Errores del corazón - Un hombre enamorado - Alma de hielo. Linda Lael Miller

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Errores del corazón - Un hombre enamorado - Alma de hielo - Linda Lael Miller


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      Stacie alzó la foto del curtido ranchero y la estudió de nuevo. Incluso si no hubiera estado montado a caballo y no lo hubiera visto hablando con Seth tras la reunión de la Asociación de Ganaderos, su sombrero y sus botas confirmaban su teoría sobre un error informático.

      Emparejar a una chica de ciudad con un ranchero no tenía sentido. Todo el mundo sabía que ciudad y campo eran como aceite y agua. No se mezclaban.

      En el fondo se sentía decepcionada. Había tenido la esperanza de encontrar a un compañero de verano, un hombre estilo renacentista que compartiera su amor por la cocina y las artes.

      —Es un vaquero, Lauren —Stacie alzó la voz—. ¡Un vaquero!

      —¿Tienes algo en contra de los vaqueros?

      La voz grave y sexy que llegó de la escalera delantera atravesó a Stacie como un rayo. Dejó la foto en la mesa, se dio la vuelta y se encontró con una mirada azul y sostenida.

      Era él.

      Tenía que admitir que de cerca era aún más atractivo. Llevaba una camisa de batista que hacía que sus ojos parecieran imposiblemente azules y unos vaqueros que se pegaban a sus largas piernas. No lucía sombrero, sólo montones de pelo oscuro y espeso que le llegaba al cuello de la camisa.

      Él siguió estudiándola. El brillo de sus ojos indicaba que sabía que ella había metido la pata y buscaba desesperadamente cómo sacarla.

      No podía contar con Lauren, que parecía estar luchando contra la risa. Anna, bueno, Anna se limitaba a mirarla expectante sin ofrecer ayuda.

      —Claro que no —dijo Stacie, sintiéndose obligada a poner fin al silencio—. Los vaqueros hacen que el mundo gire sobre su eje.

      La sonrisa de él se amplió hasta convertirse en una mueca y Lauren soltó una carcajada. Stacie la miró con censura. Su respuesta no había sido la mejor, pero podría haber sido peor. La había pillado por sorpresa, distrayéndola. Con sus ojos… y su inoportunidad.

      Deseó haber mantenido la boca cerrada.

      —Bueno, no puedo decir que recuerde haber oído eso antes —dijo él—, pero es verdad.

      Era generoso, una cualidad que escaseaba en la mayoría de los hombres con los que había salido y que Stacie admiraba mucho. Era una lástima que, además de ser un vaquero, fuese enorme. Debía de medir al menos un metro ochenta y siete, tenía la espalda ancha y era musculoso. Curtido. Viril. El sueño de muchas, pero no su tipo.

      Aun así, cuando los risueños ojos azules la buscaron de nuevo, se estremeció. Había inteligencia en su mirada y exudaba una confianza en sí mismo de lo más atractiva. Ese vaquero no era ningún tonto.

      Stacie abrió la boca para preguntarle si quería una cerveza, pero Anna se le adelantó.

      —Me alegro de verte —Anna cruzó el porche taconeando y abrazó a Josh—. Gracias por rellenar el cuestionario.

      —Cualquier cosa por ti, Anna Banana —Josh sonrió y le tiró suavemente del pelo.

      Stacie y Lauren se miraron.

      —¿Anna Banana? —a Lauren le temblaron los labios—. No nos habías dicho que tenías mote.

      —Seth me lo puso cuando era pequeña —explicó ella antes de volver a centrarse en Josh. Agitó un dedo—. Se suponía que ibas a olvidarlo.

      —Tengo buena memoria.

      Stacie captó el brillo de sus ojos.

      —Yo también —lo pinchó Anna—. Recuerdo que Seth me dijo que tú y él preferíais la forma tradicional de conseguir citas. Sin embargo, ambos rellenasteis el cuestionario de Lauren. ¿Por qué?

