Una historia sepultada. Felipe I. Echenique March

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Una historia sepultada - Felipe I. Echenique March


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historiadores sobre ese punto, dejando que corran las plumas con esas actualizaciones que terminan construyendo una ahistoricidad en la que nadiese ha detenido.

      Sin embargo, la revisión detenida y cuidadosa del material existente da una clara cuenta de que aquella labor archivística, editorial o de narrativas posteriores, terminó sepultando las primeras huellas de identidad que utilizaron los conquistadores para referir a la principal ciudad de la Nueva España como Temixtitan, toponimia que inclusive utilizaron los mismos don Carlos y doña Juana su madre, reyes de Castilla y Aragón, en los documentos más antiguos, como veremos en su oportunidad.

      Por otra parte, estas “actualizaciones de nomenclaturas”, no quedaron en los niveles antes referidos sino que también ocurrieron con todo el material que durante distintas épocas y para distintos fines se reunió y publicó bajo los títulos genéricos de Cedularios o Colecciones de documentos.

      Los distintos Cedularios, a los que ya me he referido en notas previas a este apartado, dejan ver claramente que no siguieron a pie juntillas los originales de que se valieron para dar cuenta de los instrumentos que refieren, sino la más de las veces, actualizaron las designaciones jurisdiccionales con los sustantivos entonces en uso, junto con las particulares del ordenamiento que interesaba destacar.

      Así que tomando en cuenta las características complementarias y añadidas a toda esa masa documental antes referida, uno puede terminar descubriendo que la consignación del sustantivo México, que se refiere en una buena parte de ella, sólo se encuentra expresada en las portadas, apostillas posteriores o en fichas catalográficas, sin estar presente en el propio documento que se refiere.

      Ahí una distorsión o deformación, producto de las actualizaciones que requirieron los órganos de gobierno para el manejo de sus expedientes y del descuido de los historiadores por no advertir esa circunstancia bajo la que actuaron archivistas o inclusive editores, para facilitar la lectura y comprensión de los materiales que estudiaban y presentaban.

      Es claro que ni en ese ni en otros documentos que Martínez editó, al interior de los mismos, se menciona el nombre de México y para el caso que hemos referido ni siquiera el de Temixtitan, que en todo caso sería la ciudad hacia donde dirigiría su campaña militar, para lograr su total sujeción y dominio, después de haber sido expulsado de ella en julio de 1520.

      Regresando a nuestro punto acerca de las actualizaciones en la designación de demarcaciones jurisdiccionales y político-administrativas, en todas ellas –archivísticas, editoriales o en narrativas– aún sin que podamos presumir malicia alguna, incurren en consignaciones ahistóricas que permiten trazar una línea de continuidad muy tersa y suave que no repara en cambios o disrupciones en la designación de lo conquistado y sometido, y con lo cual se ocultan los distintos momentos por los que transitó la dominación y sujeción de pueblos y territorios.

      Este es uno de los principales problemas al que nos enfrentamos al revisar el acervo documental del que vengo tratando y del que me ocuparé en este trabajo. Pero ello queda superado al contrastar cuidadosamente la documentación, en donde se puede notar con facilidad la ausencia de la designación que actualiza, y, en lugar de la misma, la designación consignada en el propio documento.

      Para llevar a cabo ese trabajo he tenido que recurrir a la revisión pormenorizada de cada uno de los documentos, cotejando la edición con los papeles originales, con el fin de desterrar toda duda y con ello validar la certeza de mis afirmaciones.

      En otros casos no fue posible la localización del original, pero ello no altera el conjunto de lo encontrado pues hay elementos que nos ayudan a desestimar las manifiestas anomalías.

      Toda la información reunida para este trabajo tiene que ver con circunstancias específicas que se desprenden del orden cotidiano inscrito en el sistema de conquista y dominación, no estático, sino siempre dinámico, dados los distintos momentos de su acción en áreas geográficas específicas y las consecuentes luchas contra los pueblos originarios, los diversos intereses que estaban presentes en la consolidación de lo conquistado y en las subsecuentes campañas de expansión y sometimiento del resto de pueblos y territorios de eso que los españoles llamaron la Nueva España.

      Si se retoman las consignaciones que se declaran en los documentos mismos, se hacen manifiestos los cambios de nomenclaturas, como una labor pausada y lenta, quizás con el único fin de que hubiera secuencias o, mejor dicho, que se pudiera tener referencia de los cambios de designación que no fueron bruscos o inesperados, sino que se fueron imponiendo poco a poco, donde se pueden notar claramente momentos de sobreposiciones y permutas de los nombres para que todo vaya lentamente tomando el lugar colonial que se suponía definitivo o por lo menos ya consagrado, al tiempo que se dejan las huellas del pasado, por si algo se necesitara del pasado inmediato.

      Son muchos los casos en que se pueden observar las omisiones, actualizaciones y permutas y todo ello no tendría mayor importancia si no incidiera de manera directa en el sostenimiento no fundamentado, y menos fechado, de que Cortés no supo cómo se llamaba la ciudad más importante de la que sería la Nueva España. Juicio que no ha encontrado quién lo estudie en sus ámbitos temporales, espaciales e institucionales. Esto es, un estudio que muestre o desentrañe algo tan elemental, como, el cómo se vivió en el tiempo ese supuesto error, quiénes lo compartieron, cómo se superó, y finalmente, quién lo corrigió.

      Notas del Estudio introductorio

      1 Véase Joaquín Barriendos, “Marca País/México. Único, diverso y más allá de la hospitalidad”, en <redibero.org/contenido/Marca_Mexico.doc>; quien hace un planteamiento general muy acorde con la doctrina empresarial mercadológica que está detrás de dicha propuesta y por lo cual deja traslucir algunos de sus más preclaros postulados y proyectos que no está por demás advertir, “conllevan muchos riesgos en cuanto a privatizaciones, no sólo de espacios públicos, sino inclusive de subjetividades e individualidades ajenas a los propios gestores de los llamados patrimonios culturales.” Por otra parte, el colmo de ese sentido mercadológico del sustantivo México llegó a tal nivel que una de la expresiones gráficas que lo materializan es la del Escudo Nacional, que fue mochado, para supuestamente


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