¡Arroja la bomba! . Vanina Escales
Читать онлайн книгу.de pelear, Natalio vio venir a una señora del Ejército de Salvación con su alcancía y le metió los cien pesos. Salvadora lo miró con ganas de matarlo, pero empezó a correr a la señora, se sacó una horquilla del pelo, enganchó el billete y con la plata en la mano le dijo a Natalio, que se reía a carcajadas: “Guacho de mierda, ahora vas a ver qué hacemos con los cien pesos”.25 A vivir juntos, todavía no.
Natalio era brillante y tenía oficio, ya había pasado en Uruguay y en Buenos Aires por muchas redacciones. Gracias a su padrino Adolfo Berro había conocido a los políticos y lobbistas más importantes de la época y frecuentaba los míticos cafés donde la bohemia juntaba escritores, periodistas y trasnochados en charlas que no cesaban y de donde salían cuartillas para la prensa del día siguiente. En Montevideo escribía de día para la prensa y de noche recalaba en los cafés deslumbrado por los escritores José Enrique Rodó, Carlos Vaz Ferreira y Julio Herrera y Reissig.
El 15 de septiembre de 1913, Crítica comenzó a funcionar lejos aún de su momento de esplendor. Con una reconstrucción sagaz de esos orígenes, Álvaro Abós contó esos tiempos iniciales26 en la calle Sarmiento 821 y los muebles comprados en cuotas. Todos los días tenían que rogar a la imprenta que sacara el diario juntando la plata justa y los redactores cobraban cuando podían. El método para sobrevivir y la explicación de las mudanzas posteriores consistían en un buen “entre” con cara de piedra: Natalio alquilaba un local y no volvía a pagar al dueño. Bancaban, escribían y publicaban hasta que llegaba el aviso de desalojo, y de vuelta al mismo método.27 Más adelante, cuando ya convivían y no había plata para los salarios, Salvadora llegaba con la bolsa de las compras y cocinaba un puchero en la redacción.
Mientras Natalio estaba con su proyecto de empresa periodística, Salvadora era cada vez más reconocida en el anarquismo. Tanto, que dejó una foto que fue a parar a su prontuario policial: falda negra abotonada hasta la cintura, camisa blanca y un corbatín negro anudado como moño, a la usanza libertaria pero también como el uniforme de las pupilas prostibularias.
Salió del closet a cielo abierto el 1° de febrero de 1914 en el “Gran mitín internacional” por la libertad de los presos, en Paseo Colón, organizado por los obreros de la Federación Obrera Regional Argentina.28 En la foto no se ven mujeres, porque solo se ven cabezas cubiertas con sombreros borsalinos, canotiers y alguna galera. Las ventanas de la Escuela Industrial –que en 1925 agregó el nombre de Otto Krause– están aún hoy a dos metros y medio del piso. Ya se habían subido unos diez compañeros con banderas en dos de ellas.
–Y ahora, ¿qué digo?
–Decí lo que se te vaya ocurriendo –le contestó Claudio Martínez Paiva.
–¡Estoy con ustedes, con los anarquistas, los que deben marchar de frente y con el pecho descubierto arrastrando el peligro sin importarnos morir por nuestro bello Ideal!
Con la mano izquierda agarrada de la persiana, siguió “Yo daré el ejemplo y levantaré los corazones en la lucha, para lo cual reclamo el derecho de ir con mis compañeros delante de todos empuñando la bandera roja que es como el fuego de los corazones”.29 Desde esa altura intentó hacerse escuchar por las diez mil personas que la rodeaban. Sin fingida timidez se había hecho subir al alero izada por los compañeros, mientras otro la tironeaba de los brazos desde arriba.
La foto la muestra ese domingo de mitín parada en el ventanal, con la mano derecha en alto. Eva Perón estiraba el antebrazo y la mano hacia arriba amenazando a los oligarcas; también adoptaba otra postura, la de la palma que pide acompañamiento, reparo. Salvadora mostraba el puño, pero viendo la imagen con mayor detenimiento, parece guardar una piedra. A la pollera le falta un botón.
Natalio estaba en pleno cortejo y chocaba con los límites de Salvadora, menos preocupada por el amor que por ganar dinero y cuidar a Pitón. El jueves siguiente al mitín, Crítica publicó30 una nota mordaz: “Las chicas periodistas. El caso de la señorita Onrubia”. A diferencia del enamorado que escribe en los márgenes del cuaderno el nombre de su amada, Natalio tenía un diario. La nota es su operación de seducción para la chica de la que estaba enamorado o bien una promoción encubierta para dar a conocer a su joven novia en esa nota marginal que responde al coqueteo.
