Análisis del discurso en las disputas públicas. Giohanny Olave
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Análisis del discurso en disputas públicas
Retorno a la erística
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Análisis del discurso en disputas públicas
Retorno a la erística
Giohanny Olave Arias
Universidad Industrial de Santander
Facultad de Ciencias Humanas
Escuela de Idiomas
Bucaramanga, 2019
Página legal
Análisis del discurso en disputas públicas
Retorno a la erística
Giohanny Olave Arias
Profesor, Universidad Industrial de Santander
© Universidad Industrial de Santander
Reservados todos los derechos
ISBN: 978-958-8956-65-7
Primera edición: septiembre de 2019
Diseño, diagramación e impresión:
División de Publicaciones UIS
Carrera 27 calle 9, ciudad universitaria
Tel: (7)6348418. Telefax: (7)6328212
Bucaramanga, Colombia
Prohibida la reproducción parcial o total de esta obra, por cualquier medio, sin autorización escrita de la UIS.
Impreso en Colombia
Agradecimientos
Prólogo
La erística está de regreso. Incluso se podría hablar de un eristikós turn, posterior al linguistic turn. Tal parece que el interés por la sofística ya no es suficiente para entender los discursos que no siguen las reglas del razonamiento lógico y dialéctico. Las teorías de la argumentación marchan campantes con la frente en alto, mientras la sofística todavía camina cabizbaja por su deficiencia ética y por el surgimiento de otros procedimientos alternativos como las falacias y la lógica informal (una de origen medieval; la otra de nueva creación) que la han desplazado, a pesar de estar anclada en recias personalidades como Protágoras y Gorgias. Pero los afanes posestructuralistas o antifundacionalistas no se han apagado, y ahora emerge la erística como un nueva disciplina apta para el análisis de las realidades que no se habían abordado o se han abordado poco.
Sin embargo, esta palabra se ha interpretado de muchas maneras, generalmente como algo negativo, pero que designa una fase del proceso polémico que conduce al acuerdo, en el que ella queda superada, o bien se reduce a un elemento externo y marginal a los estándares argumentativos que en cualquier caso debería evitarse. Aunque también se ha visto fundida al discurso político, donde el consenso no es la aspiración final y el disenso es permanente en la visión de una democracia radical, de manera que la racionalidad y la erística son dos modos de imponer un punto de vista frente a un desacuerdo (lo que rompe con las utopías de la política como el mecanismo del mutuo entendimiento). Desde otros puntos de vista, se ha considerado como una estrategia de lucha en el mismo plano que el combate bélico, de modo que no se pueden suprimir las técnicas erísticas, pues son algo ineludible en la lucha verbal.
De cualquier modo, la erística no surge en oposición a la lógica o a la dialéctica, sino más bien como una técnica óptica para abordar un fenómeno del habla que había quedado oculto o difuso, y de carácter transversal, pues se aplica tanto al diálogo como al discurso. Este instrumento de análisis tiene razón de ser, y su ejercicio analítico resulta necesario si se quiere entender el discurso en su complejidad y plasticidad.
El autor de este libro, Giohanny Olave, ofrece una orientación estupenda y novedosa sobre ese modelo de observar el fenómeno erístico por los estudiosos modernos, y muestra una posición diáfana sobre cómo debe entenderse la erística en el diálogo y en el discurso: «Como una dimensión de las disputas públicas, que emerge en algunos tramos de la interacción divergente, los más tensos, en los cuales las reglas del debate ceden a los imperativos del combate».
Y esta posición novedosa no la obtiene de la nada, no es una simple invención suya, sino el desarrollo y actualización de las antiguas representaciones y concepciones griegas del fenómeno erístico. Su estudio de las fuentes parte del análisis etimológico del sustantivo griego eris, de donde deriva la palabra erística (que es una invención platónica). El verbo erizô, que deriva de eris, tiene el sentido de ‘excitar’ a la polémica, a la lucha o la contienda. El autor revisa también los usos del sustantivo, y aborda sobre todo las connotaciones que el nombre de la diosa Eris tiene en Hesíodo y en Homero, el primero de los cuales la presenta como una divinidad nocturna (hija de la Noche), buena unas veces, pues incita a la sana competencia y a la superación, pero otras veces maligna, odiosa y destructiva, cuyos hijos e hijas llamados Fatiga, Olvido, Hambre, Dolor, Muertes y Homicidios, entre otros, dan cuenta de las múltiples manifestaciones perniciosas de esa divinidad, en particular las hijas vinculadas con el lenguaje, llamadas Disputas, Engaños y Palabras ambiguas, y un hijo aborrecible de nombre Perjurio.
En sus reflexiones sobre los pasajes de Hesíodo y de Homero, Olave establece ya su camino interpretativo, primero, en relación con la distinción entre los dominios de los actos y de las palabras, y luego entre las palabras orientadas a persuadir y las que se orientan a crear ira, temor y otras emociones en los destinatarios discursivos, de entre las cuales estas últimas (las emociones) son el dominio de la eris. Lo anterior le permite establecer la distinción entre erística y sofística-retórica, y entre erística y dialéctica, considerada esta «como método ideal de la búsqueda de la verdad», y aquella, como su desviación y perversión. Luego señala los empleos que da Platón de la erística en sus diálogos, quien la reduce a mera charlatanería sin sentido, en el extremo opuesto de la dialéctica, e identifica a ciertos personajes como erísticos, es decir, maestros capaces de vencer a cualquiera que se les enfrente, con el fin de mofarse de los interlocutores o de obtener beneficios económicos de sus discípulos. Platón inventa la erística entendida como disciplina y enseñanza, pero lo hace para definir su filosofía en oposición a ella, y para diferenciarse a sí mismo de los charlatanes. Aristóteles adopta ese concepto, pero lo reorienta, despersonalizándolo y limitándolo al ámbito del razonamiento: la dialéctica se refiere a los argumentos verdaderos y la erística a los aparentes. El discurso erístico no busca mostrar la verdad, ni siquiera persuadir, sino vencer al interlocutor. El autor de este libro también analiza con cuidado la orientación de la Dialéctica erística de Schopenhauer, de quien resalta que, al final de cuentas, no tiene una opinión positiva de la erística.
De esta manera, Giohanny Olave aborda la erística desde una óptica nueva, pero con base en la interpretación de los textos antiguos, de los que en buena medida se desentienden los estudiosos modernos del discurso, lo que le permite, a mi juicio, corregir los usos modernos del término. Para él, la erística no se limita al debate o a la polémica, ni al sentido megárico del término (refutar por el placer de mofarse de los demás), sino que los abarca y los trasciende; tampoco es el argumento falaz o aparente, ni la finalidad es el simple afán de alcanzar la victoria por cualquier medio, pero tiene que ver con todo ello.
La erística, además de ser un fenómeno lingüístico que se manifiesta en mayor o menor medida en los diálogos y los discursos, es una técnica