      Stacie se preguntó si Josh y Anna habían salido juntos, parecían llevarse muy bien. Sintió un pinchazo de algo muy parecido a los celos; una locura. No estaba interesada en Josh Collins, vaquero, por extraordinario que fuera.

      —Seth probablemente lo hizo porque sabía que si no, lo matarías —explicó Josh—. Yo lo hice porque Seth me lo pidió y le debía un favor —metió las manos en los bolsillos y se meció sobre los talones—. No esperaba que me emparejaran.

      «Está tan poco motivado como yo», pensó Stacie. Apartó la silla y se levantó, reconfortada.

      —Intentaré que la velada sea lo menos dolorosa posible —Stacie cubrió la distancia que los separaba y le ofreció la mano—. Soy Stacie Summers, tu cita.

      —Lo había imaginado —sacó una mano del bolsillo y le dio un cálido apretón—. Josh Collins.

      Para su sorpresa, Stacie sintió subir un cosquilleo por su brazo. Liberó su mano, desconcertada por su reacción. La mano del guapo abogado había rozado la suya varias veces durante la cita, y no había sentido nada de nada.

      —¿Te gustaría acompañarnos? —preguntó Anna—. Hay limonada recién hecha. Y podría sacar las galletas que hizo Stacie esta mañana.

      Él mantuvo la sonrisa, pero Stacie intuyó que preferiría montar un caballo salvaje a tomar limonada y galletas con tres mujeres. Sin saber por qué, decidió acudir en su rescate.

      —Lo siento, Anna, Josh accedió a una cita con una mujer, no con tres.

      —Antes de que mi compañera de casa te secuestre, deja que me presente —Lauren se levantó—. Soy Lauren Van Meveren, la autora del cuestionario que rellenaste. Quiero darte las gracias por participar.

      —Encantado de conocerte, Lauren —Josh estrechó su mano—. Eran preguntas de lo más interesantes.

      Stacie y Anna se miraron. Obviamente, Josh no sabía que corría el peligro de abrir la compuerta. Si había algo que apasionara a Lauren, era su investigación.

      —Trabajo en mi tesis doctoral —el rostro de Lauren se iluminó, como siempre que alguien expresaba interés por su trabajo—. El cuestionario es una herramienta para reunir datos que confirmarán o negarán mi hipótesis.

      —Seth mencionó lo del doctorado, pero no supo decirme qué pretendías demostrar —dijo Josh.

      Stacie contuvo un gemido. La compuerta había quedado abierta oficialmente.

      —¿Conoces el proceso? —preguntó Lauren.

      —Algo —admitió él—. Mi madre está trabajando en su doctorado en enfermería. Recuerdo por lo que tuvo que pasar para que aprobaran su tema.

      —Entonces lo entiendes —Lauren señaló la silla de mimbre que había a su lado—. Siéntate, te explicaré mi hipótesis.

      —Sugiero que nos sentemos todos —dijo Anna con una sonrisa—. Puede que esto se alargue un rato —añadió en voz baja, de modo que sólo Stacie lo oyera.

      Stacie volvió a sentarse. Josh ocupó el asiento que había a su lado, centrando su atención en Lauren. Incluso si Stacie quisiera salvarlo, ya era demasiado tarde.

      —Casi bailé de alegría cuando aprobaron mi tema —Lauren esbozó una sonrisa satisfecha.

      —¿Y qué es lo que estudias? —la animó Josh.

      «Que me disparen», pensó Stacie. «Que alguien apoye una pistola en mi sien y dispare».

      —Tener información relevante y personalizada sobre los valores y características determinantes en las relaciones interpersonales incrementa la posibilidad de establecer y mantener ese tipo de relaciones con éxito —dijo Lauren de un tirón—. Es un concepto que ya utilizan muchas agencias de relaciones por Internet. Pero mi estudio se centra más en lo necesario para entablar una amistad, no sólo en la pareja amorosa.

      —Muy interesante —dijo Josh. Sonó sorprendentemente sincero—. ¿Qué te llevó a decidir hacer la investigación aquí?

      —Anna sugirió que lo considerase…

      —Le


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