Activos de aprendizaje. Fernando Trujillo Sáez
Читать онлайн книгу.tienen mucho que hacer y enseñar en la escuela. Aprendió que ayudar a que payos, gitanos y musulmanes se comprendan y se respeten es también parte del currículo. Aprendió que alta cultura no es más que una distinción vacía con la pretensión de alejar a un amplio porcentaje de la población de las marcas de la élite, pero que los pequeños y las pequeñas del CPR Sánchez Velayos pueden escuchar música clásica en los pasillos además de otros ritmos latinos que se extienden por doquier.
Finalmente, María aprendió que el compromiso de un equipo va más allá de ser interinos o no serlo. Necesitamos centros comprometidos con esos entornos rurales donde no llegan los museos y las universidades, donde los centros educativos son motor de desarrollo cultural y económico; centros que se constituyan en bastiones de resistencia para que estos entornos rurales sean más resilientes, es decir, que resistan los envites de las crisis con menos sufrimiento y con más capacidad para sobrevivir exitosamente.
Sin nuestros pueblos, nuestra tierra no sería la misma; pero, sin los centros rurales presentes en esos pueblos, nuestra tierra sería más pobre, menos humana, definitivamente menos habitable.
Así pues, en el CPR Sánchez Velayos María comprendió el significado profundo de inclusión y la visión la enamoró, así que su siguiente destino debería ayudarla a profundizar en ese conocimiento. Por eso, su próximo destino fue el CEIP Cándido Nogales de Jaén.
El CEIP Cándido Nogales nació junto a la Universidad de Jaén y es en sí mismo una universidad donde nos enseñan a todos qué significa inclusión con mayúsculas. Con frecuencia, cuando hablamos de inclusión en realidad lo que queremos decir es tener un grupo normal e incorporar, si acaso, a los “no-normales” en la normalidad. Sin embargo, esta visión normo-céntrica es tan profundamente discriminatoria como equivocada. No existe una “normalidad” en la cual podamos insertarnos, sino que la diversidad es la marca de cualquier grupo social, más allá de cualquier homogeneización más o menos forzada.
Por ello en el CEIP Cándido Nogales la lengua de signos es una lengua más de las que se usan en la escuela. Desde el curso 2004/2005, en el Cándido Nogales existe un proyecto de bilingüismo gracias al cual niños y niñas sordos y niños y niñas oyentes aprenden juntos: los tutores están preparados para usar la lengua de signos española y los agrupamientos se piensan concienzudamente para que todos trabajen en el aula de referencia y que los apoyos fuera de esta aula sean, efectivamente, apoyos, y no el espacio donde se confina a los niños y niñas sordos. Además, los talleres de lengua de signos que ofrece el centro no van destinados a niños y niñas sordos sino que son para todos los estudiantes, pues la lengua de signos no es una marca de discapacidad, sino una lengua más que se incorpora a nuestro repertorio plurilingüe, como el francés, el inglés o el alemán lo son en los centros bilingües que solo tienen personas oyentes.
Finalmente, como el CEIP Cándido Nogales tiene una relación histórica con la Universidad de Jaén, María aprovechó la estancia en la capital jienense para estudiar: María estudió Psicopedagogía, aquella carrera que tan útil era para la escuela pero que desapareció de la universidad porque nadie supo dar la cara por ella.
Y con su nueva titulación María continuó el periplo por Andalucía, pero esta vez como orientadora. Había hecho ya tantos kilómetros que no estaba segura de si trabajaba para la Consejería de Educación o para la de Turismo, pero en sus viajes descubrió algo importante: la formación inicial, nadie lo duda, es decisiva para tener una buena entrada en la carrera profesional; pero, a partir de que ya estás trabajando en la escuela, la formación permanente es un recurso fundamental para seguir aprendiendo y actualizándonos permanentemente.
Y dentro de la formación permanente, si hay un aprendizaje importante son los aprendizajes informales, esos que en el caso de María se miden en kilómetros y horas de conversación en un coche compartido con otros tres compañeros y compañeras, intentando que no se duerma quien conduce. Esos aprendizajes informales, que a veces transcurren en la cafetería del instituto o en los momentos previos y el tercer tiempo de las reuniones de evaluación, van configurando una cultura propia de la comunidad de práctica que es cada centro. Para María cada destino implicó nuevos compañeros y compañeras con las cuales compartir problemas y preocupaciones, y con los que encontrar encontrar todos juntos soluciones a los problemas compartidos.
