Una historia sepultada. Felipe I. Echenique March
Читать онлайн книгу.nuevo hallazgo terminó compensando a los estudiosos, bajo el razonamiento de que no debería de diferir mucho lo narrado por Cortés, porque a fin de cuentas el conquistador debió estar presente en su escritura y composición y cuyo objetivo era dar noticia de la situación que guardaba este grupo expedicionario, desde su salida de la isla de Cuba o Fernandina hasta su establecimiento en la Rica Villa de la Vera Cruz, pasando naturalmente por sus recorridos en las costas de Cozumel y Yucatán, el encuentro y subsecuente acompañamiento de Jerónimo de Aguilar y el funesto actuar de Diego Velázquez con aquel grupo expedicionario.
Ahora bien, este descubrimiento que a primera vista podría presumirse como de muy segundo orden pasó a ser la sustituta o equivalente de la Primera de Cortés.
Incluso se dice que cuando el ministro Floridablanca se enteró de este hallazgo mandó hacer una copia, no sólo de aquella carta sino también de las otras cuatro que se localizaban en el legajo en el año de 1778,24 y que debemos suponer se guardó en copia en la Biblioteca de la Academia de la Historia,25 de donde Martín Fernández de Navarrete, Miguel Salva, Pedro Sainz de Baranda, miembros de esta, las mandaron imprimir por primera vez en 1842 bajo el título de Carta de la Justicia y Regimiento de la Rica Villa de la Veracruz, Madrid, Imprenta de la viuda de Calderón.26
Es indiscutible que la primera edición de aquella “primera” carta hasta entonces desconocida, inscrita dentro de ese ámbito editorial casi frenético por publicar materiales, hasta entonces inéditos, de la historia de España y sus posesiones coloniales, propició la impresión de la Quinta Carta Relación que, junto con las cuatro anteriores y, por primera vez reunidas todas ellas, siguiendo las copias manuscritas de Viena, las mandó estampar para los lectores Enrique de Vedia en 1852.27
En 1866 Pascual de Gayangos, en otro esfuerzo editorial, juntó aquellas cinco Cartas, más las que se suponían reservadas y otras tantas que se encontraban en las ediciones de Navarrete, Vedia y aún inéditas que se localizaban en archivos españoles, y las puso al alcance de los estudiosos e interesados bajo el título de Cartas y Relaciones de Hernán Cortés al emperador Carlos V.28
Estas tres últimas ediciones tenían como común denominador el haberse valido de las copias manuscritas conservadas en Viena y de las que después se fueron localizando en distintos archivos de España, que como terminaría señalando muchos años después Woodrow Borah, fueron muy valoradas “por presumir que daban alguna garantía de ser más precisas y cercanas a las originales que las que se habían tipografiado en caracteres góticos.”29
A partir de entonces se puede seguir fácilmente la primacía que tomaron las copias manuscritas sobre las impresas, de tal suerte que, como afirmó Borah, se aprecian como más cercanas a lo escrito por Cortés que las impresas en caracteres góticos. Ello se puede ver con toda claridad en las ediciones documentales de Navarrete, Vedia y finalmente de Gayangos, que refirieron haber utilizado las copias de la Biblioteca de Viena, antes que de cualquier otra edición, lo cual no implicaba desconocer lo referente al material impreso, pero el conocimiento y utilización de los mismos pasó a ser más una cuestión de eruditos y de referencia anecdótica del mundo académico por su rareza y escasez, mientras que las copias y ológrafas de Cortés, gracias a sus trabajos y empeños se ponía a disposición de todos los interesados.
Así lo manuscrito ya fuese en copias u originales de Cortés alcanzó su consagración frente a lo impreso. Ello es constatable con la edición de las Relaciones de Hernán Cortés de doña Eulalia Guzmán,30 y de la de Manuel Alcalá en la editorial Porrúa, quien señala: “Los editores han cotejado con la versión paleográfica del códice de Viena [o Vindobonensis 1600] –paleografiado de micropelícula por la señorita Guadalupe Pérez San Vicente– las cinco Cartas”, que para bien o para mal son las mismas que siguió Mario Hernández Sánchez-Barba.31
Por lo hasta aquí expuesto se ve cómo la copia manuscrita de Viena y las otras copias localizadas, sobre todo la Quinta Carta de Relación, en España, han cobrado primacía sobre las impresas en caracteres góticos, lo que no sería nada reprochable si hubiera la total certeza de que se trata de un trasunto o copia fidedigna de las Cartas originales del propio Fernando Cortés, pero ni de ello hay certeza, cuando mucho algunas presunciones que ni siquiera llegan a buenas conjeturas, pues no hay datos constatables que unan el tramado argumental.32 Aunque también se podría aventurar que estas manuscritas le pertenecieron a algún impresor, o alguien las copió siguiendo las impresas, dudas y algunas coincidencias que trataré en otro trabajo.
