Una historia sepultada. Felipe I. Echenique March
Читать онлайн книгу.en lugar de Fernando, que fue como se le mencionó en las portadas publicadas de sus Cartas de Relación: 1522, 1523, 1524, 1525. O Hernando, como al parecer lo llamaban sus compañeros o inclusive parientes; aunque él mismo firmaba como Fernando. El primer impresor de sus Cartas, Jacobo Cromberger, en un caso abrevia Fernando por Fernãdo, quedando claro que la tilde en la ã da cuanta de “an”, como se puede comprobar con otras impresiones. Dichos nombres incluso son los que le reconocieron el emperador don Carlos y doña Juana su madre, reyes de Castilla y Aragón. En vista de ello y no teniendo otra razón que me haga variar mi punto de vista en este trabajo me referiré a Cortés con el nombre de pila de Fernando y no de Hernán, pues en la inmensa mayoría de los documentos oficiales así se le llama. Estoy convencido que la deconstrucción del discurso prevaleciente “oficial”, pasa necesariamente por signar las cosas y las personas con los nombres bajo los que se les conoció o por medio de los cuales actuaron, eso es una parte de la recuperación de esa historicidad que estamos buscando dilucidar y no quedarnos como José Luis Martínez con el decir que de Hernán es la apócope familiar con que lo llama la posteridad, sin aclarar el porqué de ello. Véase, José Luis Martínez, Hernán Cortés, México, Fondo de Cultura Económica, 1993, p. 107.
23 Proponiéndome entre los objetivos de este trabajo, el esclarecimiento de la historicidad de los nombres, seguiré fielmente las maneras y modos en que se consignaron los mismos en los primeros escritos públicos. Así, por ejemplo, en las versiones impresas de 1522 de lo que conocemos como Segunda Carta de Relación de Fernando Cortés apareció escrito dicho sustantivo como Meſico, ya después sería otra historia como podrá verse en apartados subsecuentes.
24 Como ya advertí en la presentación inicial de este trabajo no acentuaré el sustantivo Mexico cuando esté refiriendo la manera escritural que siguió Fernando Cortés o la documentación del tiempo; aunque en algunos casos cuando estoy citando documentos editados por terceros y donde ellos lo acentúan se respetará por la obvia circunstancia de estarlos siguiendo. Así también cuando me estoy refiriendo a la actualidad.
25 Este será el sustantivo que mayoritariamente utilizará Cortés, como se verá a lo largo de este trabajo.
26 Hernán Cortés, Cartas de Relación, nota preliminar de Manuel Alcalá, México, editorial Porrúa, 1973, (Sepan cuantos…, 7), p. 62/1. En adelante se citará p. número / columna número, dependiendo la página y columna en que se localice la referencia que se esté haciendo.
27 Betancourt, op. cit., refiere, por ejemplo “Cortés parece no entender” (p. 43); “Seguramente debido a esta confusión” (p. 45); “Ya vimos algunos ejemplos de la confusión” (p. 46). Sosteniendo un visión semejante a la anterior pero puntualizando la localización de los pueblos en esa provincia geográfica, consúltese entre otros trabajos el de Sonia Lombardo de Ruiz, Desarrollo urbano de México-Tenochtitlan, según las fuentes históricas, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1973; y los también ya clásicos Charles Gibson, Los Aztecas bajo el dominio español, traducción de Julieta Campos, México, Siglo XXI, 1967, y el novedoso de Pedro Carrasco, Estructura político-territorial del imperio Tenochca, la triple alianza de Tenochtitlan, Tezcoco y Tlacopan, México, El Colegio de México y Fondo de Cultura Económica, 1996.
28 Cfr., Gutierre Tibón, Historia del nombre y de la fundación de México, México, Fondo de Cultura Económica, 1975, exuberante hasta la saciedad, lo que no le quita riqueza de información, aunque no por ello claridad en la exposición o, por mejor decir, lógica en la secuencia de lo narrado y no por falta de mérito del estudioso, sino por lo que expresan los textos de que se vale para intentar mostrar su teoría.
