E-Pack Jazmín B&B 1. Varias Autoras
Читать онлайн книгу.se rompían los platos y las copas al caer.
–No puedo esperar –añadió Alex.
La levantó y la sentó en la mesa antes de volver a besarla. Aturdida y borracha con sus besos, Yelena casi no se dio cuenta de que le estaba desabrochando los vaqueros para meterle la mano y acariciarle entre las piernas. Gimió y sintió que el deseo invadía sus piernas, sus pulmones.
Alex le bajó los pantalones y las braguitas y ella dio un grito ahogado al notar el frío de la mesa. Él le acarició los muslos.
–¿Tienes frío? –le preguntó.
Ella negó con la cabeza y él le sonrió. Los ojos azules le brillaban de deseo.
La estaba estudiando con la mirada, captando su expresión, cada pequeño movimiento de su rostro mientras seguía acariciándole los muslos y subiendo las manos hacia la parte más íntima de su cuerpo. Cuando notó que Yelena se estremecía, él se echó a reír, sin separar la mirada de la de ella, decidido a no ser el primero en romper el contacto.
Arqueó una ceja de forma seductora y ella sonrió.
De pronto, Alex se puso de rodillas, le separó las piernas y el mundo dejó de girar.
La besó entre los muslos, y su respiración caliente hizo que Yelena se volviese a estremecer.
–Relájate, Yelena, y disfrútalo.
Ella se echó hacia atrás y se dejó llevar por el placer.
–Alex… –gimió, y no le dio vergüenza.
Él seguía acariciándola con la boca y la lengua, hasta que Yelena notó que estaba a punto de llegar al clímax. Entonces Alex se apartó y la besó en el muslo.
Ella apretó los dientes, frustrada.
Y él le acarició las piernas.
Yelena empezó a acariciarle la erección hasta hacerle perder la cabeza. Se puso a temblar y notó que llegaba al clímax.
Alex se controló, quería esperar a que Yelena hubiese terminado antes de hacerlo él.
La oyó gritar, casi de manera triunfante. Y sintió una gran satisfacción. La besó por última vez entre las piernas, se incorporó y se bajó los vaqueros.
La vio echada hacia atrás, apoyada en los codos, y le pareció una imagen tan erótica que no pudo esperar más para colocarse un preservativo rápidamente y penetrarla.
Ambos empezaron a respirar al unísono y Alex tuvo que hacer un esfuerzo para controlarse. Quería saborear el momento. Casi ni se dio cuenta de que Yelena se había quitado la camiseta y el sujetador y se había quedado completamente desnuda para él.
Se quedó sorprendido al verla. Se inclinó hacia delante y enterró el rostro entre el valle de sus pechos.
–Dios, Yelena –susurró contra su piel–. Si el mundo se acabase esta noche, me moriría feliz.
Ella se echó a reír, pero cuando Alex le acarició un pecho con la lengua, dio un grito ahogado.
Él sonrió. Siguió lamiéndole el pecho y notó cómo Yelena se contraía por dentro.
La miró a los ojos sin dejar de sonreír, y pasó al otro pecho sin prisas mientras notaba que ella volvía a prepararse para el clímax.
–Alex, por favor…
–Tranquila –le dijo él, poniendo una mano en su vientre, como si fuese un caballo.
Yelena levantó las caderas y contrajo los músculos internos de su sexo mientras gemía suavemente. No pudo controlarse, se abrazó a su cuello y le susurró al oído algo tan erótico que se sorprendió hasta a sí misma.
Pero tuvo el efecto deseado. Alex gimió como un animal y empezó a moverse con más fuerza hasta que notó que llegaba al orgasmo, solo unos segundos después de ella. El placer explotó en su interior y oyó un gruñido, que debía de ser suyo y que le sorprendió, aunque al mismo tiempo se sintió orgulloso de que aquella mujer fuese suya.
Luego le apoyó una mano en el pecho y se quedaron así unos segundos, recuperando la respiración.
La notó temblar y se apartó de ella.
De repente, Yelena se sintió perdida, con el aire frío golpeándole la piel. Buscó su ropa enseguida y oyó cómo Alex hacía lo mismo.
Sin saber por qué, se puso nerviosa, pero de un modo negativo. Se puso los pantalones vaqueros mientras oía cómo Alex llamaba por teléfono y pedía que fuesen a recoger la mesa. Ella siguió en silencio, aunque quería, necesitaba, decir algo más, pero no podía. Se inclinó a subirse la cremallera de las botas. «Di algo, lo que sea».
–Yelena.
–Por favor, no digas nada que lo estropee –le pidió ella, negándose a mirarlo a los ojos mientras se abrochaba la chaqueta.
No le hacía falta levantar la vista para saber que Alex tenía el ceño fruncido.
–¿Nos vamos? –le dijo él en voz baja un momento después.
Ella se metió las manos en los bolsillos de los vaqueros y asintió.
Fueron hacia donde estaba la moto en silencio. Y, de camino a Diamond Bay, Yelena se permitió disfrutar del calor del cuerpo de Alex, a pesar de sentirse culpable por ello.
Empezó a hacerse preguntas. Tenían química, pero ¿y futuro? Su pasado pesaba demasiado, había demasiados secretos que no eran de ella y que no podía revelar.
«No se lo puedes contar a nadie. A nadie». Por el bien de Bella, por el de Yelena, Gabriela le había hecho jurar que guardaría el secreto.
Miró hacia la oscuridad de la noche y las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas.
Capítulo 9
A LA mañana siguiente, Pam, Alex y Yelena se reunieron en el despacho de esta.
Yelena iba vestida con un recatado pantalón gris y camisa de seda azul, pero cada vez que Alex la miraba, se le calentaba la piel como si hubiese estado en ropa interior. Y luego recordaba lo ocurrido la noche anterior. Yelena se había quedado con una incómoda sensación de anhelo.
Al volver a Diamond Bay, se había bajado de la moto antes de que Alex apagase el motor, le había dado las gracias por la cena y se había ido casi corriendo a su habitación.
–¿Quieres café, Yelena?
Levantó la vista para mirar a Pam, que tenía una taza en la mano.
–Sí, gracias –le respondió, con una sonrisa en los labios.
Dio un sorbo y luego dejó la taza encima de la mesa.
–He pensado que podríamos hablar de qué queremos con esta campaña. Todos sabemos lo que ha publicado la prensa durante los últimos meses, y mi intención es darle la vuelta.
–¿Cómo vas a hacer que todo el mundo olvide lo que se ha dicho en los periódicos? –preguntó Alex, con una ceja arqueada.
–Eso no puedo hacerlo. Tenemos que centrarnos en las cosas buenas: las obras de caridad, los trabajos con la comunidad, para contraatacar. Por ejemplo, Pam… –sonrió a la madre de Alex–. Tu idea de la fiesta me encantó. Ya tengo un plan de acción en el que podemos trabajar.
A Pam se le iluminó el rostro.
–Estupendo. He pensado que podríamos alquilar ropa de la boutique a la gente de aquí, para que puedan venir vestidos de manera elegante, pero que no sientan que estamos haciendo un acto de caridad con ellos.
–Buena idea –dijo Yelena sonriendo–. Tiene que ser una acción lenta, pero constante a lo largo de los próximos meses. También quería hablaros del tema de las entrevistas.
–¿Qué quieres que digamos? –la interrumpió