Sacralización no justificada
Ahora bien, las copias localizadas en Viena33 muestran limitaciones porque no contienen referencias claras para despejar algunas dudas que surgen de su revisión, tales como: ¿De qué manuscrito se valieron para el traslado? ¿Quién ordenó esa copia? ¿En qué año se hizo? ¿Cuáles fueron las razones y las reglas para que se hicieran aquellas copias? ¿Quién, o quiénes, intervinieron en ese trabajo? O ¿En qué lugar se realizó, y a instancias de quién o quiénes y para servir a qué fines?
Al parecer ni Robertson mismo, ni los que han seguido estudiando el llamado Codex Vindobonensis S.N. 1600, han podido dar respuestas satisfactorias –totalmente coherentes y sustentadas históricamente– a las preguntas antes referidas, ya sea por la ausencia misma en las Cartas de las señas de identidad y circunstancia, como porque tampoco en los otros documentos que se localizan en el mismo expediente, se muestra ningún otro indicio.
Sin embargo, no pudiendo eludir algunas dudas y cuestionamientos sobre esa copia, diversos académicos han asentado varias hipótesis que más bien apuntan a salir del paso que a intentar un esclarecimiento profundo de las interrogantes que surgieron a partir de su hallazgo.34
Los historiadores que se han ocupado del manuscrito de Viena, tomando en cuenta el conjunto de documentos entre los que se encuentran las Cartas, y no teniendo más indicios de unos u otros, han llegado a colegir que la elaboración de esa copia debió ocurrir entre 1526 y 1529, pero de esto tampoco hay certeza absoluta.35
A continuación surgen nuevas interrogantes que tienen que ver con nimiedades como serían: si se mandó hacer dicha copia por parte de los secretarios Juan de Sámano o Martín de Salinas para el rey mismo, o para su hermano, Fernando de Austria; pero todo ello sólo queda en el plano hipotético, sin mayor relevancia para explicar la ausencia de los originales e incluso la relación de estas copias con las autógrafas de Cortés. Lo único que las enlaza es ser manuscritas sin probar su verdadera parentela con el original de Cortés.
Los niveles presumibles y las hipótesis que desde entonces provocaron aquellas copias manuscritas sobre su procedencia, calidad, datación, etc., fueron inmediatamente rebasados por su novedad narrativa y las nuevas circunstancias políticas que asientan, y que serían decisivas para la prosecución de las campañas de conquista y sujeción a la corona de Castilla de todo ese inmenso territorio que, aunque indefinido, comenzó a denominarse como Nueva España.36
José Luis Martínez en su biografía de Hernán Cortés ha sugerido que muy posiblemente Cortés no sólo enviara las Cartas Segunda, Tercera, Cuarta y Quinta al emperador, sino también una copia de cada una de ellas a un amigo que debía hacérselas llegar al impresor, o mejor sería decir impresores, pues como ya he referido hubo más de una edición; lo cual quiere decir que por lo menos habría cuatro copias mandadas a hacer por el propio Cortés, quien debió poseer la suya propia y otras copias que se enviaban a la península.37
Martínez da por un hecho la identidad, o igualdad, de aquellos tres o cuatro manuscritos, aunque ello no tendría necesariamente por qué ser así, pues en el caso más reducido, el manuscrito de Cortés –podrían ser varios– no tendría necesariamente por qué estar totalmente en limpio, esto es sin correcciones, enmendaduras, tachaduras, etc., mientras que el enviado a la reina y a su hijo, luego emperador, por ser quienes eran, debería estar escrito correctamente, con buena letra y contener fórmulas y otras declaraciones