Alamas muertas. Nikolai Gogol
Читать онлайн книгу.como «primera parte» (con la versión primigenia original, luego censurada, del Kopieikin) e incluir el resto de los materiales en una serie de anexos: 1) la versión más antigua de la «segunda parte»; 2) la versión más moderna; y 3) la versión tolerada por la censura del Kopieikin (decisiva como síntoma de algunas de las derivas posteriores del autor). Esta solución vendría avalada por la opinión de una de las grandes especialistas gogolianas de la actualidad, Susanne Fusso. Para ella, son muchos los críticos que han suspirado por la continuación de la «primera parte» de Almas muertas; es más, esa continuación emprendida pero destruida y no conservada ha «poseído», en cierta medida, a la propia «primera parte» terminada.
Es mi propósito [...] demostrar que Almas muertas [se refiere a la «primera parte»] es un trabajo acabado según las leyes de la forma gogoliana. La promesa incumplida de completitud, cuando se lee no en términos biográficos sino en términos literarios, es un aparato que protege al texto frente a soluciones limpias y frente a interpretaciones fijas. No es sólo Chichikov el que escapa al final de Almas muertas; la propia novela escapa del deseo de los lectores (y del autor) de que se dé una última palabra. (Fusso, p. 102.)
De este modo, para mí también Almas muertas es lo que se ha conocido como «primera parte».
No obstante, alguien podrá preguntarse por qué incluir los dos torsos de la «segunda parte». En mi opinión, hacerlo: 1) permite ver la evolución creativa, ideológica y mental del autor; en ese sentido, se trata de unos materiales imprescindibles para el conocimiento y el análisis de una de las experiencias decisivas de la literatura universal; 2) permite no privilegiar a ninguno de los dos torsos, puesto que el autor acabó por desechar los dos y, lo que es más definitivo, por dos veces (1845 y 1852) arrojó al fuego sendas versiones completas de esa «segunda parte»; y 3) el lector español tiene un amplio material gogoliano para conocer y disfrutar.
Frente a la publicación ordinaria en nuestro país del último torso como «segunda parte» de Almas muertas, acceder al torso más antiguo conservado supone rellenar algunos de los huecos que deja el otro torso y resolver ciertos problemas temáticos de la versión posterior.
La composición final de la «segunda parte» en nuestra edición será la siguiente:
1. Anexo 1
a. -Borrador I de los cuatro primeros capítulos sobre el que se hicieron las correcciones que originaron el Anexo 2.
b. -Borrador I del titulado «Uno de los últimos capítulos», que pertenecería a una redacción anterior al borrador de los otros cuatro (véase el apartado siguiente). Si se yuxtapone (como el correspondiente en el Anexo 2) a los otros cuatro capítulos, es para no complicar aún más el puzle gogoliano de Almas muertas[38].
2. Anexo 2
a. -Borrador II de los cuatro primeros capítulos, realizado sobre el borrador del Anexo 1.
b. -Borrador II del titulado «Uno de los últimos capítulos», realizado sobre el borrador correspondiente del Anexo 1.
3. Anexo 3
a. -Versión de La historia del capitán Kopieikin, reescrita por el propio autor con el fin de sortear la censura petersburguesa y, a la sazón, versión que apareció de ese fragmento en la primera edición de la obra[39].
Con esta edición, queremos acercarnos a una suerte de edición ideal del texto de Gogol, decisivo en la historia de la literatura de los dos últimos siglos pero editado de forma vacilante e imprecisa.
