Un secreto desvelado. Moyra Tarling
Читать онлайн книгу.entre ellos se llenó de tensión y de algo mucho más peligroso.
—Creía que tu padre estaría ya de vuelta —comentó Nora al sentarse con ellos a la mesa.
—¿Dónde está papá? —preguntó Spencer, recostándose en el respaldo de su silla.
—Tenía que hacer unos recados —respondió su madre—. Dijo que estaría de vuelta a eso de las cuatro, pero son ya casi las cinco. Ah… mira, aquí está.
En ese momento, la puerta de la cocina se abrió y el marido de Nora entró.
—Siento llegar tarde, querida —Elliot Diamond besó a su mujer en la cabeza y luego sonrió a Maura—. Hola, Maura, encantado de verte otra vez. ¿Has tenido buen viaje?
—Sí, gracias —respondió Maura educadamente.
—¿Por qué has vuelto tan tarde? —preguntó Nora a su marido.
—Me he pasado por casa de Michael de camino a casa para dejarle en el frigorífico la comida que le he comprado. Ya sabes que mañana vuelve del crucero.
—¡Ah, claro! —exclamó Nora—. ¿Todo bien por su casa?
—Sí, todo bien —le aseguró Elliot a su esposa antes de volverse a Maura—. Recientemente, hemos tenido algunos robos en la zona y los vecinos nos cuidamos unos a los otros. Michael Carson es un vecino y uno de nuestros más antiguos y queridos amigos.
Elliot, acercándose al mostrador central, añadió:
—Mmmm, ¿café recién hecho?
Maura sintió que se le helaba la sangre al oír mencionar el nombre de su padre. Pero… ¿había oído bien?
—¿Ha dicho que su vecino es Michael Carson?
—Sí —respondió Elliot Diamond mientras se servía un café—. Es el propietario de Walnut Grove, la propiedad adyacente a ésta. Él y su mujer eran amigos nuestros desde hace muchos años. Desgraciadamente, Michael se quedó viudo hace un año. ¿Lo conoces?
Capítulo 2
MAURA no podía respirar. Sintió el pecho oprimido y se preguntó, momentáneamente, si no le iba a dar un infarto. Enterarse de que su padre era amigo íntimo de la familia Diamond era una inesperada sorpresa.
Al darse cuenta de que todos la miraban, esperando su respuesta, recuperó la compostura y, con una aparente tranquilidad que no sentía, se llenó los pulmones de aire.
—Lo siento, pero es Mitchell, no Michael, la persona en la que estaba pensando. Mitchell Carson era un amigo de mi madre —improvisó Maura rápidamente—. Hace años que no le veo.
Maura sonrió y añadió:
—Así que su vecino ha estado haciendo un crucero, ¿no? Debe ser maravilloso pasar las vacaciones así. Yo nunca he ido en barco… bueno, eso no es exactamente cierto —dijo Maura nerviosa—; en realidad, he ido en motora. Pero un barco de crucero… es completamente diferente.
Maura hizo un inciso para tomar aire.
—He leído que algunos de los barcos para crucero que construyen hoy en día son tan altos como los rascacielos —Maura sabía que estaba parloteando sin sentido, pero continuó—. ¿Han ido usted y Elliot alguna vez de crucero?
—Sí, en varias ocasiones —respondió Nora Diamond.
—¿Adónde? —preguntó Maura, aliviada de que, al parecer, había logrado salir airosa.
Aunque estaba deseosa de saber más cosas sobre Michael Carson, su padre, decidió no tocar el tema de momento.
Nora se volvió a su marido.
—Nuestro primer crucero fue a Alaska, ¿verdad, querido?
Durante los siguientes minutos, Maura oyó las anécdotas de los viajes en crucero del matrimonio Diamond; sin embargo, a pesar de que escuchaba atentamente y hacía preguntas convenientes, interiormente se sentía agitada.
Además, para tensión añadida, era muy consciente de la penetrante mirada de Spencer. Él se había levantado de la silla y estaba apoyado contra el mostrador central, clavando en ella su mirada azul.
Maura tuvo la impresión de que no había logrado engañar a Spencer de sus intentos por desviar la conversación hacia el tema de los cruceros. La forma como él fruncía el ceño era una indicación más de que se estaba preguntando sobre la reacción de ella.
Maura se llevó una mano a la boca para contener un bostezo.
Su anfitriona lo notó rápidamente.
—Maura, querida, debes estar agotada y no hago más que charlar sobre cruceros.
—Lo siento —dijo Maura—. Supongo que el viaje en autobús me ha cansado más de lo que creía.
—Spencer, enseña a Maura su habitación —añadió Nora antes de volverse de nuevo a Maura—. Descansa y duerme un rato antes de la cena. Cenamos a las siete.
Maura se puso en pie.
—Gracias por el café.
Spencer se apartó del mostrador.
—Sígueme, por favor.
Maura mantuvo la sonrisa y salió de la cocina con Spencer. En silencio, él la condujo escaleras arriba.
—Esta casa es preciosa —comentó Maura—. ¿Has vivido aquí siempre?
—Sí —respondió él—. El rancho Blue Diamond lleva varias generaciones en nuestra familia.
—¿Y los ranchos de los vecinos también son de cría de caballos? —preguntó ella.
—No —contestó Spencer, pero no dio más explicaciones, para desilusión de Maura.
Resistió la tentación de hacerle algunas preguntas sobre Walnut Grove.
Cuando terminaron de subir las escaleras, Spencer giró a la izquierda. A mitad de camino del pasillo, se detuvo.
—Tu habitación tiene baño privado —le informó él mientras abría la puerta.
—Gracias.
Maura fue a cruzar el umbral, pero Spencer la detuvo.
—¿Conoces a Michael Carson? —preguntó él súbitamente.
Maura oyó cierta nota de tensión en la voz de él. Con cuidado de mantener una expresión neutral, le miró a los ojos.
—No, no tengo ese placer —respondió ella honestamente, ignorando la tensión que le producían los dedos de él en su chaqueta vaquera.
Spencer le mantuvo la mirada durante unos momentos que a ella le parecieron una eternidad. Buscaba algo en su rostro, pero… ¿qué? Maura no lo sabía.
—Está bien, te veré en la cena —dijo él antes de darse media vuelta y alejarse.
Maura entró en la alfombrada habitación y cerró la puerta. Se apoyó en ella y, tras varias inhalaciones profundas, esperó a que el corazón volviera a latirle a un ritmo normal.
Volvió a pensar en su padre y en el hecho de que quizá no tuviera que esperar mucho para verlo. Si Michael Carson era amigo íntimo de la familia Diamond, lo más seguro era que se pasara a hacerles una visita.
El pulso de Maura volvió a acelerarse al pensar en el posible encuentro con su padre, el hombre cuya existencia había ignorado hasta hacía un mes.
No le sorprendía que hubiera estado casado, pero el hecho de que ahora estuviese viudo simplificaba algo las cosas. Había ido a California obedeciendo un impulso, pero no tenía intención de crearle problemas.
Inquieta, se acercó a la puerta de doble hoja que daba a un balcón. Abrió la puerta y salió fuera.