la erradicación de la pobreza, Alberto redobló la apuesta, la evaluación que pide está en un marco epocal de la historia argentina: el presidente de la “unidad de todos los argentinos”, como se hizo anunciar cuando ingresó a la Asamblea Legislativa, puso como objetivo avanzar en algunas reformas básicas que se han vuelto grandes metas para cerrar estos cuarenta años: ampliación democrática con el fin de la grieta, la erradicación del hambre, una estrategia de desarrollo y la definitiva integración regional.
1 Entrevista a Martín Hourest en Espóiler (20.5.19). Disponible en
www.espoiler.sociales.uba.ar
2 Un libro excelente para reconstruir el origen y las articulaciones que conformarán al PRO es el de Gabriel Vommaro, Sergio Morresi y Alejandro Bellotti: Mundo PRO. Anatomía de un partido fabricado para ganar, Buenos Aires, Planeta, 2015.
CAPÍTULO 2
LA GRIETA PROGRESISTA
E l punto inicial del progresismo argentino del último medio siglo debe situarse en el momento de la recuperación democrática.3 El Gobierno de Raúl Alfonsín inauguró el universo socialdemócrata con el que entabló diálogos con propuestas políticas que habían dejado atrás la búsqueda de la revolución. Entre esas fronteras que apoyaban la idea de un cambio político sin violencia, la reivindicación del pluralismo y el juzgamiento, aunque sin precisiones acerca de cómo llevarla a cabo, a los perpetradores de la masacre