Ese aprendizaje fue el que trasladó María a su nuevo centro, en plena campiña sevillana. “Al pueblo se le persuade con hechos, no con discursos”, dice a la entrada de su nuevo centro, y en efecto, estas palabras de Pablo de Olavide, aquel ilustrado del siglo XVIII que da nombre al centro, son también fundamentales para entender su nuevo destino.
El IES Pablo de Olavide es el instituto de La Luisiana y El Campillo, en Sevilla, y en este centro la palabra proyecto jamás se pronuncia en vano. Un proyecto es un viaje de aprendizaje compartido por toda la comunidad educativa y en el IES Pablo de Olavide la potencia y la calidad de sus tareas integradas y proyectos les han granjeado el justo reconocimiento de múltiples premios.
Pero ¿qué hay detrás de estos proyectos y de tantos premios? Pues algunas de las claves fundamentales de un centro Finlandia: en primer lugar, un equipo con una visión clara de hacia dónde quieren ir y cómo quieren trabajar; en segundo lugar, un saber-hacer (puedes llamarlo competencia profesional, como quieras) desarrollado a partir de mucha reflexión sobre su propia práctica y una formación centrada en la resolución de problemas y en el cultivo de las competencias de su profesorado; y, finalmente, lo más obvio, muchas horas de trabajo.
A partir de aquí el centro deja de ser solo un lugar de instrucción para convertirse en un motor cultural, un auténtico activo de aprendizaje en su entorno. Aunque María ya había visto esta misma capacidad de irradiación en los CEIP donde había trabajado, los institutos –por su tamaño, por la diversidad de su profesorado y por la vinculación con la realidad ciudadana y profesional a través de las diferentes enseñanzas que hoy ofrecen los IES– tienen una fuerza especial para convertirse en el epicentro de un potente movimiento cultural, como ocurre en el caso del IES Pablo de Olavide en su zona.
Y como también ocurre en el siguiente destino de María. En esta ocasión María tuvo la suerte de poder conocer un centro que es responsable de la creación de un programa educativo de la Consejería de Educación andaluza, pues en cierto modo el IES Mirador del Genil, de Iznájar, Córdoba, es el centro cuya experiencia nos ha permitido en Andalucía hablar del Proyecto Lingüístico de Centro como una realidad, y no como una hipótesis de trabajo.
Antes y mejor que ningún otro centro en una comunidad monolingüe, el saber combinado del equipo directivo del IES Mirador del Genil le permitió diseñar y desarrollar un completo plan de actuación para la mejora de la competencia en comunicación lingüística. Su equipo directivo representa algunos de los valores fundamentales de ese concepto difuso que llamamos liderazgo: formación de calidad tanto pedagógica como para el desempeño de la función directiva, apuesta por la innovación y por la evaluación transformativa, visión de futuro y actuaciones pegadas al terreno, considerando las necesidades de los estudiantes y, también, los recursos con los que cuenta el centro para atender a esas necesidades.
Por eso los dos años que María pasó entre Sevilla y Córdoba representaron una gran experiencia de desarrollo profesional, y con ese bagaje llegó María a su nuevo destino. De la provincia de Sevilla pasó a la de Málaga, a un centro de nueva creación en Cártama, cerca de la capital malagueña, donde la recibió un equipo joven y dispuesto a dejarse la piel en el intento de crear un centro que trabajara por proyectos apoyados en la tecnología. “María, bienvenida al IES Cártima”.
Antes de que el centro estuviera construido, su director, José María Ruiz, había tenido a su equipo trabajando durante meses para tener configurado un proyecto educativo con unas consignas revolucionarias: altas expectativas en el alumnado, transparencia absoluta ante las familias, interacción intensa con su entorno, gestión democrática del centro, situaciones de aprendizaje basadas en proyectos y uso intensivo de la tecnología como material didáctico. ¡Casi nada!
Obviamente, para María esto supuso horas de trabajo, noches infinitas preparando materiales, reuniones eternas cargadas de dudas pero también de emoción e ilusiones. Levantar un centro