29 La bibliografía al respecto es abundante y de manera resumida y breve pueden consultarse, además de los libros de Betancourt y Gutierre Tibón, que contienen muchos de esos materiales, la compilación que realizaran Bárbara Dahlgren, Emma Pérez Rocha, Lourdes Suarez Díez, Perla Valle de Revueltas, que titularon Corazón de Copil, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 1982; o también el libro de Luis Barjau, Pasos perseguidos. Ensayos de antropología e historia de México, México, Instituto Nacional de Antropología e Historia-Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, Miguel Ángel Porrúa, 2002.
30 Recuérdese lo señalado en varios escritos del siglo XVI, que recuperó León Portilla bajo las siguientes palabras: “Vencida la gente de Xochimilco, Cuitláhuac y Chalco, antes de iniciar nuevas conquistas, Tlacaélel decidido a consolidar por medio de una reforma ideológica el poderío azteca. Ante todo, le pareció necesario forjar lo que hoy llamaríamos una ‘conciencia histórica’, y de la que pudieran estar orgullosos los aztecas. Para esto reunió Tlacaélel a los señores mexicas. De común acuerdo se determinó entonces quemar los antiguos códices y libros de pinturas de los pueblos vencidos y aún los propios de los mexicas, porque en ellos la figura del pueblo azteca carecía de importancia. Implícitamente se estaba concibiendo la historia como un instrumento de dominación”. Miguel León Portilla, Los antiguos mexicanos, a través de sus crónicas y cantares, con dibujos de Alberto Beltrán, México, Fondo de Cultura Económica, 1961, p. 90.
31 Quizás un cuento corto que últimamente se ha difundido mucho en la red del internet, que unos le atribuye a Gabriel García Márquez y otros Cristian Urzúa Pérez me ayude a ilustrar el asunto de la inexistencia del rompecabezas para el mundo prehispánico: “Un científico, que vivía preocupado con los problemas del mundo estaba resuelto a encontrar los medios para aminorarlos. Pasaba días en su laboratorio en busca de respuestas para sus dudas. Cierto día, su hijo de 7 años invadió su santuario decidido a ayudarlo a trabajar. El científico, nervioso por la interrupción, le pidió al niño que fuese a jugar a otro lado. Viendo que era imposible sacarlo, el padre pensó en algo que pudiese darle con el objetivo de distraer su atención. De repente se encontró con una revista, en donde había un mapa con el mundo, justo lo que precisaba. Con unas tijeras recortó el mapa en varios pedazos y junto con un rollo de cinta se lo entregó a su hijo diciendo: “como te gustan los rompecabezas, te voy a dar el mundo todo roto para que lo repares sin ayuda de nadie”. Entonces calculó que al pequeño le llevaría diez días componer el mapa, pero no fue así. Pasadas algunas horas, escuchó la voz del niño que lo llamaba calmadamente. “Papá, papá, ya hice todo, conseguí terminarlo”. Al principio el padre no creyó en el niño. Pensó que sería imposible que a su edad hubiera conseguido recomponer un mapa que jamás había visto antes. Desconfiado, el científico levantó la vista de sus anotaciones con la certeza de que vería el trabajo digno de un niño. Para su sorpresa, el mapa estaba completo. Todos los pedazos habían sido colocados en sus debidos lugares. ¿Cómo era posible? ¿Cómo el niño había sido capaz? De esta manera, el padre preguntó con asombro a su hijo: -Hijito, tú no sabías cómo era el mundo, ¿cómo lo lograste? -Papá, respondió el niño; yo no sabía cómo era el mundo, pero cuando sacaste el mapa de la revista para recortarlo, vi que del otro lado estaba la figura de un hombre. Así que di la vuelta a los recortes y comencé a recomponer al hombre, que sí sabía cómo era. Cuando conseguí arreglar al hombre, di vuelta a la hoja y vi que había arreglado al mundo”. Gabriel García Márquez, Cuentos Cortos, distintas páginas en Internet así lo registran, igual que Cristian Urzúa Pérez, Historias para crecer como padres, San Pablo, Chile, 2010.
32 En la Tercera Carta de Relación, impresa en 1523, y después de ella ya se escribió Mexico como veremos más adelante.
33 Al no contar con las Cartas autógrafas de Cortés, mucho de lo