Como en La Protesta habían anunciado el ingreso de Salvadora en la redacción, la nota de Natalio advirtió que con ese gesto “se la ha denunciado a la policía”.31 Tenía razón, porque ser anarquista en esa época era lidiar con vigilantes que hacían informes de inteligencia, ser visto como un delincuente con destino carcelario o de exilio. Ese mismo día Salvadora publicó el artículo “Periodismo”, donde liga la profesión al sacerdocio de las ideas, la nobleza, la lealtad, generosidad e inteligencia, y advierte contra “la nueva farándula de los prostitutos”.32
La dirección de La Protesta también levantó el guante y respondió a Crítica con los nombres de todos los redactores, y señaló que el artículo acusatorio tenía todo el aspecto de “botaniano”. Mientras hacía el elogio de la capacidad intelectual de la “compañera”, despreciaba la nota de Crítica con argumentos sospechosos: si se publicó el ingreso de Medina Onrubia se hizo “por galantería”, y para los “despechados hermafroditas que impotentes para la hombría desempeñan funciones de mujercitas”, los anarquistas avisan que en La Protesta “los machos no hacen de hembras, ni a tiros. No son ‘intelectuales’ pero tienen los pares como de toros, que valen más”.33
El ademán macho, además de zonzo, también era sordo a su propia historia. Diez años antes ya actuaba dentro de la FORA Juana Rouco Buela, una anarquista española que, en 1907, creó con diecinueve compañeras el Centro Femenino Anarquista y comenzó a ganar terreno entre las mujeres, que trabajaban hasta el agotamiento por salarios de pobre. En 1904 las obreras camiseras, las planchadoras y las telefonistas declararon huelgas y La Protesta festejó “la espontánea rebeldía”34 de las mujeres cuando se sienten humilladas. Y pese a que el diario, al tiempo que las elogiaba señalaba la falta de experiencia, convocó a apoyar el “advenimiento feminista”.35
En el Centro Femenino Anarquista también estaban Virginia Bolten,36 María Collazo y Teresa Caporaletti. Años después, luego de la Huelga de los Inquilinos, deportaron a Bolten, Collazo y Rouco Buela al otro lado del río y al poco tiempo comenzaron a publicar en Montevideo la revista La Nueva Senda. La redacción quedaba en las calles Reconquista y Pérez Castellanos, en donde Rouco Buela tenía su taller de planchado.37
Puede que el anarquismo tenga sus fechas felices, pero cada año tiene su suceso trágico. En 1909, la detención en el castillo de Montjuic de Francisco Ferrer y Guardia provocó protestas en Europa y en América. El día de su fusilamiento, el 13 de octubre, organizaron en Montevideo un acto de repudio y las mujeres tomaron la palabra. Cuando subió Rouco Buela encendió al auditorio, se bajó de la tarima y comenzó a marchar hasta la embajada de España. La seguían miles. La embajada estaba custodiada por policías. Comenzaron los forcejeos entre los vigilantes y la multitud, y se desató un tiroteo.
Las autoridades uruguayas no lo iban a dejar pasar y al otro día mandaron a detener a Rouco Buela. Muy tranquila le pidió a un compañero la ropa y se preparó para actuar. Salió de su casa con dos compañeros, vestida de varón y fumando un cigarrillo. Pasó por delante de los pesquisas, que no la vieron. La cachada y la astucia también son tretas del débil. La prensa uruguaya festejó el ridículo de la policía de Orden Social. Leoncio Lasso de la Vega publicó unos versos en el diario: “Gato, ¡vuela!, dijo alguno; / Negra, ¡vuela!, otro gritó; / y otro dijo: ¡Juana Buela! / y en efecto… se voló… / mientras que el buen centinela / como un pavo en la puerta se quedó”.38
Las mujeres fueron anarquistas a pesar de la gran mayoría de los compañeros que, si tenían interés en su participación, era uno residual y secundario. Las mujeres, a sus ojos, debían primero comprender la causa así no ponían obstáculos a la lucha de sus parejas sentimentales. Se creía que las mujeres cultivaban en el ámbito privado dos cosas: miedo a la huelga y religiosidad, ¿entendían los compañeros que ellos las habían encerrado allí? La investigadora Maxine Molyneux resumió en “ni dios, ni patrón, ni marido”,39 a los agentes del