Una historia sepultada. Felipe I. Echenique March

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Una historia sepultada - Felipe I. Echenique March


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nuevo hallazgo terminó compensando a los estudiosos, bajo el razonamiento de que no debería de diferir mucho lo narrado por Cortés, porque a fin de cuentas el conquistador debió estar presente en su escritura y composición y cuyo objetivo era dar noticia de la situación que guardaba este grupo expedicionario, desde su salida de la isla de Cuba o Fernandina hasta su establecimiento en la Rica Villa de la Vera Cruz, pasando naturalmente por sus recorridos en las costas de Cozumel y Yucatán, el encuentro y subsecuente acompañamiento de Jerónimo de Aguilar y el funesto actuar de Diego Velázquez con aquel grupo expedicionario.

      Ahora bien, este descubrimiento que a primera vista podría presumirse como de muy segundo orden pasó a ser la sustituta o equivalente de la Primera de Cortés.

      A partir de entonces se puede seguir fácilmente la primacía que tomaron las copias manuscritas sobre las impresas, de tal suerte que, como afirmó Borah, se aprecian como más cercanas a lo escrito por Cortés que las impresas en caracteres góticos. Ello se puede ver con toda claridad en las ediciones documentales de Navarrete, Vedia y finalmente de Gayangos, que refirieron haber utilizado las copias de la Biblioteca de Viena, antes que de cualquier otra edición, lo cual no implicaba desconocer lo referente al material impreso, pero el conocimiento y utilización de los mismos pasó a ser más una cuestión de eruditos y de referencia anecdótica del mundo académico por su rareza y escasez, mientras que las copias y ológrafas de Cortés, gracias a sus trabajos y empeños se ponía a disposición de todos los interesados.

      Sacralización no justificada

      Al parecer ni Robertson mismo, ni los que han seguido estudiando el llamado Codex Vindobonensis S.N. 1600, han podido dar respuestas satisfactorias –totalmente coherentes y sustentadas históricamente– a las preguntas antes referidas, ya sea por la ausencia misma en las Cartas de las señas de identidad y circunstancia, como porque tampoco en los otros documentos que se localizan en el mismo expediente, se muestra ningún otro indicio.

      A continuación surgen nuevas interrogantes que tienen que ver con nimiedades como serían: si se mandó hacer dicha copia por parte de los secretarios Juan de Sámano o Martín de Salinas para el rey mismo, o para su hermano, Fernando de Austria; pero todo ello sólo queda en el plano hipotético, sin mayor relevancia para explicar la ausencia de los originales e incluso la relación de estas copias con las autógrafas de Cortés. Lo único que las enlaza es ser manuscritas sin probar su verdadera parentela con el original de Cortés.

      Martínez da por un hecho la identidad, o igualdad, de aquellos tres o cuatro manuscritos, aunque ello no tendría necesariamente por qué ser así, pues en el caso más reducido, el manuscrito de Cortés –podrían ser varios– no tendría necesariamente por qué estar totalmente en limpio, esto es sin correcciones, enmendaduras, tachaduras, etc., mientras que el enviado a la reina y a su hijo, luego emperador, por ser quienes eran, debería estar escrito correctamente, con buena letra y contener fórmulas y otras declaraciones


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