E-Pack Jazmín Luna de Miel 2. Varias Autoras

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el que murió tu madre?

      Raúl asintió y fijó la mirada en la noche. Se alegraba de que Estelle estuviera allí. Eran las dos de la mañana de la segunda noche más larga de su vida, y en la primera había estado solo.

      –¿Puedo preguntarte otra vez qué estás haciendo con Gordon?

      –Es un buen hombre.

      –Como mucha otra gente. Y eso no significa que tengamos que ir por ahí… –no terminó la frase, pero quedó claro lo que pretendía decir–. ¿Estás aquí esta noche por tu hermano?

      Estelle no podía contestar, pero sabía que los dos conocían la verdad.

      –¿Tienes hermanos? –le preguntó.

      Se hizo un largo silencio. El padre de Raúl le había pedido que no revelara nada todavía, pero pronto se sabría. Estelle se acercó a él mientras esperaba la respuesta. A lo mejor iba directa a la prensa con aquella novedosa información, pero en aquel momento, a Raúl no le importaba. No podía pensar en el mañana. Necesitaba concentrarse en superar aquella noche.

      –Si me lo hubieras preguntado ayer, la respuesta habría sido no. Esta mañana, mi padre me ha confesado que tengo un hermano, Luka. Luka Sánchez García.

      Después de lo que le había contado durante la velada, Estelle supo que no eran hijos de la misma madre.

      –¿Le conoces?

      –No directamente.

      –¿Cuántos años tiene?

      Era la misma pregunta que él le había hecho a su padre, aunque Estelle desconocía la relevancia de la respuesta.

      –Veinticinco –contestó Raúl–. Esta mañana he entrado en el despacho de mi padre esperando el sermón habitual, mi padre siempre insiste en que siente la cabeza –se rio con tristeza–. No sabía lo que me esperaba. Mi padre se está muriendo y quiere poner todos sus asuntos en orden. Así que hoy me ha dicho que tiene otro hijo.

      –Supongo que la impresión ha sido muy fuerte.

      –Todo el mundo esconde algún esqueleto en el armario. Pero, en este caso, no se trata del fruto de una aventura de hace muchos años que de pronto sale a la luz. Mi padre tiene otra vida. Se ve con la madre de su hijo en una ciudad del norte de España. Yo pensaba que viajaba regularmente por asuntos de trabajo. Tenemos un hotel en San Sebastián que siempre ha sido uno de sus principales intereses. Ahora sé por qué.

      Estelle intentó imaginarse lo que sería descubrir algo así. Y Raúl continuaba intentando comprender por qué se había abierto con tanta facilidad a ella. Y entonces se recordó la razón. Si quería encontrar una solución a sus problemas, tenía que contarle la verdad a Estelle. Por lo menos, en parte. Jamás podría revelarlo todo.

      –Su asistente personal, Ángela, siempre ha sido para mí…

      Se encogió de hombros. Ángela había sido una constante en su vida, una mujer en la que confiaba. Raúl cerró los ojos y recordó las duras palabras que le había dirigido aquella mañana.

      –Al parecer, el hijo del que tan a menudo hablaba Ángela en realidad es mi hermano –sonrió con ironía–. Pasé gran parte de mi infancia con mis tíos, pensando que mi padre tenía que trabajar en un hotel de San Sebastián, y ahora resulta que estaba allí con su amante y su hijo. Así que, en respuesta a tu pregunta, sí, tengo un hermano. Pero, a diferencia de lo que te ocurre a ti con el tuyo, no me importa nada.

      –Podrías llegar a apreciarle si le conocieras.

      –Eso no va a ocurrir.

      Estelle sintió un escalofrío que atribuyó a la brisa nocturna.

      –Voy a entrar –susurró.

      –No, por favor –le suplicó Raúl.

      Estelle tenía que volver. Tenía que regresar a la seguridad de Gordon. No quería alejarse de Raúl, pero sabía que tenía que hacerlo.

      –Buenas noches, Raúl.

      –Quédate.

      Estelle negó con la cabeza y agradeció que en aquel momento sonara el teléfono de Raúl. Pero, cuando se volvió para abrir la puerta, oyó la voz de una mujer histérica en el pasillo.

      –¡Contesta el teléfono, Raúl! ¿Dónde demonios estás?

      Raúl tuvo buenos reflejos. Rápidamente, desconectó el teléfono y agarró a Estelle.

      –Necesito que me hagas un favor.

      Antes de que Estelle pudiera darse cuenta de lo que estaba pasando, la estrechó entre sus brazos y presionó la boca contra sus labios mientras deslizaba la mano por la parte superior del pijama. Estelle se resistió, hasta que se dio cuenta de lo que estaba pasando. Oyó a Araminta llamando a gritos a Raúl. Podía aparecer en el balcón en cualquier momento, pero lo pasó de largo sin volver siquiera la cabeza.

      Raúl podría haberse detenido en ese momento, pensó Estelle. Pero tenía el pijama completamente abierto y sus senos presionaban el pecho desnudo de Raúl.

      Deberían parar inmediatamente, se dijo mientras la lengua de Raúl buscaba la suya.

      Raúl gimió débilmente en su boca. Fue la cosa más sexy que Estelle había oído o sentido en su vida. Raúl deslizó la mano por su trasero mientras la hacía sentir su lengua caliente y húmeda.

      Estelle quería poner fin a aquel beso y, al mismo tiempo, deseaba que se prolongara… Era como si estuviera recorriendo un camino prohibido y estuviese deseando llegar hasta el final para ver la mujer en la que Raúl la había convertido.

      –No vuelvas con él –le ordenó Raúl sin abandonar apenas su boca.

      Tenía intención de hablar con ella en otro momento, de pedirle el número de teléfono, pero no podía soportar la idea de que volviera a la cama con Gordon. De modo que le revelaría sus planes inmediatamente.

      –Ven conmigo.

      Estelle se dio cuenta entonces de lo que le estaba pidiendo. Había dado por sentado que para ella era habitual entregar su cuerpo. Cuando Raúl intentó besarla otra vez, le dio una bofetada.

      –Tú pagas más, ¿verdad?

      –No pretendía que lo interpretaras así.

      Raúl sintió el escozor de la bofetada en la mejilla y supo que se la merecía. Pero en lo último que estaba pensando él era en el dinero. Sencillamente, no quería que Estelle volviera con otro hombre.

      –Lo que pretendía decir…

      –Sé exactamente lo que pretendías decir.

      –¡Sinvergüenza!

      Ambos se volvieron y vieron a Araminta con el rostro empapado en lágrimas.

      –¡Me has dicho que estabas cansado, que querías acostarte!

      –¿Puedo sugerirte que vuelvas a la cama? –le espetó Raúl a Araminta, molesto por aquella intrusión.

      Estelle pudo ser testigo una vez más de lo brutal que podía ser aquel hombre cuando se lo proponía.

      –¿De qué manera puedo dejar más claro que no tengo ningún interés en ti?

      Se volvió para ayudar a una mortificada Estelle a abrocharse los botones del pijama, pero Estelle le apartó la mano.

      –¡No me toques!

      Salió disparada del balcón y se dirigió a su habitación, donde intentó olvidar la sensación de las manos y la boca de Raúl. Donde intentó negar que era la primera vez que deseaba realmente a un hombre.

      –ESTELLE…

      Gordon se mostró encantador cuando le contó lo que había pasado. Que, pretendiendo


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