Cronología de los borradores de la «segunda parte»
Una de las pistas para determinar a qué época de la creación gogoliana pertenecen los borradores de la «segunda parte» es el nombre del terrateniente que, en nuestra edición (y en la mayoría), queda unificado bajo el nombre de Kostansoglo. En el primer borrador de los cuatro primeros capítulos, aparece como Skudronsoglo y luego, en la corrección (más tardía) como Kostansoglo. En la redacción base de «Uno de los últimos capítulos», aparecerá como Poponsoglo y como Gobrosoglo, para luego aparecer en la corrección posterior, de forma idéntica a los otros cuatro capítulos, como Kostansoglo. Hay que hacer notar que, en esa misma versión del capítulo final, a otro personaje, Tientietnikov (nombre definitivo en los cuatro capítulos anteriores) se lo denomina como Dierpiennikov; de ahí, se deduce que «Uno de los últimos capítulos» pertenece a una redacción previa a los otros cuatro capítulos). Los editores soviéticos de las Obras Completas, Chulkov y Danilov, sostienen también esta hipótesis, pese a plantear que, en ello, existe discrepancia (véase Собранuе сочuненuŭ, 5, p. 612). Para M. B. Jrapchienko, por su parte, los testimonios de los íntimos del autor, Alieksandra Smirnova y Liev Arnoldi, demostrarían que habría muchas diferencias entre los borradores publicados y la versión final de la «segunda parte» que conocieron directamente, luego quemada por el autor poco antes de su muerte en 1852; incluso propone que el bloque de cuatro capítulos (y sus correcciones) sería anterior al titulado «Uno de los últimos capítulos». Esos cuatro primeros capítulos datarían del último periodo de la redacción de la «primera parte» de Almas muertas[40], mientras que el restante sería del periodo que va entre 1843 y 1845. Jrapchienko funda su afirmación ante todo en el análisis del contenido ideológico y de las particularidades literarias del texto, aunque también dice ampararse en los testimonios de coetáneos de Gogol que escucharon su lectura tardía de algunos capítulos de la «segunda parte»: Smirnova, Arnoldi o Aksakov. Lo cierto es que en los recuerdos de Alieksandra Smirnova, ¡de 1849!, tras una lectura de Gogol en Kaluga, aparecen reflexiones sobre Tientietnikov, Kostansoglo y Murasov (nombres más definitivos que se conservan para esos personajes; véase Собранuе сочuненuŭ, 5, p. 613). Resulta difícil pensar que el titulado «Uno de los últimos capítulos» sea posterior a 1849, variando hacia Dierpiennikov... ni siquiera Jrapchienko lo admitiría pues, como se ha visto, data el manuscrito entre 1843 y 1845.
La datación de estos manuscritos, resulta, en todo caso, sumamente difícil. Por mi parte, me inclinaría a pensar que, al menos el que recoge los cuatro primeros capítulos de la «segunda parte» podría ser de un momento posterior a la quema de 1845; tal vez, de 1846 o 1847, en razón de los perfiles de Kostansoglo, cuyo temperamento tendría mucho que ver, como he señalado, con el del padre Matviei Konstantinovskii. Tal vez, en ello, se encuentre la clave de la versión definitiva del apellido Kostansoglo, después de haber sido Poponsoglo, Gobrosoglo y Skudronsoglo.
Algunas consideraciones sobre la prosa de Gogol
Resulta ya un lugar común en el mundo de la traducción aquello de traduttore, traditore. Lo que ocurre es que, por lo general, la traición del traductor suele achacarse a su voluntad de no salir demasiado mal parado a la hora de ofrecer soluciones a problemas difíciles planteados por el original. Eso le ocurre también a quien traduce a Gogol, pero a menudo por motivos diferentes. Verter un Gogol pegado a la convulsa letra de sus obras podría acarrearle al traductor más de una crítica incómoda; la solución parecería estar clara: sanear su prosa. Ahora bien, ¿es ello lícito?, ¿es ello posible?
Una especialista tan sólida como Susanne Fusso se permite comenzar su gran obra sobre Gogol (1993) con una breve «Nota sobre las traducciones» impresa sobre la página en blanco, que resulta tan insoslayable como clara y que demuestra la valentía y la seguridad (¡quién la tuviera, tratándose de Gogol!) de la autora frente a este «brete» que plantea la prosa del escritor ruso:
Como ya saben los lectores de Gogol en ruso, su estilo es cualquier cosa menos suave y elegante. Se trata de un escritor peculiar cuya escritura abunda en palabras y frases inadecuadas, en redundancias y en excesos retóricos. Las traducciones de Gogol que se han publicado, normalmente se han arreglado y saneado para el consumo general. Las que ofrezco aquí son lo más literales posible, de forma que el lector inglés pueda a la vez seguir mi argumentación y captar el sentido de originalidad del estilo de Gogol. (Fusso, 1993, p. xi.)
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